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Por
Carlos Quiroga

Alex Turney: un amor instantáneo

ue amor a primera vista. Cuando bajó las escaleras del barco que lo trajo a Ellis Island, la Sra. Barkan se enamoró de inmediato de él. Nacido en Octubre de 1918 en Suwalki, un pequeño pueblo polaco cerca de la frontera con Rusia Oriental, Alex Turney ha estado sobreviviendo una buena parte de sus 97 años.

Cuando sus padres se divorciaron, su madre, Fanny, decidió que Suwalki era demasiado pequeña y se embarcó en la búsqueda de algo más emocionante, interesante y moderno. Ese lugar era Alemania. Según una pariente, que vivía en Berlín, era el centro de la cultura europea occidental. “Empacamos todo y nos mudamos . Yo tenía 7 años y tuve que comenzar a aprender un nuevo idioma. Así que le dije a mi madre ‘por favor, no me hables más en polaco’. Yo quería ser alemán, porque -había oído- que todo lo alemán era superior. Éramos los Übermensch (superhombres)”.



Los Nazis tomaron el poder en 1933 y fue un desastre. “Me echaron de la escuela. Me encantaba la escuela, el idioma, iba bien con mis estudios, pero nos echaron. No hubo nada que hacer. Ahí mi madre decidió que Alemania no era un buen lugar para mí”.

Fanny visitó amigos y parientes en los EE.UU. Para sacarlo de Alemania, necesitaba la firma de una declaración jurada. El Sr. y la Sra. Barkan, una pareja de su pueblo natal que había vivido en una casa construida por el abuelo de Alex, acordaron ayudar y firmaron los papeles. “Me invitaron a vivir con ellos. Me llevaron a su casa, como si fuera su propio hijo. Fue una bendición!”

Poco después Fanny obtuvo sus permisos de viaje. Corría el invierno de 1937. Alex se graduó con honores, pero no tenía dinero para la universidad. Se enteraron que la universidad era gratuita para los residentes de Nueva York. “Empacamos todas nuestras pertenencias y nos mudamos de nuevo”.

Después de la universidad, Alex comenzó a trabajar como químico para diversas compañías químicas en Nueva Jersey, y a través de conocidos conoció a Jean, una joven estadounidense que se había especializado en baile en Chicago y cuyos padres también eran inmigrantes judíos de Cracovia. “Cuando bailamos fue… amor a primera vista! El baile fue el imán que nos unió”. Se casaron en 1948 y adoptaron 3 niños.

“Jean comenzó a llevarme a clases de baile al Fred Astaire y aprendimos todos los bailes de salón y los bailes latinos. Ella era muy disciplinada para el baile. Tomábamos nuestra clase y luego íbamos a casa y practicábamos, así que finalmente aprendí y me empecé a sentir cómodo con los bailes latinos (Cha-Cha, Rumba, Merengue) y también con el Vals.”

Como rutina, iban a ver Ballet y Danza Moderna, y cada vez que una compañía extranjera visitaba Nueva York, se juramentaban ir a verlos. Corría 1985 cuando leyeron en el diario que una compañía llamada “Tango Argentino” iba a estar en la ciudad. Los Turney había estado bailando por varios años, pero nunca habían oído hablar del tango argentino. Así que, por curiosidad, fueron. “Fue una revelación! Escuchamos la música; y vimos a los bailarines y no eran las típicas estrellas veinteañeras de Hollywood. Eran personas de verdad: altos, no tan bien parecidos, con un poco de sobrepeso. Pero cuando empezaron a bailar, fue una completa transformación; se volvieron estrellas sobre el escenario. Nos encantó y se lo contamos a todo el mundo!”

Uno de los miembros del espectáculo, Nelson Ávila, comenzó a enseñar una clase los lunes a la tarde. Jean no podía ir porque estaba trabajando medio día, pero ella se inventó “una cita con el dentista”. Fueron y comenzaron a tomar clases. “Fue una historia de amor instantáneo. A la semana siguiente, Jean volvió a escaparse del trabajo, y otra vez a la semana venidera y la otra... hasta que su jefe la despidió! Pero no nos importaba!”



Nelson les presentó a Nélida, Copes, María Nieves y al resto. Se convirtieron en fanáticos. “Vimos el espectáculo 6 u 8 veces antes de seguirlos a París. Todas las noches nos metían de contrabando en el teatro como parte de la compañía. Y después del espectáculo, nos íbamos a un club nocturno argentino llamado Les Trottoirs de Buenos Aires, con algunos de los bailarines del espectáculo, y nos quedábamos allí hasta la una. Alguien del show bailaba uno o dos números, y luego nos invitaban a bailar. ¡Fue un sueño! De repente -con artritis en mi espalda y todo- recibíamos tanto amor y atención!”

Inspirado por su nueva pasión, Alex le preguntó a un miembro del espectáculo: -¿Cuánto tiempo lleva aprender este baile? La respuesta fue -Toda la vida! Alex dijo -Ay, Dios mío! Tengo 70 años. No tengo tanto tiempo!

Más tarde conocieron a Danel y María Bastone y tomaron clases con ellos, y bailaron en cada cumpleaños y aniversario. Los Turney se volvieron ‘estrellas’ dentro de la comunidad tanguera. Estuvieron entre los primeros milongueros en el área triestatal (Nueva York, Nueva Jersey y Connecticut). “Los primeros años no podías encontrar cien personas que bailaran tango. Íbamos a clases en las que sólo había 6 u 8 personas”.

Aún estando en Fred Astaire, participaron de una competencia con otros cinco estudios. Y se quedaron con el primer lugar! A los 85 años (Jean tenía 79) fueron elegidos para protagonizar “Tango Octogenario” de David Licata, una película que se vio en cientos de festivales de cine sobre danza en cuatro continentes.

Durante los últimos 11 años, ha sido sólo él en este viaje. Ya no baila tanto, pero aún disfruta de sentarse y mirar. “El tango es parte de mi vida. Creo que frenó nuestro envejecimiento. Bailar el tango y toda la exposición y admiración que recibimos, nos sentimos como dos jóvenes, en nuestros 70 y 80 años”.

El secreto de sus jóvenes 97 años se esconde detrás de tres letras: DBA. “Dieta, Baile y Amor. Yo estuve casado 57 años con una mujer. Yo la quería y ella también me quiso. Creo que nuestro matrimonio fue más hermoso porque nos teníamos el uno al otro, necesitábamos del otro, nos conocíamos, sabíamos cada paso, cada matiz. No podría haber imaginado algo tan emocionante, gratificante y maravilloso, que volviera a unir a las personas. Es por eso que el tango es especial. No se trata de gimnasia, sino del elemento romántico de un hombre y una mujer juntos en armonía, bailando como si fueran uno”.

Si hay que definir al tango, Alex no duda: “Es una historia de amor de 3 minutos. Dos cuerpos, bailando juntos como uno solo. Y esa sensación de sostener a la mujer en tus brazos y esa música hermosa, sentimental y sensual, es simplemente una combinación mágica y maravillosa”.