Por
Ricardo García Blaya

El tango de la muerte - Idas y vueltas con “El tango de la muerte”

n la historia de nuestra música ciudadana existen innumerables ejemplos de tangos homónimos, aquellos con igual título pero diferentes en su música. “El tango de la muerte” es uno de ellos.

Con esta macabra denominación se realizaron dos tangos, una película y un sainete.

Resulta evidente que el primero de esos tangos —que no tenía letra—, era desconocido hasta hace muy poco por los exégetas del género, me estoy refiriendo a la composición de Horacio Mackintosh, un músico del que sólo tenemos algunas partituras pero del cual no sabemos nada. Y esto lo infiero por la confusión en que cayeron algunos escritores que lo mencionan. El segundo tiene música y letra de Alberto Novión y lo grabó Carlos Gardel (disco Odeon, 18059, matriz 991/1). También lo hizo Roberto Firpo en forma instrumental (disco Odeon, 6112, matriz 956). Ambos, en 1922.

Lo cierto es que en 1917, José Agustín Ferreyra, ese reconocido pionero de nuestro cine nacional, escribe y dirige un film con el título que nos ocupa (estrenado el 9 de abril), posiblemente inspirado en la obra de Mackintosh. Esta llegó al disco por única vez en 1917, interpretado por la Orquesta Típica Severino, de José Arturo Severino (disco Victor, 69722-B).

También pudo haber ocurrido al revés, y fue el músico quien se inspiró en el cineasta. Nuestro amigo e investigador Enrique Binda nos brindó los datos del registro de la partitura: Nº 16.569 del 5 de julio de 1917.

La confusión que constatamos aparece en un artículo firmado por Ricardo Ostuni, José Agustín Ferreyra: los tangos de un pionero del cine argentino, en la revista Tango Reporter (Nº 121, junio 2006), de Los Angeles, Estados Unidos, dirigida por nuestro amigo Carlos Groppa.

Allí escribe textualmente: «Ferreyra no fue un letrista profesional; ocasionalmente escribió letras para distintos tangos incluidos como lei motiv en sus películas. Sólo nos han llegado cinco de esas letras, aunque debió haber escrito varias más a lo largo de sus años. Cada una de las que conocemos corresponde a un film y tiene su pequeña historia. Sin embargo —y de modo paradójico— en su film inaugural, El tango de la muerte, no recurrió a la letra cantada del tango de Horacio Mackintosh con letra de Alberto Novión, sino al verso de indudable prosapia orillera, para que cada personaje definiera su estirpe».

Ostuni cae en dos errores, no se trata del primer film de Ferreyra sino del quinto, y Novión no tuvo ninguna relación con la obra de Mackintosh. En realidad, la obra de Novión tiene música y letra propia. Este tango mortuorio, recién se dio a conocer en 1922, en ocasión del sainete homónimo que también le pertenece.

En el exquisito libro Historia del Sainete Nacional, de Blas Raúl Gallo (Editorial Quetzal, 1958), el escritor nos relata la obra teatral de Alberto Novión, autor nacido en Bayona, Francia y radicado desde muy joven en Montevideo, Uruguay.

Refriéndose a él, afirma: «Cultivó todos los géneros, inclusive la revista, y alternó la acción escénica entre las clases pobres y el hampa, la ciudad y el campo, los menesterosos y la clase media, a la cual perteneció por muchos aspectos de su cultura y conformación espiritual».

Destaca además, que fue autor de muchas obras, algunas de muy buena calidad y otras, decididamente mediocres. Entre estas última sitúa el El tango de la muerte, a la que califica de sub-sainete, y a la que únicamente se la recuerda por un hecho tangencial: allí cantó la actriz Eva Franco el tango “Loca” de Manuel Jovés y versos de Antonio Viergol. El sainete se estrenó el 5 de agosto de 1922, por la compañía Arata-Simari-Franco y, en la partitura del tango están las caras de los tres actores ilustrando la tapa.

Muy distinta es la imagen de la de Mackintosh, que pertenece a la época de las bellas partituras de cartón que se editaron hasta 1920, aproximadamente. En ella, se aprecia el dibujo de una pareja elegantemente vestida, donde el hombre está a punto de clavar un puñal en el pecho de la dama.

La confusión mencionada también la encontramos en las referencias discográficas del excelente libro Gardel. La biografía, de Julián y Osvaldo Barsky (Editorial Taurus, 1ª edición, diciembre 2004).

Y, además, en la muy completa colección Todo Gardel, de 50 discos editados por Altaya en el 2001, en cuya guía del oyente (fascículo 43, página 32), dice: «La música de “El tango de la muerte” se debe al compositor Horacio Mackintons, de quien la única referencia que hemos hallado es que figura su nombre en la grabación que de esta página, realizó la orquesta de Roberto Firpo y que es puramente instrumental».

En ambos, la música de “El tango de la muerte” grabado por Carlos Gardel, se adjudica erróneamente a Horacio Mackintosh (con el apellido mal escrito), sumando Altaya una equivocación más cuando menciona el registro de Firpo.

En conclusión, existen dos tangos distintos, el más antiguo de Horacio Mackintosh, instrumental, editado por Breyer Hermanos (en 1917) y otro, el de Alberto Novión, con letra y música propia, editado por E. S. Castiglioni y Cía. (en 1922).

Como corolario trágico, una vuelta más. La obligada mención de “Plegaria”, tango de Eduardo Bianco dedicado al rey Alfonso XIII de España, que tuvo la siniestra peculiaridad de haber sido obligado a cantar en los campos de concentración —en la segunda guerra mundial—, cuando los condenados marchaban hacia su ejecución y, por tal razón, se lo apodó: El tango de la muerte.