o se destacó ni como ejecutante, ni como director de orquesta, sí como compositor. Como bandoneonista era correcto, sencillo, en cierto modo primario, propio de la generación de 1910.

Como docente formó a Antonio Sureda, el alumno más fiel a su estilo y a su predilección por los valsecitos criollos, también fue maestro de Miguel Caló.

En varias oportunidades tuvo orquestas propias y, hacia 1932, una orquesta típica sinfónica con una línea de cinco bandoneones, al frente de la cual estaba José Dames.

Vivió en el barrio de Caballito, en la avenida Pedro Goyena, lo cual resulta paradójico, ya que tenía gran admiración por los caballos, los que corrían en los hipódromos, por supuesto. Su adicción a los burros se refleja en su obra, en la que encontramos muchos tangos inspirados en el turf.

De sus obras llegaron al disco: “Gaucho lindo”, que grabó Juan Carlos Cobián, en 1923; “Reflejos”, dedicado al jockey Héctor Córdoba, grabado por Osvaldo Fresedo, en 1923; “Romance malevo”, también registrado por Fresedo, en 1927, en forma instrumental, pese a tener letra de José Di Clemente; el vals “Para las chicas (Un recuerdo)”, que grabó Roberto Firpo, primero en 1922 y, después, con su cuarteto, en 1942.

Otras de sus composiciones fueron: “Mosca blanca”, tango dedicado al jockey Manuel Ojeda; “Aclarando el día”; “Criolla noble”, “De mi rosal” y “Siga la vuelta” (con letra de Oscar Rómulo Sosa); “La reina chic”; “Mis viejos barrios” (en colaboración con Emilio Pistocchi); “Noche estrellada” (letra de Bernardino Iadarola) y “Vengan muchachos” (letra de Guillermo Mottesi).

Tuvo dos hermanos, Francisco y Juan, este último, también incursionó con el bandoneón y compuso el vals: “Una noche de amor”, con letra de Juan Belando, registrado por Pedro Maffia con Francisco Fiorentino en 1931.