Por
Abel Palermo

ació en la Ciudad de Buenos Aires, en el barrio de Villa del Parque. Tenía una voz potente, un marcado vibrato, un decir muy porteño y fue el creador de un estilo interpretativo, que luego sería adoptado por muchos cantores a partir de la década del cincuenta. Podemos mencionar, como ejemplo, a Julio Sosa y a Luis Correa, entre otros.

Durante muchos años estudió con el maestro Eduardo Bonessi. A los doce años participó en un espectáculo que se realizó en la Avenida de Mayo, organizado por la intendencia de la ciudad, cantando el tango, “Serpentina de esperanza”.

En 1932, fue convocado por el violinista Oscar de la Fuente, para realizar los cantables en su sexteto. Actuaban en el Café El Nacional, de la calle Corrientes. Luego, pasaría por las orquestas de Hugo Calasi, Alberto Pugliese, hermano de Osvaldo, y por la agrupación de Alejandro Scarpino, hasta que, en 1944, se integró a la orquesta dirigida por Víctor D'Amario, junto al cantor Adolfo Rivas.

En 1946, fue requerido por el maestro Lucio Demare para reemplazar al cantor Horacio Quintana, quien se había alejado junto al violinista Raúl Kaplún, para formar el rubro: Kaplún–Quintana. El paso de Almada por esta orquesta fue de suma importancia para su desarrollo profesional. Con ella realizó actuaciones radiales, cantó en la Confitería Rucca e hizo una importante gira por el exterior del país, destacándose su presentación en Cuba.

La sola presencia de Demare en la isla, era una garantía de éxito. Recordemos su triunfal paso con el Trío Irusta-Fugazot-Demare. Lamentablemente no quedó ninguna grabación registrada de esa etapa.

Cuando regresaron a Buenos Aires, ingresó en la orquesta de Edgardo Donato, compartiendo el escenario con el joven cantor Oscar Ferrari, recién dado de baja del servicio militar. Actuaban en Radio El Mundo, en la confitería La Armonía de la calle Corrientes 1443, en Tango bar, Corrientes 1239 y en el dancing Marabú, de Maipú 365. El dúo de cantores permaneció, con mucho éxito, hasta 1949, luego Ferrari se fue con José Basso para reemplazar a Ricardo Ruiz.

Recién en 1950, Almada grabó con Donato, para el reciente sello Pampa, sus registros fueron: “Che bandoneón”, “Mamboretá”, “A media luz”, “Pituca”, “Se va la vida”, “Qué fenómeno”, “Cómo se pianta la vida”, “El patio de la Morocha”, “El vinacho”, “Por quién doblan las campanas”, “El camión”, “Muchacho”, “El huracán”, en una versión de Donato que batió récord de ventas. Los otros cantores de la orquesta eran Adolfo Rivas, quien grabó dos temas y Hugo Roca, registró uno. El último registro suyo fue el tango “Mi serenata”, en junio de 1952, a dúo con Alberto Podestá.

Se fue de la orquesta de Donato y pasó a la de Alfredo Gobbi reemplazando a Héctor Coral. Con El Violín Romántico del Tango, grabó “As de cartón”, en abril de 1953, luego dos temas más: “Aunque seas mujer” y “Por qué canto así”. A pesar del éxito logrado con Gobbi, al cumplirse el año de contrato, y por motivos económicos, se incorporó a la formación de Víctor D'Amario. Gobbi contrató en su lugar, a Tito Landó.

Almada estuvo en esa orquesta dos años y, en 1956, volvió con Lucio Demare, realizando un importante ciclo por Radio Belgrano.

En 1959, se incorporó por segunda vez a la orquesta de Donato, junto al vocalista Artemio Rolando.

En la década del sesenta sus actuaciones fueron espaciadas. Su bohemia se acrecentaba, su salud se deterioraba, hasta que, a los sesenta y cuatro años, a raíz de un sincope cardíaco, nos dejó para siempre.

Fue, sin duda alguna, un simpático personaje de la noche de Buenos Aires y un gran intérprete de nuestra música ciudadana.