Por
Alberto Rasore

ació en Ensenada, Provincia de Buenos Aires, era el hijo mayor de cinco hermanos del matrimonio formado por Rafael y Vicenta Goldaracena. Su padre había nacido en Barcelona y fue administrador de los puertos de La Plata y de Comodoro Rivadavia. Además, el primer presidente del Círculo de Oficiales de Mar de aquella ciudad.

De pequeño sintió inclinación por la pintura y la música. Estudió en la Academia de Bellas Artes bajo la dirección de Mariano Montesinos y en el Consevatorio Santa Cecilia, donde aprendió violín, violonchelo y piano, aunque no concluyó ninguna de las dos carreras.

Debutó en septiembre de 1919, a los catorce años, en la Confitería París de La Plata, como violonchelista en la orquesta del bandoneonista Ángel Eladio Ramos (Ramito). Integraban la orquesta Natalio Porcellana en acordeón a piano, Fausto Frontera en violín, Primitivo Carrera en flauta y clarinete y Arturo Dallecio en piano.

Al año siguiente, se hizo habitué del Cine Bar Colón, donde actuaba el conjunto de Ponciano García. Dada su corta edad, Mateo solía pedirle permiso al director para reemplazar tanto al pianista, como al violinista y también al bandoneonista, instrumento que nunca había aprendido.

A partir de 1924, incursionó en Buenos Aires, tocando el violín y el piano. Luego, regresó al Bar Colón, donde participó nuevamente en la orquesta de Ponciano hasta el final de la década, cuando se integró a las orquestas de Anselmo Aieta y Osvaldo Fresedo.

Se radicó en París en 1931 y, al año siguiente, se vinculó a Carlos Gardel, acompañándolo en doce grabaciones y en el rodaje de tres de las cuatro películas que El Morocho filmara en Francia.

Curiosamente, dentro de la extensa discografía gardeliana, las mencionadas 12 grabaciones con Mateo, serán los únicos registros que realizará Gardel durante el año 1932. Los temas son los tangos “Mentira”, “Pan”, “Otario que andás penando” “Por favor dejame”, “Sueño querido”, “Noches de Montmartre”, “Aquellas cartas”, “Sorpresa” y “Cara rota” con la participación del piano de Juan Cruz Mateo y un violinista que podría ser Fernando Ibáñez Camallonga, o el catalán Joaquín Solsona, agregándose Julio Aramendi en vibráfono en el vals “Sueño de juventud”. Mateo y el guitarrista Rafael Iriarte (El Rata), lo secundan en la canción “El rosal” y en la tonada “Mentiras”.

La duda sobre el violinista se debe a que en las etiquetas de los discos figura el nombre de Solsona, sin especificar su nombre de pila. Pero Orlando del Greco en su libro Gardel y los autores de sus canciones, cuenta que el poeta Rafael Ibáñez Camallonga, autor de la letra de “Por favor dejame”, cita a su hermano Fernando Ibáñez Camallonga como el violinista que participó en los registros.

Fue el pianista que más veces grabó con Gardel, superando a Rodolfo Biagi con 7 registros y a Alberto Castellanos con 6.

En septiembre de 1932 Juan Cruz Mateo volvió a trabajar con Gardel, en la filmación de las películas rodadas en Joinville, Francia. En Espérame Juan Cruz Mateo lo secunda con su sexteto en “Me da pena confesarlo” y en “Criollita de mis amores”. En el cortometraje La casa es seria, Gardel canta “Recuerdo malevo”, con el acompañamiento de la orquesta de Mateo y en el film Melodía de arrabal, lo secunda en “Silencio” y “Melodía de arrabal”. Cuando canta este tango por primera vez en la película homónima, Mateo lo acompaña con su sexteto, tocando el violín y, por último, en “Mañanita de sol”, a dúo con Imperio Argentina, Mateo ejecuta el piano.

Conforme se detalla en el artículo de Hamlet Peluso y Eduardo Visconti, «Los acompañamientos musicales de Carlos Gardel», del libro Para vos, Morocho, publicado por el Museo Casa Carlos Gardel, integraban la orquesta: Mateo y Ramón Mendizábal (piano), Julio Falcón, Ángel Maffia, Gerardo Martínez y José Schumacher (bandoneones), Juan Ghirlanda, Segundo Ardanaz y Esteban Rovati (violines), Horacio Pettorossi y Esteban Gutiérrez (guitarras) y Louis Montigny (contrabajo).

También ese año, formó con el guitarrista Rafael Iriarte y Juan Carlos Marambio Catán, un trío que se denominó Trío Buenos Aires. Actuaron en Barcelona.

En los catálogos de Victor, en España, figuran las grabaciones del trío: la canción “Tus trenzas negras”, la chacarera “La sanjuanina”, la zamba “Blanco y azul”, el pericón de Marambio Catán “Pobre gallo” y los temas de Julio Vega, el vals “Besos de plata” y la zamba “La calandria”.

Llevó al disco con Marambio Catán los tangos “Hacelo por la vieja”, “Dorita”, “Confesión”, “Dicen que dicen”, el vals “Palomita blanca” y el tango “Acquaforte”. Con Vega grabó “Ayer se la llevaron”, “Cartas de amor” y “No seas así”, con música del cantor y letra de Enrique Dizeo. Cierra las grabaciones del trío, el tango “Guitarra mía”, con la intervención especial del cantor Francisco Alfredo Marino, el autor de “El ciruja”.

También registró con su orquesta y los mismos cantores: “Clavel del aire”, “Yo tengo la culpa” (Marambio), “Media vida” (Vega), “Ave María purísima” y “Tango mío” (dúo Vega-Marambio). Con su piano y guitarras acompañará a Rosita Barrios en “Alma de bandoneón” y en dúo con Luis MandarinoMi viejo amor”.

Compuso con Marambio Catán el tango “Todavía estás a tiempo”, siendo además autor de los tangos “Yo tengo la culpa”, “Cartas de amor”, “Una vida” con letra del cantor Roberto Maida y la ranchera “Ave María purísima” con letra de Enrique Dizeo.

Recorrió Europa durante 7 años, regresando fugazmente a La Plata en 1938 para retornar, ese mismo año, a París. Allí comienza a dejar el tango, para dedicarse intensamente a la pintura, volcándose al estilo llamado futurista, logrando reconocimiento internacional al resultar vencedor en el Gran Premio de Francia y Colonias.

Enfermo de cáncer, regresó definitivamente a La Plata en 1949, siendo agasajado en el Bar Colón, donde había actuado como incipiente músico tres décadas atrás, pero ya para rendirle homenaje como reconocido pintor. Expuso sus obras en la Galería Peuser de la Capital y sus pinturas Ciclistas y Cabello de lino pasaron a exhibirse en el Museo de Bellas Artes de La Plata, también sus cuadros Pizarro en París y Autorretrato, en el Museo Municipal de Arte Moderno.

Falleció en el Hospital Policlínico de La Plata. Como cierre de esta evocación vale citar las palabras de Marambio Catán, quien en su libro de memorias El tango que yo viví, 60 años de tango, dirá de él:

«¡Oh! El gran Cruz Mateo, hijo de La Plata y que si se hiciera justicia a su talento, a sus condiciones de hombre, a su trayectoria artística, debiera tener en la Capital de la Provincia una calle o cualquier lugar que eternizara el nombre de Juan Cruz Mateo, como ejemplo para las generaciones futuras que se inquieten por las expresiones del espíritu. De Juan Cruz Mateo, tendría para escribir varios volúmenes. Ver sus cuadros que tienen un colorido asombroso y que en cada uno de ellos está latente la exquisitez de su espíritu. Como pintor puede figurar entre los primeros, como músico dominaba todo lo que puede un superdotado y como hombre no conocí nada más cercano al hombre integral, al ser humano perfecto.»