Por
Ricardo García Blaya

omo decía un amigo mío «Alberto Marino es un lujo para el tango». Esta exageración obedecía, seguramente, a su registro de tenor y a la influencia de la escuela italiana de canto que si bien la tuvieron varios vocalistas del tango, en el caso del Tano Marino generaba la sensación que le sobraba voz para el desafío que le presentaban las letras.

Pasaba de un potente agudo a un profundo bajo con la facilidad de los elegidos, poseía un vibrato inconfundible pero del cual no abusaba.

Sus detractores, no obstante reconocer su capacidad, le enrostran que era frío y carente de media voz.

Lo cierto es que el gran director Alfredo Gobbi lo bautizó como «La voz de oro del tango».

Debutó como cantor de orquesta en 1939 cantando en la de Emilio Balcarce utilizando el seudónimo Alberto Demari. Cuando Emilio Orlando toma la dirección de esa orquesta el cantor cambió su nombre artístico y toma el que finalmente quedará para toda su carrera: Alberto Marino.

El bandoneonista Aníbal Troilo lo escucha cantar y le hace una oferta para ingresar en su agrupación. Marino ya tenía un arreglo para ir a la orquesta de Rodolfo Biagi, pero acepta el ofrecimiento de Troilo junto a quien se desempeñó desde 1943 hasta 1947.

Para muchos fue la mejor época del cantor, sus versiones de los tangos “Tres amigos”, “Fuimos” y “Tal vez será su voz” son verdaderas joyas, entre muchas otras, de su aporte a la historia del tango.

Luego de esa etapa exitosa decidió comenzar su carrera como solista. Su primera orquesta la dirigió el violinista Emilio Balcarce, el mismo con quien había empezado en 1939. Más adelante pasa a hacerse cargo de su orquesta el bandoneonista Enrique Alessio y un tiempo después el músico uruguayo Héctor Artola.

En este período se destacan sus grabaciones de los tangos “El motivo [Pobre paica]”, “Farolito de papel” (con la letra original, en lunfardo) y “Venganza” una samba brasileña arreglada en tiempo de tango.

Hacia fines de 1949 cambia el acompañamiento por el conjunto de guitarras de Roberto Grela, grabando para el sello Odeon. El cantor y el guitarrista volverán a encontrarse hacia 1959, dejando registros de esta nueva unión.

En la década del cincuenta continuará su intensa actividad junto a numerosas orquestas como las de: Hugo Baralis, Osvaldo Manzi, Alfredo De Franco.

También en esa década realiza numerosas giras por toda Latinoamérica y Estados Unidos con las agrupaciones de Edelmiro D'Amario y César Zagnoli, entre otras.

En los años sesenta es acompañado por el conjunto de guitarras de José Canet y graba 12 registros. Como curiosidad podemos mencionar la versión de la zamba “La López Pereyra” en tiempo de tango.

A fines de la década del sesenta y durante la década del setenta siguió actuando ininterrumpidamente junto a orquestas de gran nivel como las de Miguel Caló, Armando Pontier, Carlos García, Osvaldo Requena, Alberto Di Paulo, dejando en la mayoría de los casos registros grabados.

Ya no tenía el registro de tenor, pero igual siguió brillando como un eximio barítono.

Fue admirador de Gardel y de Charlo, pero cuando uno le preguntaba sobre quien influyó en su decir y su fraseo, indefectiblemente contestaba: Antonio Rodríguez Lesende. Cantor poco conocido, cuyas grabaciones son muy difíciles de encontrar y que suman alrededor de dieciséis registros. Llegó al disco con los acompañamientos de orquestas de la importancia de Antonio Bonavena, Ricardo Brignolo, Típica Brunswick, Carlos Di Sarli y Edgardo Donato.

Alberto Marino se fue de repente, todavía con la garganta entera, dejando un recuerdo imborrable en todos los que admiramos el brillo y la sonoridad de su voz de oro.