Por
Néstor Pinsón

Leopoldo Díaz Vélez nos comenta sus tangos

uando hace varios años realicé un reportaje a Leopoldo Díaz Vélez, me resultó tan grata la charla que se prolongó en una apreciable cantidad de tardes, en su monoambiente de la calle Malabia al cien.

En una de las últimas me atendió cuando sonaba su teléfono. Me senté y esperé mientras sólo escuchaba unos murmullos. Regresó con la habitual sonrisa siempre a flor de labios. —«¿Sabés con quién hablé?»; —«Me imagino que una mina» —contesté—. —«¡Pero qué mina es el asunto!». Así era Leopoldo, un picaflor y un romántico. Me dijo que en SADAIC tenía 420 títulos registrados y acto seguido me contó:

Qué habrá sido de Lucía”: «Siempre me preguntaron quién era Lucía, pensando, vaya uno a saber que aventura fue la que tuve. Pero nada de eso, se trató de algo muy sencillo que me dejó con cierta melancolía. Yo vivía en el barrio de Belgrano y, al mediodía, salía para mi trabajo en una oficina del correo, la de suministros. Viajaba en el colectivo 63 y todos los días coincidía con un grupo de chicas que tenían sus ocupaciones por la zona y vivían por Flores o Caballito. Con el tiempo nos saludábamos y charlé con todas, pero más con Lucía, una linda muchacha rubia que me llamaba la atención. Le comenté que cantaba y ella me dijo que le gustaba el tango. Fue un romance mío, secreto, un romance de transporte».

—¿Pero te llevó el apunte, pasó algo entre ustedes?

«No, no le habré entusiasmado, no le habrá convencido tener un pretendiente cantor de tangos».

—¿Te dijo algo, hubo otro tono de conversación?

«No, un día dejó de venir, ni sus compañeras supieron la razón. No creo que fuera por mí porque nunca le dije nada. Yo llegaba hasta Rivadavia y Azul y una chica de apellido Cacciatore bajaba conmigo, ella seguía unas cuadras más. Y varias veces nos preguntamos: «¿Qué habrá sido de Lucía?» La frase me quedó dando vueltas y vino el tango. Alberto Marino hizo una muy buena versión, también lo grabó José Basso con Carlos Rossi, Rubén Juárez y otros más ¡Ah! me acuerdo, lo escribí en 1947».

—¿Hubo algún tango que se haya destacado por ser más exitoso que los otros?

«Por suerte fueron varios los éxitos, pero no todos son parte de mi vida, de pronto cualquier hecho trivial me hacía soñar y salía la letra. Tuve una relación linda pero breve con una mujer, ocurre que yo me portaba mal y cuando se daban cuenta me dejaban. Con ella me pasó algo especial porque bastante después de la separación, comencé a preguntarme con qué otro hombre estaría saliendo. Y se me ocurrió: «¿Quién tiene tu amor?» La música también es mía y fue una pegada ya que se grabó en diferentes ritmos, la melodía daba para boleros y esas cosas. En la Confitería Richmond, de la calle Suipacha, se lo hice escuchar a Elsa Rivas. Le gustó y se lo llevó a Alejandro Romay al Canal 9 de televisión y este se lo pasó a Leopoldo Federico que dirigía la orquesta del canal. Lo estrenó en la misma Richmond y luego lo grabó. Y tuvo mejor difusión, cuando lo llevó al disco la orquesta de Alfredo De Angelis.

«Yo vivía a la vuelta sobre la calle Lavalle y, una tarde, me persiguió hasta mi casa Argentino Ledesma pidiéndome una partitura y no podía creer que no tuviera ninguna. Días después se la conseguí. Finalmente, hubo dificultades con el sello y no pudo grabarlo. Más adelante, se me aparecen unos señores bolivianos que querían el tango cantado por Ledesma, ya que en su país el tema era un éxito y lo querían sacar acoplado con “Illimani”, de Néstor Porto Carrero, ese tango que nombra el famoso cerro. El Negro se enteró y con Jorge Dragone trataron de convencer a los señores que se llevaran otro tango que andaba muy bien y que ya estaba grabado. Pero como eran sólo emisarios, llamaron al patrón del sello boliviano para consultar y no hubo caso. Era “Quién tiene tu amor” o ninguno. Yo me desentendí del asunto. Luego supe que querían diez mil copias. Supongo que a Ledesma y Dragone no le dieron las piernas para llegar cuanto antes a la grabadora. Y lo grabaron y habrán obtenido su rédito».

—Si es por el título podemos pensar que hay una conexión con “Entre tu amor y mi amor”.

«Sí, tiene el corte del otro, pero pura fantasía en este caso. La música es de Juan Pomati que fue además un eximio copista buscado por todos los directores de orquesta y, por lo tanto, tenía fácil acceso a todos ellos, como Héctor Varela, De Angelis, Francisco Rotundo entre otros. Lo que nos permitía hacerles escuchar los temas nuevos por si les interesaba. Me gustó la versión de Armando Laborde con Héctor Varela. Pomati fue bandoneonista de Tití Rossi durante mucho tiempo. Otro buen copista fue Orestes Zungri. En aquella época los copistas eran muy importantes, no existían las fotocopiadoras y cuando se debía incorporar un nuevo tema a un repertorio se debía esperar ansiosamente el trabajo del copista, copiaban del original una partitura para cada músico».

—Otro nombre de mujer aparece en “Si es mujer ponele Rosa”.

«Sí, pero este es muy tierno. La idea surgió un 30 de agosto, día de Santa Rosa de Lima. Una cuñada mía estuvo parando unos días en mi casa para estar cerca de la maternidad, ya que se le acercaba el momento del parto. Cuando en la madrugada comenzaron los dolores fui yo quien la llevó al Hospital Rivadavia. Hubo algunos aprestos hasta que llegó la enfermera que la llevaría a su habitación, yo me retiré, pero antes de cruzar la puerta se me ocurrió decirle esa frase: «Si es mujer ponele Rosa». ¡Para qué! Las dos se largaron a reír. De vuelta en la calle fui caminando sorprendido por la reacción de ambas, entonces algunos versos me empezaron a rondar con ritmo de milonga. Finalmente, salió y muy buena fue la versión registrada por Ángel Vargas».

—Leopoldo, uno más y por hoy dejamos. El que vos quieras.

«Puede ser el primero que me grabaron, tiene su historia. Se trata de “Muchachos comienza la ronda”. Pero en realidad, mi primer tango fue “Hoy quiero vivir” —para los carnavales de 1937—, con música de Lalo Benítez, luego pianista de Alfredo Gobbi. Con él, formamos una orquesta para aprovechar aquellos bailes y hacer algunos pesos. Nos presentamos —yo como cantor— en el Club Atlético Pilar, de esa ciudad y allí, lo estrenamos, pero no llegó al disco. Yo ni soñaba con ser autor de letras, pero las fui escribiendo y así apareció “Muchachos se armó la milonga”. Lo cantaba Alberto Castillo con Ricardo Tanturi cuando actuaban en el Palermo Palace. En una parte el cantor dice «Oiga que lindo compás/ aquí en el baile del lengue/ se baila canyengue…», pero eso pertenecía a la letra original donde había palabras lunfardas que estaban prohibidas por las autoridades, era la época en que pretendían enseñarle al pueblo a hablar bien. Se podían cantar en las milongas, pero no en radio o llevarlas al disco. Entonces, le modifiqué letra y título y fue mi primer tango que se grabó. Era para Lucio Demare con Raúl Berón, pero apareció Osvaldo Pugliese y le pidió la prioridad, Lucio le cedió el derecho, fue en el sello Odeon y no estaba permitido que dos orquestas registraran el mismo tema en una misma empresa, pero poco antes ya lo había registrado para la Victor, Ricardo Tanturi con Enrique Campos. Fue el 6 de agosto de 1943, y aquí hubo una feliz coincidencia, esa misma noche lo estrenaron en Radio El Mundo, fecha del cumpleaños de mi madre. Otra versión, la de Pugliese fue por radio días más tarde, el 27. La música le pertenece a Luis Porcell, en realidad Porcellana su apellido, que fue bandoneonista entre otras de la orquesta de Carlos Di Sarli».

—Algo más, Leopoldo, ¿cómo fue aquello del plagio de Joan Manuel Serrat en “Fiesta” con respecto a “La milonga y yo”?

«¡Pibito lindo! —me pellizcó la mejilla—, eso lo dejamos para la próxima».