El atorro

Poema lunfardo

El día que me llame la huesuda,
al atorro eterno y sin chamuyo,
que suene un tango en el cotorro,
así mi alma, se duerme con su arrullo.

Que se oiga el asma agónica de un fuelle,
rebotando su tristeza en las veredas,
con un tango porteño y bien canyengue,
acompañando mi llegada a la fiambrera.

Después..., después..., que sé yo,
cuando me agarre ese apoliyo largo,
todo será... oscuridad y silencio,
sumiéndome en el mundo del letargo,

Dicen que se va al cielo, si uno es bueno,
yo, no sé si soy bueno, o si soy malo,
lo que sí sé, es que si el cielo no me gusta,
me tomo el palo, haciéndome el otario,

Intentare volver, como una luciérnaga,
recorreré las calles, iluminando el barrio,
seré una luz errante y estaré en cada esquina,
prendido de un farol, inerte y solitario,

Sentiré sin sentir, la música de un tango,
cargado de tristeza, al no poder bailarlo,
seré una serenata prendida en los balcones,
convertido en suspiros de cada enamorado.