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La sombra 47 Tango
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Por
León Benarós

La Revista “Fray Mocho” y un tango dedicado

l 13 de mayo de 1912 aparecía en Buenos Aires la revista Fray Mocho, de tamaño algo menor que Caras y Caretas, su predecesora.

¿Cómo, cuándo y por qué nació Fray Mocho? En casa del comediógrafo y diplomático Tito Livio Foppa —ex anarquista, volcado, en sus últimos años, a la más agradable tarea de coleccionar suntuosos isabelinos, bellos bargueños españoles y costosos marfiles— conocimos, ya muy anciano, al brillante periodista Juan José de Soiza Reilly —aquel de «¡Pasó mi cuarto de hora!»—, quien hizo y aún inventó reportajes memorables, dio vivo testimonio de las cosas de la calle, escribió La muerte blanca (la de la cocaína), El alma de los perros y, de algún modo, descubrió y protegió a Roberto Arlt.

Soiza Reilly fue testigo de un episodio que nos relató y del que también resultó protagonista. La revista Caras y Caretas —en la que Soiza Reilly colaboró largamente— tenía un caricaturista de enorme talento, sin duda, una de las estrellas de la publicación: el dibujante y escritor gallego José María Cao. Era Cao un ser casi angélico, protector de pobres, abogado de cuanto desventurado le salía al paso, estupendo dibujante que, además, solía completar las caricaturas de la revista con una copla puesta al pie del pesonaje de turno, absolutamente ajustada al caso.

En la revista, se había ganado la admiración y cariño de todos. Era absolutamente prolijo en la determinación de los colores y otras características con la que lo impreso debía aparecer, hasta alcanzar la perfección que perseguía.

No tuvo otro defecto que su temor por las infecciones, con lo que a cada momento estaba lavando sus manos o evitando de mil modos los posibles contagios.

Absolutamente cumplidor en las tareas que le eran encomendadas, su irreprochable puntualidad no le sirvió, sin embargo, en la desventurada situación que le ocurrió una vez. Tenía un hijo enfermo y, para atender debidamente al cuidado del doliente, solicitó a la dirección de la revista una breve licencia. La respuesta fue negativa.

Este desconsiderado rechazo —nos comentaba Soiza Reilly— irritó a todo el personal. Cuarenta y seis de los principales redactores y dibujantes decidieron, en acto de solidaridad, irse de Caras y Caretas, junto con Cao, una de las «estrellas» mayores de la publicación.

Se fueron, pues, y dicidieron fundar otra revista. Así nació Fray Mocho, cuyo primer número apareció en Buenos Aires el 3 de mayo de 1912. La dirigió el historiador y periodista Carlos Correa Luna y entre sus laboradores artísticos estaban, junto con el propio Cao, el asturiano Juan Peláez (1880-1937) (Aquél que pintó una linda escena de Sarmiento joven, enseñando en la escuela de San Francicisco del Monte de Oro y la escena del juramento de la Bandera en el río Pasaje); Friedriech; Juan Hohmann (1880-1935) y, entre los redactores, Luis Pardo (el inefable Luis García, de los ingeniosísimos poemas humorísticos) y Félix Lima, el autor de Con los 9, documental periodista del habla porteña de fines de siglo.

José Sixto Álvarez (Fray Mocho) había fallecido en 1903. En su homenaje, la revista se llamaría, precisamente, Fray Mocho. Los 46 redactores y dibujantes que abandonaron Caras y Caretas tenían una especie de dios penate, ese Fray Mocho que había regocijado a los lectores con sus admirables viñetas callejeras y con Un viaje al país de los matreros. Era pues, “La sombra 47”. Así se denominó un tango que se editó en su honor; el autor de cuya música fue Juan Mallada. En la significativa ilustración de la tapa del tango (que carecía de letra), un grupo de presumibles periodistas se vuelve hacia una sombra que, mate en mano, personifica al inolvidable autor de Salero criollo.