Por
Ricardo García Blaya

ueño de una voz potente con registro de barítono grave es posiblemente, en la actualidad, el cantor más cotizado de los escenarios porteños.

Debo confesar que su estilo no coincide exactamente con mi gusto, abusa de algunas técnicas efectistas y, por momentos, tiene tendencia a la balada, a ralentizar la letra. Soy más afín a la media voz del cantor del 40, que retaceaba su fuerza vocal aunque le sobrara paño y respetaba el ritmo musical del tango. Pero es afinado, transmite con buena dicción y tiene carisma.

No hace mucho tiempo, en ocasión de la inauguración de la Casa Museo Carlos Gardel, en el barrio del Abasto, lo escuché acompañado por las Guitarras Argentinas que dirige Carlos Peralta y me pareció otro cantor. En esa oportunidad, interpretó varios temas del repertorio gardeliano y lo hizo muy bien, con un ritmo tanguero, sin pausas ni estridencias, que ganó el aplauso de un público exigente.

Ocurre lo mismo, cuando escucho sus primeras grabaciones con la orquesta de Héctor Varela, en el año 1957, donde el joven Lavié expresa una fibra vocal e interpretativa bien acorde con el género.

Con el maestro Varela graba tres temas para la empresa Columbia, los dos primeros, el 2 de julio de ese año: el vals “Señora princesa” y el tango “Y no me digas que no”, de Varela y Carlos Waiss. El último, lo hizo el 12 de septiembre: “Te creía como todas”, música y letra de Ángel Cabral.

Pero antes, repasando su historia y recién llegado de su Rosario natal, ya había transitado por Radio Belgrano y Radio El Mundo con buena acogida.

En 1959, cuando se desvinculó de Varela armó rubro con el otro ex cantor de la orquesta: Rodolfo Lesica. Ese mismo año, es convocado por Héctor Stamponi y vuelve a la sala de grabación para el sello Philips.

Pero su relación con el tango se interrumpe. El inventor del Club del Clan, el ecuatoriano Ricardo Mejía —director de la compañía discográfica Victor— lo contrató para esa movida televisiva y así comienza como solista de ritmos variados.

De la noche a la mañana, este muchacho rosarino comenzó a conocer el éxito junto a otros como él, en los inicios de una época en que el rock resultaba imparable en su inserción en la juventud y en detrimento del tango.

Los nuevos nombres pronto se hacen conocidos: Palito Ortega, Lalo Fransen, Johny Tedesco, Nicky Jones, Violeta Rivas, entre otros, también había para completar el universo rítmico, un cantor de tangos tradicional: Raúl Cobián Tanguito. La década del 60 fue, seguramente, de las más difíciles para nuestra música ciudadana.

No obstante, en 1963, el tango volvió a la vida de nuestro cantor y nada menos que de la mano de Ángel D'Agostino, con quien tiene el privilegio de grabar los dos últimos registros fonográficos del maestro, en los estudios RCA-Victor: los tangos “Mi chiquita”, de D'Agostino y Cadícamo y “Yo te canto Buenos Aires”, de Héctor Varela y Carlos Waiss. También se presentó en la televisión, donde cantó con los acompañamientos de los maestros Horacio Salgán y Osvaldo Fresedo, sucesivamente.

Unos años después, inició su labor como actor debutando en la Comedia Nacional, en la obra de Gregorio de Laferrere: Locos de verano y, en 1967, viajó a México y fue contratado por la televisión, hizo teatro junto a Libertad Lamarque y actuó en los mejores locales de la noche azteca.

Luego de dos largos años, regresó a Buenos Aires y a partir de ese momento, se suceden una serie ininterrumpida de actuaciones teatrales, recitales y, también, su rentrée en el cine. Recordemos que ya había participado en cuatro películas musicales, dirigidos a la juventud y de escaso valor artístico, todos relacionados con el Club del Clan y otros pastiches.

Entre 1964 y 1989, realizó 17 películas de las cuales destacamos Un guapo del 900, dirigida por Lautaro Murúa (1971) y las dos de Leopoldo Torre Nilsson que le valieron ser elegido la revelación cinematográfica del año: Boquitas pintadas (1974) y El Pibe Cabeza (1975).

Entre los muchos musicales en los que actuó, debemos citar: El hombre de La Mancha, basada en la obra de Cervantes, Gotán de Julio Tahier, De Borges a Piazzolla, junto al bailarín Juan Carlos Copes, todas con gran éxito de taquilla. Y en el plano internacional, su participación como una de las estrellas principales del espectáculo Tango Argentino —el gran éxito de los coreógrafos Claudio Segovia y Héctor Orezolli— que fue bisagra en la difusión del género en los escenarios más prestigiosos del mundo, desde su creación en París en 1985.

En 1999, realizó una gira por los Estados Unidos, como protagonista de la ópera María de Buenos Aires, de Astor Piazzolla y Horacio Ferrer, dirigido por el genial violinista letón, Gidon Kremer. En noviembre de ese año, integró nuevamente el elenco de Tango Argentino para actuar en Broadway, Nueva York.

En el terreno discográfico, grabó con muy buenos músicos. Además de los registros ya mencionados con las orquestas de Héctor Varela, Héctor Stamponi y Ángel D’Agostino, también lo hizo con el conjunto del guitarrista Cacho Tirao, del bandoneonista Walter Ríos, la orquesta de Osvaldo Piro y la dirigida por el pianista Juan Carlos Cirigliano, su amigo y socio musical.