Pintín Castellanos

Nombre real: Castellanos Alves, Horacio Antonio
Seudónimo/s: Pintín
Pianista, compositor, letrista y director
(10 junio 1905 - 2 julio 1983)
Lugar de nacimiento:
Montevideo Uruguay
Por
Néstor Pinsón

ste pianista y compositor —que también fue director de orquesta— nació en pleno centro de Montevideo, donde se juntan las calles Andes y Canelones.

Quienes lo conocieron en su juventud lo han deo como un tipo de buen porte, buen vestir, dedicado a las actividades deportivas y desde siempre a la música. Y dentro de ella –según sus propias palabras— «consustanciado con el ambiente orillero», aún presente en los años de su infancia. «Cuando repiqueteaban las lonjas de los negros candomberos en los parches de sus tambores. Y cuyo eco se anidó en el taconear del bailarín compadrito. Las melodías populares nacieron conmigo en espíritu y con ellas convivo hace muchos años y tengo una actividad afectiva como autor e intérprete. Contaba sólo 14 años de edad cuando ya surgía mi primera composición, un tango: “El pirata”».

No existen mayores referencias a su actividad previa al año 1933. Pero ese año ocurrió un hecho en un club nocturno de Carrasco donde tocaba el piano, que cambiaría su vida, cuando una noche brindó al público un nuevo tema suyo, un tango al que tituló “La puñalada”, con cierto aire de milonga. En ese titulo descansará toda la fama de Pintín, según la opinión de su compatriota Juan Carlos Legido.

Si se recorren sus obras, alrededor de doscientas registradas, ninguna otra tuvo mayor repercusión. Cuando comenzaba el verano del 36, Juan D'Arienzo —como era su costumbre— se aprestaba a iniciar una temporada más en Montevideo y habría sido su intuición o bien la de su pianista Rodolfo Biagi, —para muchos el responsable de cincelar el ritmo que hizo famoso al director— la causante de transformar el tango de Castellanos en milonga. Biagi y el violinista Alfredo Mancuso fueron los encargados de transcribir la pieza.

Como dato curioso y anecdótico, más allá que tenga visos de realidad o no, recuerdo que en un par de ocasiones tangueros del Uruguay me comentaron que a D'Arienzo le pasaron el dato. Ocurrió que tiempo antes que éste llegara a conocer “La puñalada”, se hallaba Pintín tocando en un local, el público por alguna razón comenzó a impacientarse, Pintín continuó, y justo cuando interpretaba «su tango» la impaciencia llegó al límite. El músico nervioso no veía el momento de terminar y aceleró el ritmo para acortar su fastidio. Alguien, con buen oído comprendió que como milonga andaría mejor y se corrió la bola.

D'Arienzo estrenó “La puñalada” en el recordado café Tupí Nambá, de 18 de Julio y Río Branco y la lleva por primera vez al disco, el 27 de abril de 1937, acompañada en la otra faz por el tango de Roberto Firpo: “Homero”.

Muy pronto, exactamente el 12 de junio de ese mismo año, también es grabada por la orquesta de Francisco Canaro, pero en ritmo de tango.

Casi de inmediato, a pedido o de puro gusto, se interesó en la melodía Celedonio Flores y creó una letra. Con ella, salvo alguna versión mucho más reciente, sólo fue grabada por Alberto Gómez el 2 de diciembre de 1937.

Ya definitivamente como milonga Canaro la lleva al disco dos veces más, el 8 de octubre de 1946 y el 29 de noviembre de 1951. Un periodista uruguayo, tras la muerte del autor, llegó a contabilizar 127 versiones del éxito. Aquí vale señalar que D'Arienzo tuvo un notable acierto cuando registra por segunda vez la milonga, fue el 23 de noviembre de 1943, insertando en la otra faz del disco, su versión de “La cumparsita”.

Repitió la fórmula en las otras dos grabaciones, la del 12 de septiembre de 1951 y en la última del 10 de diciembre de 1963. Según el recordado Héctor Ernié, de estos discos con las dos creaciones uruguayas llegaron a venderse 18 millones de placas.

En 1939, Pintín formó su orquesta que contaba como primer violinista a Alfredo Gobbi. El vocalista era Eduardo Ruiz, más adelante Enrique Campos. Hizo presentaciones en El Palacio de la Cerveza de la calle Yatay de Montevideo. Lo suyo fue lo rítmico, la percusión, por eso su vena creadora abundó en milongas y candombes.

En 1943 grabó en Buenos Aires, pero para un sello uruguayo, dos temas con su Quinteto Canyengue, un tango “Dejame ser como soy” y el candombe “Canyengue negrero”, ambos de su autoría, con la voz de Carlos Valle. Luego hizo al piano 14 títulos más, para el sello Sondor, acompañado de tamboriles o bien con la guitarra de Uruguay Zabaleta y bandoneón, todos obra de su inspiración: el bolero “Adiós (La tarde que partí)”; los tangos “Francia eterna”, “De galerita y bastón”, “Entre cortes y quebradas”, “Para campeones”, “Fantasía”, “Besos de mujer”, “La estancia” y “Matos Rodríguez”, compuesto inmediatamente después del fallecimiento de su coterráneo compositor; las milongas “La puñalada”, “Aprontate”, “Academia”, “Meta fierro”, dedicada al corredor de autos Héctor Supicci Sedes y el candombe “Bronce”. También registró temas en la década del cincuenta.

Otros intérpretes se sintieron atraídos por sus composiciones más allá de “La puñalada”. Julio De Caro muy temprano, antes del nacimiento de su creación emblemática, llevó al disco para el sello Brunswick, en 1930, el tango “Anocheciendo”, cantado por Luís Díaz. Apenas muerto Carlos Gardel, Pintín le rindió homenaje con su tango “El pájaro muerto”, que grabó Charlo acompañado por guitarras, el 15 de agosto de 1935. Francisco Lomuto registró “Besos de mujer”, con el estribillo a cargo de Jorge Omar, el 13 de agosto de 1941. Fresedo, curiosamente según su estilo, también registró “La puñalada”, el 19 de diciembre de 1950.

Un título extraño fue el único que llevó a su repertorio el director Enrique Rodríguez, cantado por Armando Moreno, el 20 de marzo de 1941, se trata de “Nyanzas y Malevos”. En su libro Entre cortes y quebradas, editado en Montevideo en 1948, en el capítulo VII Día de Reyes, comenta la fiesta de los candombes y otros jubileos a cargo de los negros, que se dividían en grupos a los que llamaban «naciones», cada una a cargo de un jefe. Esos grupos diferenciados se distinguían por sus nombres, estaban Los Cabindas, Los Congos, Los Benguelas y entre otros, también Los Nyanzas y Los Malevos, de allí el título.

A lo largo de 95 páginas desgrana 22 comentarios sobre su querida ciudad y sus costumbres desde la época de la Colonia en adelante, un interesante aporte que bien merecería una reedición.

Juan D'Arienzo fue quien lo asumió como su proveedor de milongas y le registró “A puño limpio”, “Barrio de guapos”, “Candombe oriental”, “Cajita de música”, “El potro”, “El temblor”, “La endiablada”, la ya nombrada “Meta fierro”, “Me gusta bailar milonga”, “Peringundín”, “Tirando a matar”. Todas estas instrumentales, y con letra dos más: “Chaparrón” con la pluma de Francisco García Jiménez y “Candombe rioplatense”, con la de Carmelo Santiago. Además un tango: “Don Horacio”.

A algunas de sus milongas les pusieron letras, todas tienen un corte sencillo, imbuidas del pensamiento criollo y nacionalista de sus cultores, al que Pintín ha adherido fervorosamente toda su vida. Vaya como: ejemplo estos fragmentos de “Me gusta bailar milonga”:

Atención la muchachada
y a bailar que se disponga
que aquí llega la criollita,
su majestad ¡la milonga!

A mi me gusta bailar con corte
a mi me gusta ser muy sincero
y que sean mis amigos
mis mejores compañeros.
A mi me gusta todo lo nuestro;
tangos,candombes y el milongón,
y el alma que se agiganta
cuando escucho el bandoneón.

A mi me gusta ser de esta tierra.
A mi me gusta ser buen criollo
y luchar por lo que quiero,
con apoyo o sin apoyo.
A mi me gusta vivir la vida.
Serenamente, sin pretensión.
Con la conciencia tranquila
se duerme que es un primor.