Por
Anamaría Blasetti

Germinal Lubrano, el pintor del tango

l 15 de septiembre de 1918, nacía el que sería uno de los más importantes pintores de la obra tanguera; hoy tiene 92 años; pinta un cuadro al óleo por día y ya lleva realizados más de 600 con la misma temática: la que le inspiran las letras de tango.

Una vez su amigo Edmundo Rivero le había dicho: «Los pintores argentinos no han pintado el tango...» Por eso la pintura de Lubrano se introdujo en la letra y el decir de Edmundo Rivero, Carlos Gardel, Enrique Santos Discépolo, Homero Manzi, Pascual Contursi...



Para entonces, Germinal Lubrano era ya un pintor consagrado. Muy atrás quedaba su actuación como dibujante humorístico y sus éxitos como empresario periodístico, con revistas como Carnaval, Descamisada y Risueña.

Hijo de Rosa Cortese, argentina y porteña, y de Pascual Lubrano, nacido en Calabria, fabricante de calzado a medida, desde pequeñito le fascinaba ese largo pasillo donde había suelas enteras desde el piso hasta el techo; una de las primeras cosas que hizo fue aprender a dibujar zapatos.

En 1920, debido a problemas por ser anarquistas, la familia opta por radicarse en Montevideo, Uruguay. Allí hace la primaria y secundaria; luego pasa al Círculo de Bellas Artes. Germinal seguía trabajando con su padre, aunque podía más en él el dibujo que la fabricación de calzado; le hacía los moldes de los calzados en escala y los modelos le brotaban como al mejor modelista.

Añorando su lugar, transcurridos los años, se vuelven a Buenos Aires, más precisamente al barrio de Floresta.

Nuevamente en esa casa que dejó de niño, Germinal comienza a trabajar con un dibujante español, José Sánchez, quien tiene a su cargo la publicidad de la mueblería Maple y de Zapatos Tonsa, haciendo el dibujo del calzado terminado a tinta china; ¿quién más indicado para realizar esta tarea que ese muchacho que por un lado lustraba zapatos ajenos, y por el otro ayudaba a su padre en el diseño de los zapatos propios, todo en el mismo local, donde además se vendían billetes de lotería y se ofrecía servicio de mensajería?

Sin embargo, muy pronto, con sus inquietos 17 años, recala en la redacción de la revista Viva Cien Años, donde aprende a diagramar, un factor más a su favor para incursionar en el periodismo gráfico. Por otra parte, Viva Cien Años le servirá de puente para presentarse en la redacción de la recién aparecida revista Patoruzú, donde es atendido nada menos que por Luis Alberto Reilly. Y los dibujos de Lubrano ocuparon un lugar destacado en la flamante revista, junto a los del propio Dante Quinterno, Poch, Divito, Ferro, Guratti, Muñiz, José L. Salinas... Hasta que le tocó hacer el servicio militar obligatorio (entonces a los 20 años): «Me cortó todo, un año perdido en el Regimiento de Infantería General Belgrano Nº 3» —se lamenta— «A mi regreso a la vida civil, la revista estaba con su plantel completo y en un plan de economía...»

Pero lo que Germinal recuerda con más desazón de ese período, es la muerte de su madre. Su hermana Lucrecia, entretanto, había contraído matrimonio y su padre había reorganizado su propia vida.



Lubrano se muda a una habitación en un edificio ubicado en la calle Maipú, «justo arriba del Marabú», acota con cierto aire de picardía. Aparece en esos días el matutino Libre Palabra y aprovecha a presentarse con un personaje, aún sin nombre, que es bautizado por Franchi, director del diario, como Don Yacumín: «Era un viejito pícaro con las chicas...»

También por aquellos días salió la revista Estrellas, en la que además de dibujos, se le encomendó que la diagramara.

Al mismo tiempo que Don Yacumín en Libre Palabra, publicaba en El Pampero, una historieta titulada Bien Porteño. Después se sumará su personaje Vivonet en Risueña.

También es llamado para diagramar la revista ¡Boca...!; todavía recuerda que comenzaban a trabajar al finalizar el partido y seguían hasta las 4 de la mañana. Fueron diez años en los que trabajó junto a Julián Centeya.

Eso sí, reconoce que más allá de aquellas largas jornadas de trabajo, le gustaba vivir bien:

«Siendo un típico muchacho de los 40 me agradaba vestir bien; por lo general usaba traje de casimir inglés, camisa con cuello almidonado que en ese entonces se vendían aparte y se mandaban a planchar. Usaba pañuelo de seda blanca; zapatos gamuza de nobuc, cabritilla, charol acordonado... Peinado a la gomina “a la cachetada”, tirando el cabello hacia atrás peinándolo desde la sien hasta la nuca. Ese peinado lo saqué de los muchachos milongueros del 40...»

Vivía bien aunque trabajaba mucho, pero si bien esto último no le preocupaba, sentía como un cargo de conciencia cuando se planteaba: «Hay un club que no tiene revista, ¡y es el mío!» Así fue como nació la revista Independiente, que subtituló: Los diablos rojos de Avellaneda, de la cual llegó a vender 40.000 ejemplares; también allí lo acompañó Julián Centeya.

«En el año 45 yo estaba tomando café en un bar y, a través del vidrio, veo pasar una manifestación. Me llamó la atención un muchacho que iba con una camisa atada a un palo. Desde mi mesa lo dibujo y al terminarlo me doy cuenta que me ha salido un logo».

Sería algo más que un logo, porque a partir de esa idea nacería Descamisada, una revista humorística favorable al naciente peronismo, cuyo primer número apareció el 22 de enero de 1946.

Actualmente, Germinal Lubrano despliega ese mismo humor comprometido —aunque bien actualizado—, en el blog Descamisada 2010. Pero volvamos a aquellos años 40: aunque continuaba con la revista, Lubrano empezaba a sentir la necesidad de dedicarse de lleno a la pintura. Y en este aspecto no es concesivo: «Un cuadro tiene que representar algo; si no, no dice nada, ¡es nada!»

Decididamente figurativo, los personajes humildes, la gente de la tierra y el barrio se aposentan en su pintura, y en los 90 el centenario de la Avenida de Mayo fue parte de su motivación.

«La idea fue apasionante... hacer una exposición cuyo tema fuera una arteria tradicional de nuestra querida Buenos Aires; nos pareció casi irrealizable, sin embargo la Avenida de Mayo atraía con fuerza e inspiración.»

Corroboran sus palabras las 21 obras exhibidas en la Galería de Arte del Centro de comunicaciones CID, entre ellas Pirámide de Mayo, Edificio Barolo, Pedemonte, Café Tortoni, Los 36 billares, La Catedral, Castelar Hotel, El aljibe del Cabildo, Restaurante Don Pipón...

Y en esa arteria tradicional de Buenos Aires también está la Academia Nacional del Tango, donde Lubrano expone óleos en los que empieza a interpretar plásticamente el tango, el 11 de diciembre de 1996 (Día del Tango), lo que continúa algunos meses después, el 30 de abril de 1997, en la Academia Porteña del Lunfardo; en este caso el catálogo se engalanó con el rostro de Edmundo Rivero dibujado por el pintor y los versos que el primero dedicara a éste:

Labura de pintor y en extendida
superficie total, el arte expresa
con plástica materia, la certeza
de fijar la pasión que está escondida...


Nota de la dirección: Germinal Lubrano falleció un par de años después de redactada esta nota, el el 18 de enero de 2012.