Por
Ricardo García Blaya

sta bella criolla nacida en el corazón de la pampa húmeda, en la ciudad de Junín, Provincia de Buenos Aires, posee una afinación natural, una sugestiva voz —muy expresiva y de gran musicalidad—, no en vano es la mujer del maestro Fernando Suárez Paz, gran director y violinista. Como si fuera poco, no olvida su origen ni sus raíces.

En julio de 2006, conversando con ella a raíz del lanzamiento de su nuevo compacto, me dijo: «Este disco, Tangos camperos, es algo que yo tenía pendiente, que deseaba mucho hacerlo. El primer instrumento que escuché en mi vida, fue la guitarra de mi papá que era aficionado. Él llegaba a casa a la tardecita y se ponía a tocar y cantar de todo, canciones sureras, tangos y yo quería cantar con él. No tenía más de 4 años cuando puso un tono mal y yo le dije que eso no estaba bien. Me miró sorprendido y agregó: ¡Bueno, acá hay que empezar a estudiar!

«Era también un buen bailarín y un enamorado de toda la música. Tocaba en orquestas de su pueblo y tuvo conjuntos de guitarras. Cuando bailaba con mi madre, se hacía una rueda para mirarlos.»

Entre los 8 y 12 años, Beatriz realizó estudios de guitarra y solfeo. Su infancia transcurrió entre ritmos folclóricos y la música clásica. Y, a partir de los 13, comenzó a estudiar canto lírico con el maestro Mario Monachessi, director de la Escuela del Teatro Argentino de La Plata. Con el transcurso de los años, siguió estudiando con la profesora Noemí Souza y se perfeccionó con el maestro Sergio Tulián.

A mediados de los 60, en verano, y en compañía de sus familiares que querían verla por televisión, viajó a Buenos Aires para debutar en Canal 7, como invitada al programa Todo es nuestro. Cantó folclore con el seudónimo Beatriz Basualdo, apellido de su bisabuela. En una de esas escapadas veraniegas, Alberto Di Paulo la invitó a participar de su orquesta.

También actuó en Radio El Mundo y, en una oportunidad, la escucharon Luis Stazo y Orlando Trípodi, codirectores de Los Siete del Tango, quienes, gratamente impresionados, la llamaron para reemplazar a la cancionista Olga Delgrossi, pero no aceptó, en su lugar fue Gloria Vélez. «Me propusieron incorporarme pero yo quería regresar a mis cosas y terminar el colegio».

A comienzos de 1968, a raíz del casamiento de un primo, viajó con su familia a la ciudad de Baigorrita y se enteraron que ese mismo día actuaban allí Los Siete del Tango. «Mis tíos, de apellido Rodríguez, eran bandoneonistas y mis primos, fanáticos del tango. Luego que se marcharon los novios, nos fuimos todos a la milonga. Por la pinta que llevábamos llamamos la atención, a tal punto, que el propio Stazo se acercó curioso y, recién entonces, me reconoció».

Esa noche no sólo arregló incorporarse a la formación, también conoció a su futuro marido, el violinista de la orquesta. «De pronto escuché el violín y recordé a Simón Bajour, que tanto me gustaba. El cantor era Lalo Martel y se había sentado con nosotros, cuando le mencioné al violinista me dijo: ¡Ni lo mires, es un norcoreano, terrible y maleducado! Me presentaron a todos menos a él. Por supuesto, se trataba de Fernando. Nos casamos a fin de ese año».

Con Los Siete del Tango, actuó en Radio El Mundo con el seudónimo Beatriz Bebán, junto a Martel y luego, con Roberto Echagüe, hijo del gran cantor de Juan D'Arienzo.

«Se trabajaba mucho. Los fines de semana eran tres o cuatro presentaciones en clubes y salones. Íbamos en una combi de un lado para el otro». Con esa formación llegó al disco con “Virgen de la serranía” a dúo con Echagüe y “La mentira”; volvió a la televisión e hizo una gira por Chile.

Cuando dejó el conjunto, tuvo una que otra actuación con Osvaldo Requena y abandona el canto profesional. Hubo dos motivos, Fernando estaba en la Sinfónica del Teatro Colón y llegaban los hijos. «Desde que nacieron Leonardo y Cecilia, por mucho tiempo dejé de trabajar, pero cantar, canté siempre».

Después de mucho tiempo, ya a fines de los 70, a instancias de un amigo médico armaron un conjunto de música latinoamericana. «No pasó nada y duró poco, pero uno de sus integrantes, Amadeo Monges, me presentó al pianista Mario Valdez, quien estaba buscando una voz para cantar sus temas. Con él estaba Quelo Palacios. Grabé mucho con ellos, pero como hobby.

«Con Valdez, recuerdo haber tenido una actuación en la ciudad de Tres Arroyos, donde él era el Director de Cultura. Grabamos su Cantata a Tres Arroyos, que contenía una hermosa zamba: “La Tresarroyense”. A los pocos años, también grabamos juntos: “Cantata a Santa Cruz” y “De sur a norte”».

En 1986, al enterarse Requena que Beatriz había vuelto a cantar y grabar, la conminó a hacerlo también con él, no con su orquesta sino con la de Roberto Gallardo, a quien le hacía los arreglos. Fue solista convocada de este conjunto con el que grabó “Caserón de tejas” y “El corazón al sur”. Más tarde, hicieron un compacto, cantando a dúo con Oscar Larroca (h), “Una lágrima tuya”, “Adiós pampa mía” y un tango de Gallardo con letra de Margarita Marengo, “Volver al amor”. Como única voz, grabó “Cantando”.

También, se presentó con la compañía Tango Session, de Requena, ofreciendo conciertos por varios países: Chile, Brasil, Ecuador, México, Estados Unidos, Australia y Nueva Zelanda.

En 1993, llegó su primer disco como solista, Recuerdos de bohemia, con arreglos y dirección de Osvaldo Berlingieri, que le valió la nominación al Premio ACE, como solista de tango.

Durante 1994, grabó “Flores negras” para el disco Tangos del Plata, participó también en Los Tangos de Saúl Cosentino, volumen I y en Tributo a Cobián y Cadícamo. Y dos años después, por dos meses consecutivos, actuó en el Teatro Presidente Alvear, en el ciclo Martes de Tango, acompañada por el trío de Berlingieri y compartiendo escenario con Nelly Omar.

En 1996, grabó su segundo disco como solista: Tiernamente, con arreglos y dirección de Berlingieri y músicos solistas invitados, donde se destaca su amplio registro vocal e interpretativo. El mismo contiene el tema “Oblivion” en francés, (versión original). Posteriormente, para el sello Milán Sur, grabó con el Quinteto Suárez Paz el disco, “Milonga del ángel”.

A lo largo de su carrera artística, aparte de los ya nombrados, cantó junto a los maestros Osvaldo Tarantino, Saúl Cosentino, Aníbal Arias, Ricardo Domínguez, Osvaldo Montes, Néstor Marconi, Atilio Stampone, José Colángelo y Baffa-Berlingieri, orquestas con las que recorrió el interior y otros países.

Resultaría abrumador reseñar toda su trayectoria, pero podemos afirmar que en la actualidad, sigue cantando y que resulta un placer escucharla.