La chica del Normal

Poema lunfardo

Dejo de ser criatura
cuando ingreso a la Normal,
y ya empezó el delantal
a marcarle la cintura;
soñaba con la dulzura
del novio que ya tenia
y cuya foto escondía
en el libro de lectura.

Maestra por vocación,
estudiaba sin desmayos;
llamaba equino al caballo,
y a un apuro, sofocón...
estudió declamación,
arte escénico, francés...
y con el piano, después
¡cuantas siestas malogró!

Las manos muy bien cuidadas
las agitaba al descuido,
y con un gesto compungido,
por los deberes “que daban”
en el subte protestaba
con las demás compañeras,
pero joven que subiera...
si era lindo se callaba.

Ya maestra recibida,
con su diploma flamante,
a la espera de vacante
dejaba pasar los días,
pero, con ellos se iba
esperanza de ejercer,
y entre maestra y mujer,
no anduvo con mediodías.

Lo apuró al pretendiente
que hacia tiempo la esperaba,
y en el Civil, rubricaba
el mejor sobresaliente,
él, le salió suficiente
y de conducta muy buena,
y Dios le mando una nena
para ejercer diariamente.

Se diplomó en cocinar,
en lavado y planchado,
y en los puestos del mercado
hace pruebas de restar.
Ya no puede recitar
esos versos de Rubén...
es que la nena, también,
¡no le deja respirar!

El piano, que está enfundado,
añora tiempos de ayer,
cuando Schubert o Chopin
lo dejaban descolado...
La polilla, ha debutado
con su tatuaje en las patas,
que fielmente se retrata
contra el piso bien lustrado.

¡Cómo ha cambiado la vida,
los sueños de la niñez!
cuando sacarse algún diez
en Historia o Geografía
le daban esa alegría
que nada podía igualar...
Hoy, su dicha es el hogar
que por nada cambiaría.

Y cuando cuelga cansada,
en un clavito, el plumero
que ha reemplazado al puntero
de los tiempos que estudiaba,
y va a dar una puntada
mientras escucha la radio,
la nena corre el rosario
de preguntas continuadas.

Deja entonces la costura
para explicarle a la nena
que se llama “luna llena”
cuando es más grande la luna,
y piensa en la criatura
que en los años del Normal,
se ajustaba el delantal
para marcar la cintura.