Por
Bruno Cespi
| Néstor Pinsón

La aviación en el tango

uando en al final del siglo XIX el tango comienza a tomar su cariz definitivo, es tan grande el fervor que produce en el pueblo, ya en los arrabales como en las clases acomodadas, que nadie con conocimientos musicales —simples aficionados, profesionales y hasta señoronas de su casa— dejó de componer su tanguito. Con referencia únicamente a los que han sido editados, son tantos los títulos, que recorriendo una buena parte de ellos observamos que casi no ha quedado tema sin abordar.



El turf, el deporte, nombres de mujeres, de flores, los medicamentos, la política, personajes que tuvieron «sus 15 minutos» de reconocimiento, hechos destacados de Argentina y el mundo, la Marina, el Ejército y sobre muchos temas más. Por eso y por lo que significó su nacimiento, su rápido desarrollo y el aura de héroes, que con justicia se les adjudicó a sus impulsores, no podía faltar el homenaje a la aviación y sus pilotos.

Algún periodista los llamó «los locos del aire». Aquí mencionaremos los títulos que les fueron dedicados, sus autores y un breve comentario sobre los aviadores más destacados, comenzando por dos apellidos que dejaron su impronta en la historia misma del tango: Fresedo y Maderna.

Osvaldo Fresedo obtuvo su brevet de piloto número 231 en el año 1923, fue su instructor Eduardo Olivero, considerado entre los primeros «locos del aire» y a quien el maestro le dio algunas lecciones de bandoneón. Ese mismo año se organizó una carrera aérea en la ciudad de La Plata, donde participaron aviadores extranjeros. La ganó Fresedo con una máquina Curtiss JN-4 de 90 HP y recibió un cheque de $ 2000. El brigadier Ángel María Zuloaga en su libro La victoria de las alas, expresa: «Fresedo fue uno de los pilotos destacados en esos difíciles comienzos». Y el propio Fresedo comentó en un reportaje: «En una oportunidad Olivero con una maquinita de no más de 4 metros de largo batió el récord de altura, yo también la utilicé, se llamaba “La Ratona”, así llamé a un tango mío estrenado y grabado en 1923, dedicado a la temeridad de Olivero, aunque en la partitura figura: “Dedicado a la compañía Argentina de Aeroplanos UDET”.». Otro título suyo fue, “Desde las nubes”, con letra de Amadeo Canale, dedicado «A los soñadores del aire» y estrenado por Azucena Maizani en el tercer baile de Los aviadores, en el Teatro Ópera. También colaboró con su hermano Emilio, empleado en los diarios La Razón y La Nación, trayendo notas y material fotográfico de Montevideo. Lo metía en un tubo de goma que arrojaba en la Plaza Colón, detrás de la Casa de Gobierno, donde lo recogía su hermano.

Osmar Maderna fue piloto civil y obtuvo su brevet sólo un año antes de su muerte en un accidente. El hecho ocurrió a las 17:20 horas del sábado 28 de abril de 1951. Su máquina era un Euroscope 415-CD. Junto a otro avión similar sobrevolaban la ciudad de Lomas de Zamora, cuando cerca del Parque Municipal las alas se rozaron y cayeron en tirabuzón desde 200 metros de altura. Los comentarios periodísticos conjeturaron que el acercamiento pudo deberse a algún tipo de juego entre los pilotos. Que el cielo fue para él una gran atracción lo prueban los títulos de algunas de sus composiciones: “Concierto en la luna”, “Lluvia de estrellas”, “Luna de plata”, con Miguel Caló, “En tus ojos de cielo”, con Luis Rubistein y “Fui golondrina perdida”. La Orquesta Símbolo registró en su homenaje un tema de Orlando Trípodi: “Notas para el cielo”.

A Jorge Newbery, el máximo protagonista de la aviación argentina, quien con el globo El Pampero unió Palermo con Colonia del Sacramento (Uruguay), fundó el Aero Club Argentino, batió el récord de distancia con El Huracán y llegó a Brasil, estableció la marca de altura superando los 5.000 metros, y muchas hazañas más, le fueron dedicados muchos temas: “A la memoria de Jorge Newbery”, de Gardel-Razzano, en el primer aniversario de su muerte 1914-1915 y que no fuera grabado; “Paso de los Andes”, de José F. Gómez; “Prendete del aeroplano”, de José Ezcurra; “Tu sueño”, vals de Arolas; “De pura cepa”, tango de Roberto Firpo; “Newbery”, de Luciano Ríos, dedicado al Sr. José M. Chinni presidente del centro recreativo J. Newbery; “Jorge Newbery”, de Aquiles Domingo Barbieri; “Un recuerdo a Newbery”, de José Arturo Severino; “El aeroplano”, vals de Pedro Datta. Mención aparte para los tangos “El pampero”, de José De Caro y el homónimo de Luis San Martino, dedicado al Dr. Pablo M. Bárbaro. Ambos se refieren al globo que tripuló junto a Aarón Anchorena, en la que fue su primera ascensión y en el que, más tarde, hallara la muerte, su hermano Eduardo.

El capitán Vicente Almandós Almonacid, fue héroe de la primer guerra mundial, el primero en cruzar la cordillera de los Andes en vuelo nocturno, impulsor de la aviación comercial. Se le dedicaron dos tangos con su apellido “Almonacid”, uno de Agesilao Ferrazzano y el otro de Humberto Tallone. También “A Chile de noche”, vals de Emilia Baddia de Burugua y “Vuelo nocturno”, de Domingo Salerno.

Teodoro Pablo Fels, quien siendo soldado conscripto del Ejército Argentino, cuando todos dormían, sin permiso, con ayuda de algunos amigos aprontó una máquina y realizó el cruce del Río de la Plata. En tres horas aterrizó en Carrasco batiendo el récord mundial de vuelo sobre el agua. Le fueron dedicados: “El cabo Fels” de Pedro Sofia y “Don Teodoro” de Vicente Mazzoco.

Benjamín Matienzo, que voló 1135 kilómetros de Buenos Aires a su provincia nativa, Tucumán, y que falleció intentando un cruce de la cordillera de los Andes, tiene tres tangos en su honor y con el título “Matienzo”, uno de Udelino Toranzo lleva como subtítulo “Perdido en las cumbres” y de los dos restantes uno pertenece a Domingo Salerno y el otro es de Alfredo De Rosa.

Pedro L. Zanni, comodoro, nacido en Pehuajó, fue profesor e instructor y, en 1914, con un monoplano cubrió 640 Km. desde El Palomar (provincia de Buenos Aires) a Villa Mercedes (San Luis), la mayor distancia alcanzada hasta entonces. Tiene varios temas dedicados: “Zanni-Beltrame” de Elio Retti, “El gato” de Atilio Cattaneo, apodo por las presuntas siete vidas del gato, ya que salió ileso de numerosos accidentes; “Zanni” de Ana Schneider de Cabrera, por la doble travesía de los Andes y “El trío” de Santos Aschieri hijo, dedicado a los ases de la aviación Argentina Antonio Parodi, Marcos Zar y Pedro Zanni.

A Francisco De Pineda, aviador italiano que unió en 1927 su patria con Buenos Aires: “Coronel De Pineda” de Vendittuoli y Guillermo Cavazza y “De Pineda” de Alberto Fresco y Martín Vilanova.

Eduardo Olivero, —el instructor de Fresedo—, de sus tantos hechos destacados cabe mencionar su incorporación al ejército italiano durante la primera guerra mundial y cuando junto a Bernardo Duggan y el mecánico italiano Ernesto Campanelli, realizaron en hidroavión, el raid Nueva York-Buenos Aires (14.896 Km). El vals “Los héroes del día”, de Lydia De Natale y Eugenio Cárdenas, es testimonio de esa hazaña. En cuanto al instructor, lo recuerda particularmente el tango “Olivero” de José Martínez.

Otros personajes que tuvieron su tango fueron: el teniente primero Antonio Parodi, que unió El Palomar con Concordia (Entre Ríos) y cruzó a Chile desde Mendoza, ida y vuelta, el tango “De ida y vuelta” de Ana Schneider de Cabrera y letra de Ricardo Velasco; Bartolomé Cattaneo, italiano, quien perteneció a la fuerza aérea argentina, el tango “Cattaneo”, cuya partitura decía: “Al intrépido e insigne aviador”.

Otros títulos relacionados son: “El descenso”, tango de Luis Segundo del Curto y dedicado «A los distinguidos aviadores Bradley y Zuloaga»; “Capitán Aracena” de Osmán Pérez Freire, en reconocimiento al aviador chileno; “Planeando”, tango de Salvador Grupillo, que dedica «A los aviadores en su 16ª baile, Teatro Casino 1936»; “Barógrafo”, tango de Roberto Firpo, en homenaje a Horacio Anasagasti, presidente del Aero Club Argentino; “Locatelli”, de Enrique Delfino dedicado «Al intrépido aviador Teniente Antonio Locatelli»; “Triste fin” de Amelia R. Benvenutto, consagrado: «A los infortunados aviadores Enzo Giovannardi, Mario Sarmiento y José Santorelli», “Desengaño” de Francisco y Juan Canaro, dedicado a Emilio Poli; “El Buenos Aires”, por el globo aerostático del mismo nombre, de Alfonso Diez Jone; “Triunfo de aviación”, gran marcha aeronáutica, de Eugenio Barone; “Pájaro de oro” y “Comandante Franco”, ambos en honor al comandante Ramón Franco, que lideró el raid del hidroavión Plus Ultra.