Por
Ricardo García Blaya

Las casas editoras de partituras de tango (1ª parte)

as comunicaciones en al actualidad, son inmediatas. Un mensaje por correo electrónico llega en segundos a los lugares más distantes del planeta. También, la radio, la televisión, el fax, la telefonía celular, son caminos que conducen a la información muy rápidamente.

Esto no era así a fines del siglo XIX y durante la primera mitad del XX. En esos tiempos reinaba el correo y el teléfono y las noticias se propalaban lentamente.

Que decir de la difusión de la cultura y, en particular, de la música. La transmisión era fundamentalmente oral, de boca en boca. Los discos y los aparatos reproductores no estaban al alcance de todo el mundo y, la radio en la Argentina recién aparece a mediados de la década del veinte.

A uno le llama la atención, la cantidad y variedad de partituras antiguas que existen, con temas y autores hoy desconocidos. Más allá de las de compositores de la talla de Ángel Villoldo, Vicente Greco, Eduardo Arolas o Agustín Bardi, que nunca fueron grabadas. Y nos preguntamos para qué servían.

Entonces, concluimos que la partitura impresa fue el instrumento utilizado para hacer llegar las obras a los músicos y al público consumidor.

Esta fue su primera función. El autor se contactaba con una editorial musical para interesarla en su obra. El editor no era otra cosa que un hombre del comercio que busca un beneficio económico. Si el tema le parecía interesante para su venta, imprimía o mandaba a imprimir el pentagrama, le agregaba una tapa ilustrada, se ocupaba de difundir la partitura, para luego venderla o distribuirla en las casas de música o especializadas, y así llegar al público.

Un atributo documental de la partitura —cuando no existían los registros de la propiedad intelectual de las obras—, fue el de dar cierta legitimidad autoral a las piezas.

Podemos definir una editorial musical, como aquella persona o empresa que publica por medio de una imprenta u otro procedimiento, una obra propia o de terceros, volcada en un pentagrama, multiplicando los ejemplares para su difusión y venta.

Con las editoras podía haber dos negocios. El mencionado anteriormente de impresión, venta y difusión de la obra. O también, la venta de los derechos de la pieza –parcial o total- que, aún sin perder la información de sus autores, pasaban al patrimonio de la editora por un precio determinado.

Eran pocas las editoriales que tenían imprenta. En la Antología del Tango Rioplatense hay un párrafo al respecto, muy interesante: «Los impresores de música también tuvieron su lugar destacado. Fueron los industriales dentro de este activo comercio, mientras que los editores eran los responsables de las obras editadas y quienes las comerciaban. En algunos casos, como el de Breyer, el editor poseía imprenta musical. Por razones de orden económico se produjo también el proceso inverso: casi todos los impresores pasaron a convertirse en editores. El principal de todos ellos fue, sin duda, Ortelli Hermanos, la gran firma impresora del período».

Semánticamente, la partitura es un texto parcial de una obra musical. En ella está representado uno de los instrumentos o voces que componen la obra completa. Es decir, el pianista tiene su partitura, el violinista la suya, lo mismo el bandoneón, etcétera. Cuando se habla de la parte completa de una obra, involucrando todos los instrumentos y voces, se denomina “score”, palabra inglesa que no tiene traducción al castellano.

En nuestros días, las partituras han perdido parte de sus atributos, fundamentalmente, su función de difundir las obras. Los actuales usuarios de las partituras se han reducido a los músicos y a los aficionados.

Hubo cientos de empresas y personas dedicadas a la labor editorial. La mayoría de las piezas revisadas pertenecen a la colección de Bruno Cespi y a la Academia Nacional del Tango y fueron escritas para piano.

A continuación, un detalle de las casas editoriales que publicó el Instituto Argentino de Estudio sobre el Tango:

Manuel Aróztegui. Guayanas 480, Buenos Aires. Editó sus propias obras en la imprenta de Roque Gaudiosi (c. 1915).

M. Astengo, Litografía e Imprenta Musical. Gaona 2332, Buenos Aires. Realizó trabajos de impresión para otras editoriales, a partir de alrededor de 1905; y como editor desde 1920 aproximadamente.

Juan S. Balerio, Editorial. Bulnes 951, Buenos Aires. Editaba en la imprenta de Ortelli Hnos. desde alrededor de 1909. La firma continuó en la década del 20, en Salguero 1175, dedicada entonces a la publicación de partituras económicas; posteriormente sería continuada por la Editorial Balerio y Bonini.



J. M. Baña y Cía., Editores. Rivadavia 853, Buenos Aires. Sucesores de Sprunck y Cía., antiguo depósito de pianos, editaron tangos en la imprenta de Ortelli, entre los años 1905 y 1910 aproximadamente.

Baña, Lottermoser y Cía. Razón social sucesora de la anterior. Editó tangos entre 1912 y 1915 aproximadamente. En la década del 20 la firma sería continuada por Carlos Lottermoser con el nombre de “Casa Lottermoser”; desapareció a fines de la década del 60, siendo por entonces la casa de música de origen más antiguo en Buenos Aires.

A. F. Belaúnde y Cía. Florida 243, Buenos Aires. Tuvo negocio de pianos y músicas y editó entre 1905 y 1920, en algunos casos en la imprenta de Ortelli Hnos.

José Bonfiglioli., Edición Casa “Beethoven”. En 1909, en Callao 109, Buenos Aires. Luego, en Victoria 1632; aproximadamente en 1918 editó en la imprenta Ortelli Hnos.

Breyer Hnos., Editorial. Se trata de una de las principales casas editoras de música con que ha contado el país. Había sido fundada en 1882. Tuvo su origen en la Casa Neumann y Breyer, representantes de los pianos Bachtein y Neumann. A fines del siglo XIX se encontraba establecida en Corrientes 627, Buenos Aires; a comienzos del presente, en Florida 49/51 y un poco más tarde en Florida 414, dirección que con el correr de los años se convertiría en una de las más conocidas del comercio musical de la ciudad. La casa poseía talleres gráficos en Bolívar 1620 y abrió sucursales en las principales ciudades del país. En 1924, el fondo editorial y la imprenta musical fueron adquiridos por casa Ricordi, de Milán, de la que era representante desde alrededor de 1885. Breyer prosiguió entonces, con la venta de pianos e instrumentos musicales, compartiendo el edificio de Florida 414 con Ricordi. Editó tangos, desde comienzos del siglo XX, en sus series de “Tangos Criollos” y en infinidad de ediciones sueltas, cuyas impresiones presentan la mayor calidad y poseen las tapas más hermosas que se han realizado para este género popular.

César Canulli, Editor. Cangallo 1781, Buenos Aires. Editó en la imprenta de Gaudiosi (c. 1920).

A. Carrano, Editor. Piedad 947, Buenos Aires. Editó desde comienzos del siglo XX. En a década del 20 domiciliado en Riobamba 439.

Enrique Caviglia, Ediciones. También: Ediciones Mignon. A comienzos del siglo XX en Aguirre 334, Buenos Aires y luego en Álvarez 579 (c. 1910).

J. V. Cianciarulo, Editor. Pasco 540, Buenos Aires. Editó en la imprenta de Ortelli Hnos., entre 1905 y 1915.

Drangosch y Beines, Edición. Bartolomé Mitre 1032, Buenos Aires. Esta importante casa habría editado solamente tangos de Ernesto Drangosch, alrededor de 1915.

Editorial Autores Unidos. Bogotá 3024, Buenos Aires (c. 1920).

Juan Feliú e Hijos, Editores e Impresores. Alrededor de 1920, cuando se iniciaron en el comercio editorial, estaban domiciliados en Carlos Pellegrini 440, Buenos Aires, anexa a la Casa Baña, como se anunciaban. En las décadas siguientes, sería una importante casa editora de partituras económicas de tangos.

Luis Filardi, Editor. A comienzos del siglo XX establecido en Suipacha 374, Buenos Aires. Luego, ubicado en Bartolomé Mitre 2288 y en Bolívar 1546, alrededor de 1920. A través de sus propias ediciones se pueden conocer algunos aspectos comerciales de este editor. En la contratapa de una de sus impresiones (a 20 centavos la edición económica y a 60 centavos la de lujo), cargada de leyendas, se lee: «Nuestras ediciones económicas contienen el repertorio más extenso, novedoso y de mayor éxito; lo que se comprueba con as 800.000 piezas vendidas en el transcurso del año próximo pasado». Posteriormente, en 1932, en otra edición económica de tango, se presenta como: «Autor-Editor-Impresos-Industrial desde el año 1900». El editor Carrano —quien parece haber quedado en posesión de los derechos de Filardi— anuncia por la misma época: «Repertorio único seleccionado por el editor más antiguo de la Guardia Vieja. Señor Luis Filardi, Autor, Editor, Impresor desde el año 1900».

José Felipetti, Editor. Charcas 2288, Buenos Aires. Aproximadamente entre 1905 y 1910 editó tangos y otras obras de las que era autor, en la imprenta de Ortelli Hnos. y en la de M. Astengo. Alrededor de 1918, se estableció en Costa Rica 4372, editando tangos de autores varios en la imprenta de Ortelli.

Fuente: Veniard, Juan María: Instituto Argentino de Estudios sobre el Tango, Apéndice 4, Editores de música de tango.