Rosita Montemar

Nombre real: Spruk, Rosa
Cancionista
(30 abril 1910 - 16 febrero 1976)
Lugar de nacimiento:
Buenos Aires Argentina
Por
Julio Nudler
| Néstor Pinsón

osita tuvo una breve trayectoria artística, menor a la de muchas cancionistas de tango, pero fue ella quien cantó por primera vez el tango “Recuerdo”, con letra de Eduardo Moreno, que el público conoció a partir de su disco, en 1927, acompañada por la orquesta del sello Victor.

Este hecho, sin mayor trascendencia en aquel momento, fue cobrando interés a través del tiempo a medida que “Recuerdo” se transformaba en un clásico. Buen número de conjuntos lo incorporaron a sus repertorios, con arreglos que embellecían aún más su línea melódica. Así fue que abundaron las versiones instrumentales, mientras que las cantadas resultaron una excepción. Recordemos la del vocalista Roberto Díaz y la de Jorge Maciel con la orquesta de Pugliese. Pero los nombrados han tenido un mayor reconocimiento, en cambio muchos se han preguntado sobre Rosita Montemar. ¿Quién fue? ¿Cuáles fueron sus antecedentes artísticos y de vida?

Sebastián Piana fue el pianista de Rosita, su amigo, su maestro de canto. Con él ensayaba en la casa paterna del barrio de Villa Crespo, en la calle Camargo 231, que con el paso del tiempo fue propiedad de un preparador físico del club Atlanta, que transformó la vivienda en un gimnasio, un adelantado para su época, su nombre Adolfo Mogilevsky. Rosita quedó huérfana de padre a los ocho años y su madre se volvió a casar.

Aún no había entrado en la adolescencia cuando ingresa a la compañía teatral de la actriz Angelina Pagano. Vestida de criolla y con trenzas, en una obra bailaba el pericón. Por una circunstancia fortuita le piden que salga al escenario y cante algo para entretener al público. Sabían que lo hacía bien. Y tuvo éxito. Y ya no dejó.

Pero a ella le gustaba actuar y así tuvo sus presentaciones en Radio Brusa, en el viejo Teatro San Martín de la calle Esmeralda, demolido cuando «un juego de calles se dio en diagonal». También en el Teatro Soleil de la calle Corrientes, en su barrio, donde las funciones eran en continuado y en idish, lengua que apenas hablaba y, ese detalle en los sketchs cómicos que hacía, causaba mayor hilaridad. Cuando alguien le preguntó por qué había grabado tan poco, respondió que su voz no salía bien en aquellas primitivas grabaciones.

Hay quienes han dicho que grabó ocho temas —cuatro discos— pero lo cierto que sólo se sabe exactamente de la mitad: “Recuerdo”, “Gloria [b]”, de Eduardo Pereyra y Celedonio (no confundir con el homónimo de Armando Tagini y Humberto Canaro), “Copacabana (Nido de amor)” y “Chiche”.

Tenía un aplomado timbre de voz, una buena entonación y una expresividad destacable. Sus actuaciones eran muy bien recibidas por el público. Como ocurriera en 1931, cuando organizado por la revista Caras y Caretas se realizó un concurso en el Teatro Colón para elegir a la reina del tango. El título lo obtuvo Libertad Lamarque, pero ella se consagró en segundo lugar y fue nominada «princesa».

Eduardo Moreno la conoció después que hubo grabado “Recuerdo”, le había gustado la interpretación, pero puesto en perfeccionista le fastidió un pequeño cambio, ella dice: «Ayer cantaron los poetas», debería haber dicho: «Ayer cantaron poetas». También recordó que su primer encuentro fue en un festival en la localidad de Lanús, donde era acompañada por la orquesta de José Di Clemente, el autor de “Sufran otarios”.

En 1938, su casamiento con Alfredo Bonomi la alejó para siempre del canto. Este muchacho, un año mayor que ella, la conoció cuando tenía sólo trece años de edad. El padre, hombre de fortuna, era propietario de una importante empresa fabricante de licores, allí se destilaba el famoso, en su época, Amaro Monte Cúdine, un aperitivo que entró en el gusto del público y que entre otras formas de publicidad, durante muchos años, a través de la revista El Gráfico, premiaba al mejor jugador de los partidos de fútbol con un cajón de la bebida.

La familia Bonomi era socia del Jockey Club, se desenvolvía en los estratos elevados de nuestra sociedad y el suegro nunca hubiera permitido que su hijo se casara con una cantante de tangos. Por este motivo, el marido le prohibió cualquier referencia a su pasado en la farándula.

Rosita todo lo aceptó, ella era una piba de Buenos Aires, su futuro esposo tenía buena pinta y estaban enamorados. Tuvieron cinco hijos, vivieron juntos 37 años, hasta que la muerte de Alfredo, el 28 de mayo de 1975, los separó. Pero no por mucho tiempo, ella lo siguió poco menos que nueve meses más tarde.

José Gobello la trató hasta sus últimos momentos y, en una nota sobre ella, dice que Piana le comentó que fue Rosita la que impuso la primera de sus famosas milongas: “Milonga sentimental”, en un espectáculo montado en el Teatro San Martín, organizado por Radio La Voz del Aire, acompañada por la orquesta de Pedro Maffia, con quien también supo cantar “Ventarrón”.

Agrega, que la conoció en casa de Rosita Quiroga con quien mantenía amistad, en el año 1975. Le contó que sólo le quedaban los recuerdos, ninguno de los discos como ni un solo recorte o fotografía de aquella etapa de su vida. Cuando le propuso organizar un acto en su homenaje, pero en realidad un pretexto para que contara sus experiencias como cancionista, no le desagradó la propuesta —ya había enviudado— pero respondió que no podría ser: «Le prometí a mi marido cuando nos casamos que no volvería a un escenario, hacerlo ahora, aunque sólo sea para contar cosas me parece una deslealtad».

Y agrega Gobello: «Poco tiempo después encontré la partitura del tango “Chiche” con una foto suya en la portada. Cuando la busqué para ofrecérsela como regalo, no pudo ser. La muerte llegó de pronto sin anunciarse. Me quedó el recuerdo de una dama tan fina, tan amable, tan modesta y tan memoriosa, que me despertó un afecto muy hondo, que mas que afecto era cariño».