Por
Javier Barreiro

Cantantes españoles de tango

orría 1903 cuando la señorita Blanca del Carmen, que frecuentó diversos géneros musicales, efectuó, con el sello Gramófono y número de serie 63221, la primera grabación de un tango en España, “La bicicleta”, que, como es sabido, es más un cuplé que otra cosa. En marzo del año siguiente, 1904, fue el gran barítono aragonés Marino Aineto quien grabó un viejo tango zarzuelero, “Entre mi mujer y el negro” que, pese a haber sido estrenado en el lejano 1859, alcanzaría a tener otras versiones.

Pero no es hasta 1911, en que se presenta Linda Thelma, cuando parece haber tango cantado en la península ibérica. La fecha coincide con el primer auge del tango en España y otros lugares de Europa. En seguida, las cupletistas se apuntan a la moda naciente y graban tangos. Entre ellas, Resurrección Quijano, Teresita Maravall (La Zazá), Paquita Escribano, Jesusilla Unamuno y La Goya, que popularizará “Maldito tango” del chileno Osmán Pérez Freire.

Hacia finales de esta segunda década del siglo XX, el tango cantado se está afirmando y será a partir de entonces cuando muchas cupletistas registren grabaciones a lo largo de su carrera. Entre ellas, debe citarse especialmente a Raquel Meller que, tras su llegada a Buenos Aires en 1920, lanzó su famosa versión de “Milonguita (Esthercita)” y otros tres tangos: “Una más”, “Aquel maldito tango”, y “Rosa de fuego”.

Otras, entre las artistas que lo llevaron al escenario y al disco, fueron Ofelia de Aragón, Mercedes Serós, La Goyita, Elvira de Amaya, Inesita Pena, Nena Rubens, Luisita Esteso, Encarnita Marzal, La Bella Dorita y Ramoncita Rovira, que estrenó el tan famoso “Fumando espero”, pero que apenas logró otros éxitos. Este tango se escribió en realidad para una pieza teatral, la revista La nueva España, estrenada a principios de diciembre de 1923 en el teatro Victoria de Barcelona, que no tuvo impacto alguno. «La música produce el mismo efecto de una cosa muerta y desenterrada», escribió Bustillo, el comentarista de La Vanguardia, que, en su crónica (12-XI-1923), lo tildó con muy escaso fundamento de “tango cañí”. Ramoncita lo grabó en 1926 y en la partitura figura, precisamente, como “tango-cuplé”.

Tania lo introdujo en la Argentina, pero quien lo registró fue Rosita Quiroga en un disco Victor (agosto 1927) y, poco después, Ignacio Corsini en diciembre del mismo año. Pronto alcanzó muy numerosas versiones que han continuado hasta la actualidad. Entre las más famosas figuran las de Argentino Ledesma, con Héctor Varela (Columbia), en 1955 y con Di Sarli (Victor), en diciembre de 1956; la de Libertad Lamarque con Víctor Buchino, en 1956, también para la casa Victor, y la de Carlos Dante con Alfredo de Angelis (Odeon), en abril de 1956.

Archifamosa se hizo la mórbida interpretación de Sara Montiel en la película El último cuplé (Juan de Orduña, 1957). Entre otros muchos, también lo dieron a las planchas las orquestas de Alexandre y Eduardo Gadea, ésta con ritmo de mambo, Carlos Acuña, Imperio Argentina, la Bella Dorita, Corita Viamonte y hasta hubo versiones cómicas, como la parodia que durante muchos años llevó por los escenarios españoles Mary Santpere.

La letra, publicada en la Argentina por la revista El alma que canta, en febrero de 1928, pertenece a Félix Garzo y el cigarrillo que tan cálidamente saborea su protagonista es, evidentemente, de algún producto estupefaciente. Así, el texto alcanza pleno sentido. Otra de las composiciones de Juan Viladomat tuvo relación directa con las drogas, entonces bastante comunes entre la gente nocherniega y adinerada: “El tango de la cocaína”, perteneciente a una pieza corta (“guignol en un acto”) de Amichatis del mismo título, estrenada con más éxito que la anterior en el teatro Español de Barcelona (Octubre, 1926). Alcanzó más de quinientas representaciones y su creadora fue Lolita Arellano.

En España, la época de oro del tango cantada hay que situarla a partir de 1923, en que Francisco Spaventa debutara el 11 de octubre en el madrileño Teatro de la Comedia y, sobre todo, con la aparición de Carlos Gardel que, contra lo que se suele creer, debutó con Razzano en el Teatro Apolo tan sólo dos meses después (10 de diciembre) de que lo hiciera Spaventa, actuación precedida de una fuerte campaña publicitaria.

Pronto las argentinas, luego españolizadas, Celia Gámez e Imperio Argentina competirán con las figuras españolas, ya no cupletistas sino especializadas en tango, que van surgiendo, como Celia Deza o el primero de los cantantes tangueros nacidos en la Península Ibérica, Mario Visconti. La mayor parte de ellos continuarán cantando en los treinta junto a las numerosas orquestas y cantantes que llegan del otro lado del Atlántico. Surge también, como figura de gran predicamento popular, Carmencita Aubert.

Mario Visconti, nombre artístico de Mariano Royo había nacido en Zaragoza (1908) y comenzó a cantar tangos en Barcelona a final de la década de los veinte obteniendo pronto gran aceptación por parte del público, de modo que en seguida comenzó a grabar con la casa Parlophon para pasar después a hacerlo con Odeon. Llegó a ser escuchado por Gardel, que le animó para que continuara. Recorrió Europa con diversos músicos entre los que se cuentan el guitarrista Rafael Iriarte, el pianista Cruz Mateo y el director José Melin. Tuvieron gran éxito sus dúos con Carmencita Aubert, que se llevaron repetidamente al disco. Recorrió también Egipto, Turquía e Irán, donde estuvo actuando dos años.

La guerra mundial le sorprendió en Hamburgo, actuando con Eduardo Bianco. Se traslada, después a Italia donde graba varios discos para el sello Cetra con la orquesta de Canaro. En 1943, vuelve a España de nuevo con Bianco. Forma pronto su propia orquesta y firma contrato con Odeón consiguiendo espectaculares cifras de ventas para la época. Lola Membrives le ofrece la oportunidad de actuar en Buenos Aires, donde le contrata Radio El Mundo. Permaneció varios años en la Argentina con salidas a otros países del Cono Sur. Regresó a España en 1948, donde siguió cantando, especialmente boleros y tangos, hasta que en los cincuenta su estrella comienza a declinar, retirándose en 1954, con una fugaz reaparición en 1960 para grabar cuatro tangos. Murió en un asilo barcelonés en el año 2000.

En cuanto a Carmencita o Carmelita Aubert (1912) era el nombre artístico de la barcelonesa Carmen Recasens Aubert, hija de una artista de variedades conocida como La Guayabita, que la introdujo en una academia de artistas, donde la descubrió el famoso cómico catalán, Alady. Con él debutó hacia 1930 y pronto formó un dúo dedicado principalmente a la interpretación de tangos con el mentado Mario Visconti. Junto al cantor argentino Héctor Morel interpretó Mercedes (José María, Castellví, 1932), film que incluía varios tangos, así como “Abajo los hombres” (José María Castellví, 1935).

En los años treinta fue una de las intérpretes más populares del tango en España y dejó numerosas grabaciones para el sello Odeón, como son “El penado catorce”, “Silencio”, “Danza maligna”, “María Esther”, “Un compadrito fue”, “El pañuelo marcado”. Su compromiso durante la guerra con el bando republicano le forzó a continuar su carrera como vedette en Portugal, donde sería una primerísima figura.

Los años cuarenta traen nuevos cantores como Roberto Luna que luego marcharía a Buenos Aires para cantar bajo el nombre de Roberto Gallardo, El Gran Kiky, especializado en tangos paródicos, mientras otros cantores melódicos incluyen frecuentemente tangos en su repertorio. Entre ellos deben citarse a Jorge Sepúlveda, García Guirao y Rafael Medina. Mientras tanto, las orquestas de baile, tan de moda en el periodo, incluyen tangos cantados por vocalistas en sus actuaciones.

Durante los cincuenta decaerá el tango aunque el éxito de “Fumando espero”, cantado por Sarita Montiel en la película más taquillera del cine español durante mucho tiempo, El último cuplé (Juan de Orduña, 1957), dará lugar a que incluya en su repertorio y grabe varias decenas de tangos. Es sabido que Sara Montiel no había cantado nunca en el cine y fue la renuncia de otras cantantes a poner su voz lo que hizo indispensable que la artista manchega lo intentase con la ayuda del maestro Solano. Tuvo un impensado éxito, aunque la siempre cáustica Raquel Meller dijera: «No se pueden cantar mis cuplés con voz de sereno borracho».

Martirio" align="right"/>Otros cantantes melódicos, como Lolita Garrido, los incluyen en sus actuaciones y discografía. También Pepe Blanco, que obtuvo gran éxito en la canción regional y que los cantaba con un estilo muy personal. Los Cinco Latinos, grupo melódico procedente de la Argentina, registraron varios en sus tan populares discos.

Los años sesenta constituyen el periodo de mayor decadencia del tango, sólo la voz de Carlos Acuña —el principal sustentador del canto tanguero en España durante mucho tiempo— continuará surtiendo a los nostálgicos. En los setenta se produce un cierto renacimiento en Barcelona, donde graba la argentina Elba Picó. Cantautores procedentes de la nova cançó catalana, como Guillermina Motta y Enric Barbat, registran asimismo tangos en catalán de carácter satírico, mientras en Madrid mantiene la llama tanguera Carlos Montero.

En los ochenta, acuden figuras como Susana Rinaldi, Nacha Guevara o Rubén Juárez, que actúa varias temporadas en Madrid, pero, durante ellos no hay cantores españoles de tango fuera de ámbitos muy locales. La situación cambia con la aparición del grupo Malevaje. Sus miembros, con Antonio Bartrina a la cabeza, proceden del rock, pero se especializan en tangos consiguiendo una gran audiencia. Poco después grabarán discos con gran éxito de ventas pero poco aprecio por parte de los aficionados, figuras de la canción popular como Julio Iglesias y Juan Manuel Serrat, así como el tenor de fama universal Plácido Domingo. En los últimos años, procedentes del flamenco, han grabado discos de tangos grandes figuras como Maite Martín, Martirio, El Cigala y El Cabrero, éste último con gran aprobación por parte de los entendidos.