Por
Abel Palermo

ntre las características que podemos destacar de este buen barítono acriollado están: la coloratura y potencia de su voz, su clara dicción, sin amaneramientos ni exageraciones y su fraseo tanguero.

Nació en La Coruña, España, sus padres José y Antonia Barbeito, se radicaron, a fines de la década del veinte, en Buenos Aires, ciudad donde crecería junto a sus tres hermanos.

Siendo adolescente descubrió a Gardel y comenzó a cantar los temas del repertorio del Zorzal, hasta que inducido por sus amigos fue a estudiar vocalización con el maestro Eduardo Bonessi.

En 1939, debutó en la Orquesta Bohemia Porteña, que conducían Ventimiglia-Sassone, al año siguiente cambió el rumbo y cantó en la orquesta City Swing Jazz, hasta 1942, con el nombre de Tito Cebral. Ese año vuelve a cantar tangos como solista acompañado por un conjunto de guitarras.

En 1944, pasó a integrar la orquesta del bandoneonista Armando Gentile.

A principios de 1945, Osmar Maderna realizó una selección en el Café Marzotto, con el fin de conseguir un cantor para a su flamante orquesta. Resultó elegido Orlando Verri. Ese día, se encontraba presente Alfredo Gobbi, quien quedó gratamente impresionado por la tarea del muchacho, de tal modo que al año siguiente lo contrató para reemplazar a Oscar Ferrari, que se había ido con Edgardo Donato. A partir de ese momento, el cantor tomó su definitivo nombre artístico: Hugo Soler. El otro vocalista era Carlos Heredia. Debutó en el mencionado café cantando los tangos “Vieja luna” y “Canción desesperada”.

El 16 de mayo de 1947, llegó al disco a dúo con Heredia con el vals de Alfredo Eusebio Gobbi, “La entrerriana”. Volvió a grabar también en dúo, el vals de Pedro Pidoto y Ramón Argüello, “Adoración” y el tango de Alfredo Roldán y Guillermo López, “Amor de forastero”.

Su único tema grabado como solista con Gobbi fue el tango del violinista Antonio Blanco y Alberto Nery, “Barcarola triste”. Su último registro con la orquesta fue, “Amémonos”, de Carlos Montbrun Ocampo y versos de Manuel Flores, también con Heredia, el 31 de enero de 1948.

Se despidió de la orquesta a mediados de ese año y fue reemplazado por Pablo Lozano. En forma inmediata pasó a integrar la orquesta de Enrique Alessio, con el que grabó “Ríe payaso”, para el sello Odeon y actuó en el Café La Armonía, de la avenida Corrientes y en Radio Belgrano.

Luego de un breve periodo con Ricardo Pedevilla, a fines de 1950 se incorporó a la interesante orquesta de Joaquín Do Reyes, permaneciendo en la misma una década.

En esa importante etapa de su carrera tuvo como compañeros a los cantores Enrique Lucero, Horacio Deval, Rubén Llaneza, Américo Forte, entre otros. Con Do Reyes grabó: “Un tango para mi vieja”, “Media noche”, donde se destacan los solos del bandoneón de Julio Ahumada, “Prohibido” y “Yo no sé llorar”, con una brillante participación de Elvino Vardaro. Su último registro fue el candombe “Bem, Bom”, de Carlos Parodi y Cátulo Castillo.

En mis años mozos, disfruté de esta orquesta en sus actuaciones, siempre con mucho público, en Radio El Mundo.

Soler permaneció con Do Reyes hasta 1960. En los años siguientes cantó en la orquesta de Julián Ortiz. En 1963, decidió suspender la actividad, regresando en 1980, cuando grabó como solista acompañado por un trío de guitarras, pero luego abandonó definitivamente la profesión.

Fue uno de los buenos cantores de esa época en que el tango mandaba y, también de aquella, en que la decadencia del género, obligó al retiro de muchos artistas por la falta de trabajo. Nos parece un acto de justicia recordar a este querido Gallego que todavía me deleita con sus anécdotas y recuerdos.