Por
Norberto Chab

D'Agostino - Confesiones de Ángel D’Agostino

e sido un porteño precoz, nací en la calle Moreno entre Virrey Cevallos y Solís, el 25 de mayo de 1900. En mi familia eran todos músicos. Ya sea por estudio o por afición. Como en mi casa había un piano, no tenía seis años cuando decidí estudiar. En poco tiempo dominé el teclado y no pasó mucho tiempo cuando ya me consideraron un niño prodigio y desde entonces ya me enfrenté al público.

Yo ya alternaba con músicos de tango. No porque prefiriese esa música, ya que mis estudios fueron eminentemente clásicos, sino porque muchos de ellos —caso Manuel Aróztegui o Alfredo Bevilacqua, entre otros—, venían a casa por ser amigos de unos tíos míos.

De Bevilacqua recuerdo que ya por 1908 tocaba un tango, que luego en el año del Centenario llamó “Independencia”. Pero además me vinculaba a músicos que provenían del exterior, ya que al conservatorio donde estudiaba —que era de un napolitano amigo de mis abuelos— arribaban todos los músicos que se presentaban en el país.

Desde los diez años toqué en casas de familias lujosas. Un año más tarde —ya estaba en el colegio nacional—, inicié una temporada de teatro infantil con Ernesto Bianchi y Juan D'Arienzo de compañeros. En 1912, formé una orquesta, fue una temporada de huelgas estudiantiles y aproveché para decidirme por la música y dejar el colegio. Continué con las familias ilustres, en 1914 era el pianista de Saturnino Unzué, por ejemplo. En ese entonces el hombre de jazz Eduardo Armani, me llevó junto a él para tocar en una cervecería alemana.

El tango me gustaba. No hay que olvidar que ya de pibe lo escuchaba en casa. Era 1915 y al lado de Armani vivía Roberto Firpo, con el que me vinculé, lo mismo con otros músicos. Así fue como alterné en diversos salones. Pero además, comencé a hacer teatro. Fue en la compañía de Fernando Díaz de Mendoza y María Guerrero (los hacedores del Teatro Cervantes que luego legaron a la ciudad) y en diversas obras acompañé a grandes figuras de la época como Gloria Guzmán o Roberto Casaux.

Cuando cumplí los 18 años me presenté en salas como el Jockey Club, el Empire, el Florida y en el Apolo con el mejor violonchelista del mundo: Ennio Bolognini, con quien tuve la suerte de cultivar una gran amistad. Recuerdo que cuando finalizó la primera guerra mundial, desde el balcón de su casa tocamos juntos “La Marsellesa”. Claro que después seguimos por caminos diferentes. Un año más tarde debuté en el Teatro Esmeralda (luego fue Maipo). El 15 de marzo de 1920 formo mi primera orquesta de adulto, que tocaba típica y jazz, porque con una sola cosa no se podía vivir.

La misma debutó en el Teatro Nacional con la compañía Arata-Simari-Franco, hicimos la pieza Armenonville, de García Velloso. Después trabajé en el Palais de Glace. Aquí incluí en la orquesta a Agesilao Ferrazzano, el mejor violín de tango que haya escuchado, con quien años más tarde compartimos la dirección. Claro que mi jazz tenía una particularidad. Lo que hacíamos era música espectáculo. Realizábamos parodias y nos divertíamos tocando, algo que no era común. En cambio en tango no, era otra forma de ejecución. Tan grande fue nuestro éxito que en 1921, estando en el Royal Pigalle y en el Teatro Ópera, me ofrecieron un contrato para ir a París. Yo me negué, porque quería quedarme aquí.



Fui el primero en formar una orquesta para animar las veladas del cine mudo, fue en 1925 en el cine Paramount. A partir de entonces, surgieron otros músicos como Julio De Caro. Ese mismo año en L'Aiglón, debutó conmigo un muchacho recién llegado de Córdoba, era Ciriaco Ortiz. En 1928, conformé mi orquesta junto con el violinista Alfredo Mazzeo. Al año debuté en Radio Prieto. En el programa me encargaba de invitar semanalmente una figura de la música para que tocara su instrumento habitual. Aquí fue donde se conocieron Francisco Fiorentino y Aníbal Troilo.

A Ángel Vargas me lo presentó Vázquez, un empresario que estaba casado con Paulina Singerman. Vargas era tornero de frigorífico y lo presenté en 1932 en el Cine Florida. Allí trabajamos con Libertad Lamarque y con Casimiro Aín. Luego, seguimos en diversas salas. También hicimos radios y teatros. En 1936, me contrataron para El Chantecler, el cabaret de mayor categoría en Buenos Aires. Estuve allí hasta 1940, año en que fui contratado para animar los bailes de carnaval en el Cine Broadway. Al mismo tiempo, me contrató Pablo Osvaldo Valle para Radio El Mundo. Llegando fin de año, grabé para la casa Victor mi primer disco y comienza el dúo Ángel D'Agostino - Ángel Vargas.



En 1943, tuve el orgullo de ser premiado como mejor director de orquesta en la mejor audición de tango de todas las épocas: Ronda de Ases. El premio fueron 1.750 pesos. Una cifra bárbara para la época. El dúo siguió hasta 1946. Luego me fui alejando. Formaba un conjunto y me retiraba pronto, eso lo hice varias veces. Lo hice para estar solo y tranquilo. Si bien la música me dio grandes satisfacciones, hay cosas —como que a uno lo reconozcan— que no me gustan.

Extractada de “Tango, un siglo de historia: 1880-1980”, página 204.