Por
Gaspar Astarita

Verri - Orlando Verri nos cuenta su trayectoria

ste porteño nacido en Buenos Aires, en el barrio de Villa Urquiza, fue un tenor melódico, pero no carente de garra, de delicado decir y agradable fraseo, arquetipo de las orquestas de los años 40 y 50. Contaba con la ductilidad de dar el cambio de matiz necesario, cuando el otro vocalista imponía su temperamento e ideal, además, para integrarse en los posibles dúos. Orlando Verri estuvo con Maderna, pero bien pudo servirle a la orquesta de Fresedo, de Miguel Caló o del mismo Aníbal Troilo. Murió en Posadas, Misiones, su residencia definitiva, en compañía de su mujer y sus hijos. En sus últimos años fue colaborador del diario El Territorio de esa provincia.



«Cuando ocurrió la revolución de septiembre de 1930 vivíamos cerca del Colegio Militar, en San Martín, y al ver mis viejos que la cosa venía mal con sus dos hijos se pegaron el raje, de vuelta al barrio natal. Pero yo fui a parar como una encomienda un poco más allá, al barrio de Constitución, a la casa de la hermana de mi papá que estaba casada con ese estupendo guitarrista que fue Miguel Correa y que junto con Vicente Spina, el autor del vals “Tu olvido”, acompañaban a las grandes figuras de la época de la canción popular: Rosita Quiroga, Corsini, Charlo... a éstos y otros también muy conocidos, los veía desfilar por la casa diariamente y me fui aprendiendo de memoria sus repertorios. Yo calladito los escuchaba ensayar.

«Un día de esos, de casualidad, mi tío descubre que tengo «oreja» y me hace cantar; ¡para qué! se entusiasmó tanto que ya habló de mi presentación en un festival. Fue el 6 de agosto de 1931, yo tenía ocho años, me vistieron de guapo o lo que fuera, con chambergo, lengue, pantalones largos. Fue en el Teatro París que estaba en Suipacha entre Bartolomé Mitré y Cangallo (hoy Tte. Gral. Perón). Canté varios tangos, los primeros dos fueron “Mandria” y “Noche de reyes”. Fue un éxito, y a partir de allí tuve el apoyo incondicional de toda la familia.

«Mi tía, la esposa de Correa, habló con mis padres para que me enviaran a un profesor de canto, debían aprovechar mi oído. En mi propio barrio lo encontraron en su conservatorio-peluquería, era Cayetano Tomaselli, con él tuvieron sus lecciones dos muchachos amigos, compañeros de trabajo. Resultaron ser Roberto Florio y Jorge Casal.

«Terminé el primario en la escuela de Cullen y Triunvirato. Todos los años se hizo costumbre que los días de fiesta en los actos escolares cantara Orlando Verri “Lamento borincano”, era la preferida de todos. No seguí la secundaria, eran tiempos difíciles y había que arrimar algún peso a la casa y salí a trabajar.



«Seguí con el canto. En 1937 tuve unas presentaciones en LS6 Radio Del Pueblo, acompañado por tres guitarristas. Luego me prendía en todas, festivales barriales y esas cosas. Por fines de 1940 la orquesta del barrio dirigida por José Nozzi (que también hacía jazz y característica) me toma como su cantor, para entonces fue un orgullo. “El malevo” de Julio De Caro fue allí mi tema predilecto.

«Pasaron tres años. Me llegaba el servicio militar y actuaba en los bajos del Teatro Smart (hoy, Blanca Podestá) donde existía un boliche memorable. Allí me escuchó Alberto Mastra, quien me bautizó Pajarito y me incorporó a un nuevo trío , de los tantos que formó, para actuar en radio. En realidad fue un cuarteto, pues estaban él en guitarra, a veces cantaba, Eduardo Márquez (que había cantado con Adolfo Pérez Pocholo y con sus cuñados los hermanos Sureda), en canto y guitarra, Beatriz Loana y yo. Actuamos en el Teatro Apolo. Fue entonces cuando Marsilio Robles, gran guitarrista le pasa el «santo» a Troilo que con Mastra hay un pibe que canta fenómeno, él estaba buscando reemplazar a Fiorentino, lo tenía sólo a Marino.

«Fue todo rápido y yo estaba como loco, sólo tenía 20 años. Ensayé en la casa de la mamá de Robles y así, hicimos mi repertorio. Cuando todo estaba listo, Marino impuso a Floreal Ruiz que estaba con De Angelis. Con los años, cada vez que me encontraba con Marino se disculpaba de haberme «serruchado» el piso. Pero todo pasó.

«A fines del 44 se disuelve la orquesta de Miguél Caló. Francini-Pontier por un lado, Domingo Federico por el otro, Ariel Pedernera con su quinteto y Osmar Maderna por el suyo, quien forma su conjunto y realiza en el Café Marzotto un concurso de cantores. Yo lo gané. Llegué a la final con Hugo Soler, el último día canté “Pregonera”.

«Radio El Mundo, grabaciones, espectáculos, giras. Tuve como compañeros, primero a Luis Tolosa y luego, a Pedro Dátila. Pasé cinco años con Osmar. En esa etapa paralelamente descubro una faceta nueva, soy un buen vendedor, entro a trabajar en la firma de máquinas de escribir Olivetti. Por tal motivo ya no pude seguir el ritmo del trabajo nocturno. Pero no quería dejar a un lado el artista, fue así que un amigo, el cantor Roberto Medina, autor de “Pucherito de gallina”, me propone como reemplazo suyo en la orquesta de Julio De Caro, con quien también grabé y trabajé dos años. Y cambié de empresa comercial, ya vendía para Siam-Di Tella.



«Fallece Osmar, se forma la Orquesta Símbolo y largo con ellos hasta que la empresa me envía por 30 días a Posadas, provincia de Misiones, como asesor de ventas. Me quedé 30 años. Seguí cantando profesionalmente, también en el Paraguay, radio, televisión, en diversos locales, hice programas radiales difundiendo tangos, también colaboro con instituciones que necesitan de mis servicios sin fines de lucro, trató de hacer algo por las asociaciones de jubilados, de no videntes y otras más. Todo, para despuntar el vicio. Y punto, ya está cumplida mi trayectoria.»