Por
Abel Palermo

ació en el barrio de Liniers, extremo oeste de la Ciudad de Buenos Aires, en la calle Martiniano Leguizamón 721. Siendo un niño, sus padres lo inscriben en un conservatorio musical cercano a su domicilio, donde junto a la teoría y el solfeo desarrollaría todo el misterio de la música y de la ejecución del piano.

A los 16 años, fue convocado a integrar un cuarteto y, entre 1937 y 1938, acompañó al cantor Roberto Chanel en las emisoras radiales Prieto y Splendid, además en distintos espectáculos.

Después de un breve paso por la orquesta de Enrique Rodríguez, en 1940, formó su propio cuarteto junto al violinista Oscar Herrero, hasta que este pasó a integrar la orquesta de Emilio Orlando y Cupo, brevemente, la de Florindo Sassone.

Recién a partir de 1950 comenzaría su etapa más descollante. En 1952 fue requerido, nada menos, que por el inigualable Roberto Rufino, para grabar en el reciente sello discográfico Orfeo. La orquesta estaba formada por: Elvino Vardaro, Tito Besprovan, Atilio Blanco, Fidel De Luca y Emilio Fariñas (violines), Edelmiro D'Amario (Toto), Pascual Mamone, José Dames y Luciano Leocata (bandoneones), Alcides Rossi (contrabajo) y Armando Cupo (piano y dirección).

Debutaron en el disco con los tangos “Tangueando te quiero” y “Flor campera”. Durante ese año, el rubro Rufino-Cupo registró 10 temas. Al siguiente, fue invitado por Ismael Spitalnik a integrar su formación para acompañar en una serie de grabaciones, al reciente desvinculado cantor de Aníbal Troilo, Aldo Calderón, registrando 14 grabaciones para el sello RCA-Victor. La orquesta la integraban: Ismael Spiltanik, Leopoldo Federico y Fernando Tell (bandoneones), David Díaz, Tito Besprovan y Simón Broitman (violines), Alcides Rossi (contrabajo) y Armando Cupo (piano).

Después de esta importante experiencia vendrá su momento de gloria, cuando el consagrado cantor Alberto Morán lo convocó a formar y dirigir su orquesta acompañante.

Fue un verdadero desafío porque tenía que cumplir con los seguidores de Morán, acostumbrados al ritmo y marcación de la orquesta de Osvaldo Pugliese. Cupo convocó a la mayoría de los músicos que habían participado en las grabaciones realizadas con Roberto Rufino y al bandoneonista Pascual Mamone como arreglador.

Registraron el primer tema el 26 de agosto de 1954 con los tangos “No te engañes corazón” y “Avergonzado”. Fueron 46 las grabaciones, las últimas en mayo de 1959: “Charlemos de amor” y “Quiero hablarte nuevamente”, de Roberto Giménez y letra de Jorge Vilela.

En 1960, invitó a sus amigos Hugo Baralis, Jorge Caldara y Kicho Díaz a integrar el cuarteto de notables solistas que llevó el nombre de Estrellas de Buenos Aires, con las voces de Marga Fontana y Héctor Ortiz.

A partir de 1965, integró la orquesta estable de Radio El Mundo. En 1967, el cantor Miguel Montero lo convocó para dirigir la formación que lo secundaría en la grabación de un larga duración, con 14 temas para el sello Odeon. Al año siguiente, Morán se vinculó con la RCA-Victor y nuevamente contrató a su amigo Cupo como director. En el término de dos años registraron 24 grabaciones, que junto a las 46 de la primera etapa, sumaron un total de 70.

A fines de 1968, el empresario Alejandro Romay, dueño del Canal 9 de televisión, lo requirió para dirigir la orquesta estable del programa Grandes valores del tango, integrada por los más importantes músicos de la época: Hugo Baralis, Kicho Díaz, Armando Calderaro, entre otros.

En 1972, fue uno de los fundadores del Sexteto Mayor junto a Fernando Suárez Paz y Reynaldo Nichele (violines), José Libertella y Luis Stazo (bandoneones) y Omar Murtagh (contrabajo). Debutaron en La Casa de Carlos Gardel, de la calle Jean Jaures y grabaron en Odeon.

En 1975, creó su propio sexteto actuando en Radio El Mundo y en el mítico escenario de Caño 14. Ya en la década del 80, sufre las consecuencias de la mayoría de los músicos, el desinterés por el tango de los empresarios, de las discográficas, de las emisoras radiales y televisivas y decide abandonar la tarea.

Como compositor nos dejó: los tangos “Y no puedo olvidarte”, con letra de Abel Aznar, “Una vida más”, con Mario Soto y los instrumentales, “Bien de tango” y “Del setenta y tres”, entre otros.

Fue un eximio pianista, de estilo milonguero y marcación exacta, siempre al servicio del lucimiento del cantor.