Francisco Payá

Nombre real: Payá, Francisco
Pianista, director, letrista y compositor
(8 agosto 1879 - 20 septiembre 1929)
Lugar de nacimiento:
Guipúzcoa (Guipúzcoa) España
Por
León Benarós

na buena cantidad de músicos nacidos en España han compuesto tangos e incluso sus letras. ¿Cómo se asimilaron tan rápidamente? Aventuramos dos respuestas. Porque llegaron jóvenes a este país y por necesidad de trabajo.

La mayoría de ellos pasaron a integrar las orquestas de los teatros y el «género chico», los sainetes, como las zarzuelas en España, eran los que atraían al grueso del público que exigía tangos, y ellos también los crearon. Un caso notable de fecundidad en ambos géneros citados fue el maestro Francisco Payá.

Este vasco, nacido en Guipúzcoa, bohemio impenitente, alto, de pecho y abdomen abultado, siempre vestido de luto, con el chambergo a lo mosquetero y sus distinguidos quevedos (anteojos sin patillas) pinzados en el centro de su nariz, era temido en el ambiente musical por su brutal franqueza.

Pianista y director de orquesta, aunque también dominaba otros instrumentos, era sumamente exigente con sus dirigidos. En 1920, durante el ensayo de La gran revista, de Luis Bayón Herrera, —otro vasco, pero de Bilbao—, arrebató el violín de un ejecutante que había cometido repetidas equivocaciones, y continuó él la ejecución desde su banquillo de director y, a continuación, le espetó al humillado músico: «¡Vuelva cuando se halle en condiciones de ser dirigido por el maestro Payá!».

Soberbio también, tuvo altercados con Ivo Pelay, a quien llamaba Higo Pelao, porque era una fruta que le caía indigesta. También criticaba a ciertos saineteros locales, a los que consideraba meros imitadores de los de España. Puede suponerse que no fue persona del agrado de todos sus colegas, pero sin embargo Manuel Pizarro le dedicó un tango, “Payá”, figurando en la partitura: «Al maestro Francisco Payá, afectuosamente». Fue editado por Juan S. Balerio, que siempre alardeó de ser el primero de los editores en pagar derechos de autor.

Musicalizó obras de Carlos Mauricio Pacheco, Javier de Viana, Florencio Sánchez, Roberto Cayol y otros. Fue director musical del Teatro Apolo. Pasó una temporada en México con la compañía Vittone-Pomar.

Era un gran bebedor de jerez y este exceso comenzó a minar su salud. En cierta ocasión llegó al teatro muy bebido, se dirigió al atril y comenzó a dirigir la orquesta mirando al público, dando la espalda a los músicos. Terminada la función bajó presuroso al foso de la orquesta y se tumbó sobre unas arpilleras. Más tarde, un empleado lo descubrió en esa penosa situación. Llamado un médico, le diagnosticó pulmonía. Su poderosa máquina física comenzaba a flaquear sin retorno.