Por
Néstor Pinsón

Rodolfo - Julio Rodolfo, un artista multifacético

l nos contó: «Mi llegada al mundo de la música es sencilla, porque provengo de una familia de músicos. Mi padre era contrabajista, dos tíos míos también lo eran, otro tocaba la guitarra y el bandoneón, era hermano de mamá: Rodolfo Bértola. Llegaron a tener un conjunto Los Errantes, era la época de los famosos bohemios del Trío Gedeón, y ellos hacían de todo un poco, tangos y otros ritmos. También, intercalaban diálogos humorísticos. Viéndolos me fui metiendo en ese clima. Ensayaban en mi casa. Otro tío también integraba un conjunto cómico-musical: Giovanetti-Catalano, que tenía sus trabajitos en los cines del barrio de Boedo.

«A los cinco años tocaba la armónica y aún, un poco antes, me metían en Los Errantes como baterista. Claro, me habían comprado una de acuerdo a mi tamaño, era un agregado, una nota simpática, al público le gustaba. Poco después se me dio por recitar y alguna otra cosa más.

«Mi inicio con el contrabajo fue tocando de oído y mi papá entonces me dijo que debía estudiar. Mi viejo estuvo en varias agrupaciones: Alberto Mancione, Emilio Orlando, y en cantidad de cuartetos que por entonces estaban de moda. Actuaban por la radio y después andaban de gira por ciudades del interior. Fue la época de los cuartetos de Azzerboni, de Enrique Mora, de Sara. Tenían trabajo permanente.

«Finalmente, ingresé al Conservatorio Municipal. Un gran maestro que tuve fue Hamlet Greco. Cinco años los pasé estudiando y trabajando al mismo tiempo. Era la época de las grandes orquestas, me acuerdo que cuando trasponía la puerta de Radio El Mundo, afuera era un gentío esperando la salida de los artistas.

«Actué con Mancione, después me fui con Miguel Caló a una gira por Centroamérica. Con Mancione fue lo primero que hice profesionalmente y, antes de Caló, hubo algo con Pedro Laurenz, con quien regresé al final de su carrera en 1970. Ya tocando y cantando. Mirá el salto que doy en la charla. Ese año hicimos la temporada en el Re Fa Si de Mar del Plata. En el elenco figuraban Astor Piazzolla, Aníbal Troilo, Mario Bustos. Fui el último cantor de Pedro Laurenz, sin llegar al disco. Actuamos en el Carnegie Hall de Nueva York, formando parte de una serie de números musicales. Me acuerdo que don Pedro era de dormirse muy tarde y se la pasaba en el hotel viendo por televisión dibujitos animados, se mataba de risa.



«Al principio con Laurenz fui bajista, me lo pidió un muchacho Román, pero de reemplazo. Toqué en Radio Belgrano, en bailes, ¡era increíble la cantidad de trabajo que había!

«Por entonces anduve en la orquesta de Orlando Tripodi cuando acompañaban a Florio-Durán y fue Orlando que me presentó a Miguel Caló. Toqué con tantos. Florindo Sassone fue uno de ellos, también grabé un larga duración con Osvaldo Fresedo, aunque la orquesta la dirigió Roberto Pansera porque ya don Osvaldo estaba enfermo, el cantor era Daniel Riolobos.

«Estuve con José Basso cuando fue a Japón en mitad de los 80. Ya había ido con Fulvio Salamanca, el que me descubrió como cantor, y por tercera vez y por ahora la última, con el maestro Osvaldo Requena, cantando y bailando. ¡Ah!, también estuve con la orquesta de Luciano Leocata en Radio Belgrano y en un cabaret de La Boca, allí en la primera vuelta cuando había menos público a veces me largaba a cantar algún temita. Siempre me gustó cantar y acompañarme con la viola.

«Con el que hice muchas cosas fue con el bandoneonista Osvaldo Rizzo —Pichuquito—. Bastante televisión, viajamos a Europa en 1974. Estuvimos en Italia, Alemania, Suiza, Australia. Éramos su bandoneón y yo en el canto. Previamente, en Buenos Aires, habíamos formado un cuarteto con un muchacho Castrito, en guitarra, yo en el bajo y la voz de Luis Correa.

«Una noche, creo que en El Abrojito, se aparece Fulvio Salamanca. Resulta que se iba Armando Guerrico y andaba buscando un reemplazante. Le interesaba Ángel Ramos, que en ese momento se hacía llamar De Santis, y les preguntó a Pichuquito y a Correa y estos me propusieron a mí. Lo hicieron sentar por atrás. Correa se me acercó para decirme que no se sentía bien: «¿Por qué esta vuelta no la hacés vos?». Así hice y después me propuso ser el cantor de Fulvio. Por supuesto que no le creí hasta que me llevaron a su mesa y me lo confirmó personalmente. Luego sacó de un bolsillo la partitura de “El último café” y me dijo: «Ensáyelo que lo vamos a grabar.», así me convertí en cantor. Debuté en la orquesta grabando. Ese día estaba muy asustado. Correa, que era un buen amigo, me llevó a tomar una ginebra y todo salió bien. Y me quedé siempre con Fulvio, desde aquel 19 de diciembre de 1963. Tuve la escapada con Laurenz, pero luego siempre con él, en calidad de cantor y de contrabajista.

«Bailar, bailé siempre, pero profesionalmente fue con Requena. Para su viaje a Japón le habían pedido alguien que en el show cantara y bailara. Otra vez aparece Pichuquito en escena y le cuenta que a mí me gustaba la milonga y que además, no conocía a nadie que hiciera las dos cosas. Requena me llamó y yo le dije que bailaba pero para un escenario no estaba. Me contestó: «Hay tiempo para prepararlo.». Allí apareció El Negro Raúl —que bailaba con Mariano Mores— para ayudarme y también Los Dinzel. Y así un poco de cada uno fui mejorando. Como pareja llevé a mi esposa que había aprendido baile de piba y era mi compañera en los clubes. Hoy me gustan las tres cosas, el contrabajo, el canto y el baile.

«La orquesta que más me atrajo, donde mejor me sentí como músico, fue la de Basso, por milonguera y porque era un hombre muy conocedor del tango y nunca perdió la esencia del mismo. Tuve un aprecio especial por Pepe.

«Viajé mucho, ya me están sellando mi tercer pasaporte. Hace poquito vine de Miami, allí estuve con Juan Carlos Copes. Viví casi un año en Puerto Rico, anduve por Nueva Zelanda y luego por aquí cerca, Perú, Bolivia, mucho en Venezuela, allí intervine en revistas, y aquí con el bajo y bailando estuve en el Teatro Astral junto a Jorge Sobral, un tipo especial.

«Compuse varios tangos pero sólo se grabaron dos. Uno lo llevó al disco Héctor Varela, cantando a dúo Víctor Daniel y Fernando Soler, la letra es de Abel Aznar y el tema lo hice con la colaboración de Pichuquito, el título: “No me vas a venir a buscar”, es una milonga. Y el otro: “Papá vecino de Estrella”, letra de «El Gordo» Luis Ángel Formento, lo grabó Rodolfo Lesica con la orquesta de Alberto Di Paulo.

«¿Quién es Edi Zulé? Lo desconozco, pero resultó una admiradora de la orquesta, vivía en Barracas y cuando actuábamos en Radio El Mundo siempre se daba una vuelta. Una época hermosa, al mismo tiempo trabajábamos en Patio de Tango y en televisión, en Canal Once en el ciclo Yo te canto Buenos Aires, que conducía Julio Jorge Nelson. Un día esa señora se me acerca para decirme que tenía un tango, música y letra suyas. Fulvio lo fue sacando con el piano y me pidió que lo acompañara. Cuando lo terminamos nos miramos, resulta que nos gustó a los dos y así, lo incluyó en el repertorio.

«Más allá de lo que le debo por hacerme su cantor, a Fulvio lo considero una persona de una corrección exagerada, incapaz de molestar a alguien, un tipo derecho. Como músico es uno de los mejores pianistas, de buena formación, de mucho estudio. La orquesta de Juan D'Arienzo se transformó con él. Fue quien la hizo inconfundible.

«¿Cantores? Gardel fue un fenómeno inexplicable, no se puede decir otra cosa. Luego me gustan Floreal Ruiz, cantó bien con todas las orquestas, Francisco Fiorentino y también Alberto Marino, ambos en su etapa con Troilo. También me atraen Ricardo Ruiz, Enrique Campos, Jorge Durán. Del contrabajo mi admiración por Hamlet Greco, también Omar Murtagh y algún otro.

«¿Bailarines?, Juan Carlos Copes, él se hizo en la milonga, en los bailes del Club Atlanta. Es muy importante no haber salido de una academia. Otros que no tuvieron renombre pero bailaban bien fueron El Flaco Tin y Sarita que estuvieron en El patio de la Morocha y hoy tienen un lugar de comidas enfrente de la estación de González Catán; y ahora Miguel Ángel Zotto, que va a ser exitoso, seguro».

Entrevista a Julio Rodolfo realizada el 11 de junio de 1992.