Por
Néstor Pinsón

El alma que canta (1916-1961)

odavía Gardel no había grabado “Mi noche triste (Lita)” y la revista ya difundía letras de canciones, también poemas populares. A través del tiempo, surgieron innumerables secciones que en su conjunto, sin llegar a ser una propuesta cultural, presumo que colaboraron en la alfabetización de muchos ciudadanos.

El alma que canta - 1926Fue un muchacho italiano, casi un pibe, quien tuvo la ocurrencia. Su nombre: Vincenzo (Vicente) Buccheri, quien al ingresar al país con sus padres, el empleado de migraciones cambió el apellido agregando una pícara vocal de más. A partir de entonces: Bucchieri.

Nació en Italia, en Acate, Sicilia, el 11 de noviembre de 1901. Arribó al país siete años más tarde. Y como era habitual en aquellos tiempos de escaso dinero y mucho trabajo, muy pronto los hijos varones debieron salir a ganarse las monedas necesarias para completar, entre todos, el dinero que les permitiera vivir dignamente, sin pasar hambre. Así fue que un día, comenzó a ayudar en la venta de diarios en un puesto que tenían, en la esquina de las calles Entre Ríos y Constitución, los hermanos Juan y Rafael Canaro.

Así conoció a fondo el hall inmenso de la estación de trenes de Constitución, cercana al kiosco y la gente comenzó a reconocerlo. Lo llamaban Picorete, una forma de diminutivo de Pico de oro, como bautizó el pueblo al poeta Belisario Roldán, por su verba fácil y florida, que también Vicente tenía.

Tapa del año 1943«Mi viejo -cuenta su hijo Pedro- debe haber leído en algún diario que el poeta guatemalteco Enrique Gómez Carrillo había bautizado a la famosa cupletera Raquel Meller como El alma que canta. Algo de eso debe haber ocurrido porque de esa manera tituló el folleto que fuera el número primero de su propuesta.

«El tango con letra estaba por aparecer, el furor eran los payadores y lo que ellos cantaban. También eran exitosas las letras de los cuplés.

«La primera imprenta de la cual requirió sus servicios se llamaba La Protesta. Y no fue casual, lo conmovía la pobreza ante la riqueza de unos pocos. El ánimo de la revista fue su manera de protestar. Su lema fue difundir y promover a creadores e intérpretes. Dar a conocer a otros cuyo pensamiento coincidiera con su manera de ver la justicia.

«El garante fue el dueño de la fábrica de zinc donde trabajaba su padre. Fueron doce páginas las iniciales y una tirada de cinco mil ejemplares; como curiosidad, siempre fue una revista sin tapas, llevaba el mismo papel que en su interior. Él mismo las repartía ayudado por uno al que llamaban El Pelo Blanco. La distribución comprendía la Capital, algunas ciudades del interior y zonas de Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos, allí se vendían unas mil. Fueron cuatro años para levantar vuelo, mi mamá también colaboraba.



«La primera oficina fue el Bar Don César, en la calle Garay y Solís. Apareció un día del año 1916, sin número ni fecha. Detalle que se subsanó en 1920. Tres años más tarde tuvo redacción propia, fue una casa en Garay cerca de Pasco. Y un año después, todo fue más formal, se mudaron a Reconquista 375 ya con un empleado. Fue cuando la tirada alcanzó los 150.000 ejemplares a diez centavos.»

Alma que canta - 1958Alberto Vaccarezza supo decir: «El alma que canta la lee desde el Presidente de la Nación hasta el último chacarero». Era la revista del pueblo. Muchos poetas pujaron por entregar sus versos a sabiendas que serían leídos por una multitud. Almafuerte se le acercó una vez diciéndole: «Tome m´hijo para su revistita», fue en la estación Constitución. También, Alfonsina Storni y Vicente Barbieri, quien en sus inicios incursionó en el lunfardo.

Aprovechando el éxito, mensualmente, se publicaban unos libritos con diversos contenidos. Los hubo sobre el lunfardo, cancioneros de tango y folklore y otros temas. Aparte de las letras, algunas secciones se iban renovando y otras eran fijas; en una amplio período fue infaltable la nota firmada por Dante A. Linyera. Los nombres de las secciones eran variados: Últimas novedades, En el reino de la fábula, Cantos de vida, Hípicas, Brisas campesinas, Su majestad el tango, Últimos tangos de gran moda, Su alteza el Shimmy, La musa idealista, Del arrabal porteño, El secreto de las chicas.

R. Caló en una tapa de 1959Una interesante sección era El conventillo político. Cuando Uriburu tomó el poder, personeros del régimen se le acercaron para decirle que no era conveniente la referida sección y entonces tuvo que sacarla.

El máximo tiraje fue en 1928, 250.000 ejemplares por semana. Recién cuando se vendía un número comenzaba la elaboración del siguiente.

Otro recurso fue la inserción de los monólogos que, en los teatros, creaban Parravicini, Muiño o Alippi, que al mismo tiempo de hacerlos conocer, popularizaban más a los actores y al teatro mismo.

Otra sección que el lector consumía con avidez fue el Correo sentimental, algunos lo tomaban en broma y otros no. Muchas parejas se formaron y llegaron al matrimonio. Una frase se popularizó: «Te espero con un clavel en el ojal y El alma que canta en la mano».

Tanturi en una tapa del año 1959Cuentan que fue por 1925 cuando se conoce con un muchachito con ínfulas de actor y autor teatral. Luego de escucharlo don Vicente le dijo: «¿Por qué no deja aparte sus sueños y me escribe algunos versos lunfardos que se los publico en cada edición?» Era Dante A. Linyera. Al tiempo, escribía las editoriales.

Fue también creador de otras revistas: Tarascone, nombre inspirado en un jugador de futbol y dedicada a ese deporte; Purrete, para los niños; El espejo de la moda, Micrófono, dirigida por Homero Manzi, cuya temática era la radio; Cinegráfico, sobre el cine; Fantasio dirigida por Julio Escobar.

Número en homenaje a GardelPero su obra suprema fue, la hoy mítica, El alma que canta llegó a tener 64 páginas. Problemas económicos la achicaron a sólo 12, pero pudo recuperarse. Después aparecieron imitadores: El canta claro, fundada por los hermanos Angulo en 1921. Le siguieron: Cantando, Ídolos de la radio, Radiomelodía y otras.

José Gobello expresó: «Vicente Bucchieri fue factor fundamental en la difusión de la cultura de masas».

Bucchieri falleció el 23 de septiembre de 1985. Una plazoleta en Pompeya lleva su nombre, está ubicada en la avenida Roca entre Mom y Agustín de Vedia. También el barrio de Boedo le rindió homenaje, cuando el 5 de julio de 1997 bautizó Vicente Bucchieri, la esquina de Boedo y Metán.

Fuentes:
* Magallanes, Ariel: «Vicente Buchieri hizo cantar a todo el Río de la Plata: La leyenda de El Alma que Canta», en Todo es historia, Año 12, Nº 149, Buenos Aires: X-1979; pp. 90-95.
* Vargas Vera, René: «Pico de oro», en Música y letra, SADAIC, Buenos Aires: 1989; pp. 22-25.


Nota de la dirección:
Respecto al apellido, Roberto Selles comenta textualmente: «Luego de 32 años de aparecida la revista, Don Vicente descubrió, a raíz de un trámite, que su apellido real no era Bucchieri sino Buccheri. A partir de entonces, con esta grafía apareció en las ediciones de El Alma que Canta, originando, de tal modo, una confusión que despistó a no pocos».

Y agrega, más adelante: «El Alma que Canta dejó de aparecer al promediar la década de 1950. Luego, tuvo un efímero resurgimiento, bajo la dirección de Blas Buccheri, hermano de Vicente». (Selles, Roberto: «El Alma que Canta. La revista que hizo cantar al país», en ¡Viva el tango! Nº 11, Academia Nacional del Tango, Buenos Aires: 1998; páginas 4-15.)



Sobre el mismo tema Horacio Ferrer en El Libro del Tango, dice: «Semanario. Una de las revistas íntegramente consagradas a la temática del tango. Fundada por Blas y Vicente Buchieri, en febrero de 1916, su dirección la sigue ejerciendo el primero de los nombrados». (Ferrer, Horacio: El Libro del Tango, Antonio Tersol Editor, Buenos Aires-Barcelona: 1980, Página 373)

Asimismo, hemos recibido un mensaje de correo electrónico de Daniel Marcelo Buccheri (nieto del ya mencionado Blas), en el cual afirma que el verdadero fundador de la revista fue Blas Buccheri. Que su apellido jamás sufrió un error o picardía de ningún empleado de migraciones, sino que fue el mismo Vicente (a la postre su tío abuelo), quien agregó una letra i para diferenciarse de Blas «ya que siempre se sintió opacado por el protagonismo de su hermano mayor».