Por
Alberto Heredia

na trayectoria brillante, años de lucha jalonados por una larga vigencia, honor a la amistad y fidelidad a sus maestros y amigos. Dueño de una personalidad cautivante y una enorme profesionalidad. Con una espléndida voz de barítono, sumada a una particular expresión dramática; impresiona por su presencia y el admirable dominio del escenario.

Su fina sensibilidad hace que, aún en los temas más dramáticos, prive una línea melódica en donde luce la dulzura de su media voz, matizada con el torrente de su fuerza expresiva y acompañada por la profundidad de sus bajos y los largos sostenidos finales.

Nació en Buenos Aires, en el barrio de Caballito, pero su familia se trasladó a la ciudad de San Francisco, en la provincia de Córdoba, cuando apenas contaba con pocos días de vida.

Al abrigo de los tangos de Gardel, tarareados por su padre, del bandoneón de su primo Raúl y la atenta escucha diaria del Glostora tango club, aprendió a entonar las primeras notas.

La visita de Alfredo De Angelis en San Francisco, le brindó la posibilidad casual de ser escuchado por Oscar Larroca y Carlos Dante, quienes propiciaron su presencia en el escenario. Tenía 16 años.

Este encuentro fue el escalón inicial. Larroca lo vinculó a la Orquesta Juventud Triunfadora de Córdoba, donde comenzó profesionalmente. Luego pasó a otras orquestas, hasta que formó su propia agrupación dirigida por el bandoneonista Norberto Pivatto.

En Córdoba estudió técnica vocal con el profesor Piedrabuena, un excelente barítono que había integrado los elencos del Teatro Colón. El deseo del maestro de inclinarlo hacia la música lírica, sucumbió ante la firme decisión de dedicar su vida al tango.

Luego, emprendió una incursión por Buenos Aires y aunque cantó en muchos lugares, no lo acompañó la suerte. En esa época también participó en cuanto concurso aparecía, pero indudablemente no era su momento. Agotada las posibilidades, se volvió para San Francisco, con sus veinte años a cuestas. Recorrió cantando todos los pueblos entre Rosario y Santa Fe.

En una ocasión, estaba actuando en la Confitería Oriental, de su ciudad, cuando fue escuchado por El Negro Mela, que era el apoderado de Osvaldo Pugliese. Este lo tentó con la posibilidad de una prueba, porque el maestro estaba buscando una voz joven. Luego de diversas alternativas y pruebas en Rosario —donde estuvo a punto de cantar con la orquesta— fue citado a Buenos Aires para una prueba final. Compitió con más de 300 postulantes. De todos ellos quedaron cuatro cantores, pero él resultó el elegido por los músicos de la orquesta. Su debut fue el 10 de octubre de 1964. Y vale la pena preguntarse: quienes eran esos músicos. Nada menos que los maestros: Osvaldo Ruggiero, Julián Plaza, Emilio Balcarce, Arturo Penón, Víctor Lavallén, Alcides Rossi, Oscar Herrero, Julio Carrasco y Enrique Lannoo.

Tuvo como compañeros en el canto a Jorge Maciel y Alfredo Belusi, aunque este último se alejó al poco tiempo para volver con el maestro José Basso.

Su primer gran alegría se presentó enseguida cuando partió en gira a Japón. Pactada inicialmente por tres meses, se prolongó a seis. Muy grande fue su asombro al llegar, ya que el público que los esperaba conocía a todos los integrantes, aún a él, que era el más nuevo. Fue una gira muy exitosa, en la que se dieron más de noventa conciertos.

Y llegó el año 1968 en el que seis músicos y Jorge Maciel se fueron de la orquesta para formar el Sexteto Tango. Fue un duro golpe para don Osvaldo, quien pensó continuar con un quinteto. Pero la insistencia de su compañera Lidia hizo que formara nuevamente la orquesta y Abel continuó con él.

Pugliese continuó con muchas giras, que comprendieron nuevamente Japón, dos a Francia, seis a Holanda, Bélgica, Finlandia, España y Portugal. Después, tres a Estados Unidos —donde visitó Nueva York, Los Ángeles, Chicago, Detroit, San Francisco— y a casi todos los países de Latinoamérica. En Ecuador cantó frente al Principe Rainiero y las princesas Carolina y Estefanía de Mónaco. La última gira fue a Japón y China. Sin olvidar que en ese lapso hizo dos presentaciones en el Teatro Colón.

Registró todo un record: 31 años cantando con Pugliese. Fue su único cantor desde 1968, hasta 1981, año en que se incorporó Adrián Guida. También hubo esporádicas presentaciones femeninas, como Inés Miguens, Gloria Díaz, María Graña y Nelly Vázquez, quien los acompañó a Cuba. A raíz del fallecimiento de Adrián Guida, en 1994, vuelve a ser el único vocalista, hasta el final de la carrera del maestro.

A partir de la década del sesenta, las compañías grabadoras no prestaron mucha atención al tango, por eso no registró tantas grabaciones. Serán alrededor de sesenta los registros, en las que presentó temas tradicionales y otros de autores más actuales.

De sus discos, destacamos: “Enamorado estoy”, “Canción de rango” de Raúl Kaplún y José María Suñé, “Manón” y, muchos años después, “Milonga para Gardel”, junto a Adrián Guida, y “Por unos ojos negros”.

Al deceso del maestro encara la carrera de solista y, en tal carácter, viaja a Holanda, Bélgica y a los Estados Unidos, además de Perú y Ecuador. Con la Orquesta Color Tango hizo una larga gira europea. Recorrieron Italia —actuando en Venecia, Trieste, Roma y Lecce— haciendo cinco recitales en memoria de Pugliese.

En la actualidad, actúa invitado por varias orquestas, hace sus presentaciones en teatros, locales de Buenos Aires y recorre el país en forma permanente. En agosto de 1999 registra dos grabaciones con la Orquesta Color Tango: “Sueño querido” y “Noches de luna”. Unos años después, cuatro con Fernando Romano: “Los mareados”, “Uno”, “Buenos Aires” y “Nostalgias”.

Ferviente defensor del tango, no oculta su disgusto al recordar la aparición del Club del Clan, que de la mano de Ricardo Mejía, capo de la Victor, se planteó como un requisito la marginación del tango y llegó a destruir matrices irrecuperables. «Al extremo —nos dice— que en el Club Estudiantes de la Plata, la comisión directiva llegó a pedirle a Osvaldo que no tocara, pagándole igualmente, porque estaba el Club del Clan y daban bebidas gratis. Osvaldo logró imponerse y la orquesta tocó a pesar de la oposición. En otra ocasión, recién llegados de Japón con un éxito impresionante, en unos carnavales del Club Provincial de Rosario, mandaron a unos pibes a tirarnos monedas al escenario».

Tuvo una gran satisfacción cuando estando en Finlandia, le informaron que, en Estocolmo, un jurado de diez musicólogos eligió como mejor versión del tango “Uno”, la de Pugliese con su participación vocal.

Finalmente, podemos agregar que es muy querido en el ambiente y respetado por sus colegas. Su vida, sin ostentaciones, nos muestra el trabajo y el empuje de aquel joven, que sin soberbia y exhibiendo con orgullo su pasado humilde, decidió encarar el camino del canto, deslumbrado por el tango, la pasión de su vida.