El manisero

Por las calles de mi barrio,
siempre pasa un manisero
andaluz dicharachero,
con más garbo que un torero
y una gracia sin igual.
Que al vender su mercancía,
dice chistes a montones
y alegra los corazones,
de los púber chacotones
que lo sienten gritar.

“Maní, maní calentito,
vengan todos a comprar;
que vendo lo mejorcito
del Brasil y Portugal.”
Pero de un tiempo a esta parte
triste anda. ¿Por qué será?
Yo bien sé lo que le pasa
y oigan, les voy a contar:

Él también tiene su historia,
¡pobrecito manisero!
Su mujer le jugó fiero
con su amigo más sincero,
sin embargo no mató.
Quiso vengar esta afrenta,
matar al germen maldito,
mas vio llorando a su hijito
le dio un beso al angelito
y a la calle se lanzó.

“¡Maní, maní calentito!”,
se oyó a lo lejos gritar.
Se amontonan al carrito
los pibes del arrabal;
de pronto del montoncito
a un chico quiso besar,
que sin duda era su hijito
porque lo vi lagrimear.

“¡Maní, maní calentito!”,
triste se oyó pregonar.