Noventa bandoneones

Poema lunfardo 2004

Letra: Luis Alposta

Noventa bandoneones
para homenajear
-así… en infinitivo-
a alguien que nació
un once de julio
de hace noventa años.

Alguien llamado a estar
en el misterio de la cosa.
Noventa bandoneones,
ni uno menos,
y el homenaje a él:
a Aníbal Troilo.

Monstruo de la intuición
y bandoneón mayor.
Al “gordo” Troilo.
Al “dogor”.
Al Pichuco de siempre
y para todos.

Al maestro y troesma
a quien hoy recordamos.
Creador de un estilo
perfecto, inconfundible,
sin fugas y completo.

Que logró transmitir
lo mejor de su orquesta;
y tenía el poder
de hacer profundo
lo que a él le era fácil.

Al autor de Garúa,
al de Che bandoneón
y Patio mío,
al de Barrio de tango,
al de Sur y Responso.

A ese gurú porteño
que con cara de luna
iluminando noches
llenaba el Marabú
o el Tibidabo.

Al generoso Gordo;
Gordo de Buenos Aires;
al Gordo que decía
que un desagradecido
es peor que un buchón.

El que cuando se fue
dejó en la marquesina
del viejo Teatro Odeón
con letras de oro:
“Simplemente… Pichuco”.

El que a la ciudad toda
le fraseó y le cantó
como muy pocos.
El que al morir
dio origen a un poema
-fábula de otro Aníbal-
que, sin sacralizarlo,
le hizo decir al fueye:
¡Padre!...
¿Por qué me has abandonado?