Por
Oscar Zucchi
| Néstor Pinsón

a nota necrológica del día siguiente anunciaba: «En la víspera, abatido por un problema cardíaco, falleció uno de los más representativos cantantes de tango de la llamada generación del ‘25 y compositor de uno de los más imperecederos éxitos del cancionero porteño: “La vieja serenata”, con letra de Sandalio Gómez. Fue poseedor de una voz fina y estudiada...»

El coautor de esta semblanza, Oscar Zucchi, en un trabajo publicado en septiembre de 1978, hizo su caracterización: «Estaba dotado de un caudaloso registro de tenor que le permitía encarar los agudos con seguridad y un límpido timbre de voz, aunque, a veces, alguna zumbona gacetilla de la época le reprochase la potencia de la misma. En un simulado diálogo aparecido en la revista Sintonía, en 1934, se expresaba lo siguiente: “Me han dicho que Ibáñez, el petiso y bonachón Teófilo, canta mucho mejor que hace unos meses. ¿Por qué? ¿grita menos? ¡Porque pegaba cada grito que volteaba el micrófono!”»

Nacido en Pamplona, tenía sólo cuatro meses de edad cuando su familia arribó al barrio de Barracas, procedente de Navarra. Llegó la época del primario y comenzó a cursar en una escuela situada en California y Herrera. De pibe le gustó cantar. A los nueve años aprendió el oficio de carnicero y con el tiempo tuvo puesto propio en un mercado de la esquina de Azara y Gualeguay.

Sus inquietudes artísticas se ven concretadas en lo inicios del año 1928, en forma un tanto casual. Así lo cuenta el propio cantor: «Un amigo mío, Miguel Colantone, que era vendedor de discos en la casa Max Glücksmann, me presentó a Roberto Firpo, que estaba seleccionando cantores. Fui y canté en su propia casa, le gusté y firmamos contrato. Debuté con su orquesta en el Teatro Casino, recuerdo haber cantado “Alma de bohemio” y “Ya no cantas chingolo (Chingolito)”».

La primera incursión en un estudio discográfico, para el sello Odeon, fue exactamente el 8 de febrero del mencionado año, ese día registró cuatro tangos: “Lamentos”, “Lechuza”, “¿Sos aquella mascarita?” y “Despedida”.

La orquesta de Firpo intervenía en los recordados concursos organizados por Max Glüsckmann en el Palace Theatre de la calle Corrientes, como los temas a aprender en poco tiempo superaban su capacidad, recurrió a un apuntador cada vez que debía hacerlo. Esta tarea la cumplió Miguel Bucino, buen bailarín y mejor amigo de tantos tangueros. Teófilo dijo en un reportaje: «Grabábamos tres veces por semana y la empresa nos pagaba 25 pesos por disco.»

Si bien él, alguna vez mencionó que con Firpo superó las 400 grabaciones, quienes estudiaron los registros de la casa grabadora contabilizaron aproximadamente 140 títulos, hasta el 21 de noviembre de 1929, fecha en que finaliza sus actuaciones con el maestro. “Tristezas”, “No es más que yo”, “Ahora no te quiero” fueron los últimos estribillos. Cuando dejó la orquesta de Firpo es reemplazado por Carlos Varela. Enseguida, intentó unas presentaciones a dúo con Néstor Feria pero muy pronto se separan.

Al tiempo, se incorporó al sello Victor para intervenir en las orquestas de la empresa, así desfila por la de Adolfo Carabelli, por la Orquesta Típica Porteña, por la Orquesta Victor Popular, por Los Provincianos, por la de Carlos Marcucci y también por la propia Orquesta Típica Victor.

A mediados del año 1931, se traslada al sello Brunswick para cumplir similar función, poner su voz en las formaciones de la casa que se lo requieran. Graba con Julio De Caro los valses “Sueño de juventud” y “Serenata de ayer”, los títulos más destacados. Con Edgardo Donato cerca de treinta temas, de ellos destaco la ranchera “Con tarjeta de cartón”, muy curiosa porque su letra está basada en un hermoso poema de Raúl González Tuñón. También lo hace con Ricardo Brignolo y más de 20 registros con Osvaldo Fresedo. También estuvo con la Rondalla Los Baturros y cuando el sello Brunswick desaparece, luego de un incendio, retorna a Victor.

Llegó su momento de cantor solista y como tal se presentó en diversos locales y en radio. En 1934, volvió a grabar con la orquesta de Carabelli y con la Típica Victor. En esta última, con la curiosidad de grabar, con letra de Andrés Baldesarri, el tango “Derecho viejo” de Arolas, al que Gabriel Clausi le creó otra letra en 1974 y fuera llevada al disco por Nelly Omar. De la primera, posiblemente la de Teófilo haya sido la única versión y sólo canta un fragmento. Esto ocurrió el 1° de junio de 1934.

Cuatro años mas tarde, el pianista Rodolfo Biagi se independizó de Juan D’Arienzo y formó su orquesta, su primer vocalista fue Teófilo Ibáñez. Actuó ocho meses entre 1938 y 1939, período en el cual nos legaron 8 recordados registros: los tangos “Gólgota” y “Alma de bohemio”, los valses “Viejo portón”, “Loca de amor (La loca de amor)” y “Lejos de ti”, la milonga “Campo afuera” y, por último, el tango “La novena”, de Miguel Bonano y Alfredo Bigeschi, donde al final, solamente recita una parte de la letra.

El total de sus grabaciones supera los 260 registros. Se alejó pronto del medio artístico, aunque siguió cantando en rueda de amigos y en diversas reuniones. Fue autor de algunos títulos, entre ellos: “El mundo está loco”, “Siempre soñar” y uno que sobresalió por encima de todos y que está en la galería de las obras clásicas de nuestra música popular, el vals “La vieja serenata”, con la justa letra de Sandalio Gómez. Aquellos versos que evocan los barrios de su tiempo y los castos amores juveniles declarados al pie de alguna ventana: «Mujer, mujer, no te olvides, de aquel que fue tu cantor...»