Por
Roberto Mancini
| José Pedro Aresi

la edad en que los pibes empiezan a jugar, ya había anidado en él la música de Buenos Aires. Por eso Jorge Valdez integra la lista de las grandes voces que llegaron a tutearse con los duendes del tango.

Poseedor de una innata sensibilidad, Leo nació en Buenos Aires, más precisamente en el porteño barrio de Villa Urquiza. Desde pequeño comenzó su encuentro con la música pues a los diez años de edad la madre lo induce a tomar clases de piano. Sus dotes interpretativas y una gran personalidad le permiten progresar rápidamente en sus estudios y es así que cinco años después, se presenta, en cuatro ocasiones, en el programa de radio El Piano en la Argentina.

Sin embargo, su mayor pasión era el canto y comenzó a «despuntar el vicio» cantando en reuniones familiares y de amigos, para luego transitar las calles y los boliches de su ciudad, llevando como único equipaje su voz.

Carlos Lazzari, bandoneonista de la orquesta de Juan D'Arienzo, lo escucha cantar en el cine Aconcagua de Villa Devoto y poco tiempo después se lo presenta al maestro, quien le toma una prueba, en la cual interpreta los tangos “Eras como la flor”, “Remembranza” y el vals “Quemá esas cartas”. El resultado es positivo y en el año 1957, se incorpora a la orquesta del Rey del Compás, con el nombre artístico de Jorge Valdez junto al cantor Mario Bustos, reemplazando a los consagrados Alberto Echagüe y Armando Laborde. Graba su primer disco, el tango “Andate por Dios”, el 8 de mayo de 1957, al que le siguen “Destino de flor”, “La calesita” y “El reloj”, versión en tiempo de tango del famoso bolero.

Durante su labor en la orquesta grabó 117 temas, trece de los cuales lo hizo en dúo, el primero de ellos acompañado por Mario Bustos y después —en orden cronológico— por Horacio Palma, Héctor Millán y Armando Laborde, quien en 1964 se había reincorporado a la orquesta. De los temas que Jorge Valdez cantó a dúo, el que obtuvo mayor éxito fue la milonga “Baldosa floja”, grabada con Mario Bustos.

Entre las grabaciones con la orquesta de D’Arienzo, recordamos: “Adiós Chantecler”, posiblemente su tema más logrado, “Remembranza”, “Estrella”, “La calesita”, “En el cielo”, “Casita de nácar”, “Hasta siempre amor”, “Se llamaba Eduardo Arolas”, “Ave de paso”, “Clavel del aire”, “Adiós corazón”, “Un solo minuto de amor”, “Marinera”, “Tu noche es mi noche” y “Chirusa”, el más popular.

A propósito de este último tema, deseamos destacar que “Chirusa”, compuesto por Juan D'Arienzo y Nolo López en la década del veinte, fue grabado por su autor en tres oportunidades. La primera de ellas en el año 1928, con el estribillo a cargo de Carlos Dante. La segunda el 17 de mayo de 1940 con Alberto Reynal y la tercera el 29 de octubre de 1958 con Valdez.

Este «gordo divino» o Cuore, como lo llamaba en la intimidad su amigo el cantor Roberto Mancini, era dueño de un fraseo fácil e inconfundible, de voz atenorada, cálida y melodiosa. Parecía una alondra haciendo fiattos falseteados, plenos de ricos matices.

Registra su último tango con Juan D'Arienzo, “Amor de verano”, el 18 de noviembre de 1964, al año siguiente se aleja de la orquesta y es reemplazado por Osvaldo Ramos, quien cantaba con Florindo Sassone con su nombre real: Osvaldo De Sanctis.

Posteriormente grabó con el maestro Osvaldo Requena, con quien reeditó canciones de su repertorio, a los que sumó “Gricel”, “En esta tarde gris”, “Carillón de La Merced”, “Verdemar” y “Nubes de humo”, entre otras. Graba luego con el acompañamiento de la orquesta de Alberto Di Paulo muy buenas versiones de “Barrio de tango”, “Fuimos”, “La canción de Buenos Aires”, “La vi llegar”, “Mimí Pinsón”, “Por una cabeza”, “Una piba como vos” y “Cuando un amigos se va”.

Para resaltar mejor la gran sensibilidad de Jorge Valdez, rescatamos esta anécdota referida por Rafael Brescia, quien también lo acompañó en diversas oportunidades con sus guitarras. En la década del noventa Brescia había registrado una cinta con la voz de Carlos Gardel, reemplazando las guitarras que lo acompañaban por otras cinco dirigidas por él. «Cierto día llevaba a Jorge en mi auto y puse la cinta. Mientras la escuchaba vi una lágrima en sus ojos. Fue la mejor recompensa para mi trabajo».

Durante su actuación como solista Valdez integró diversas “embajadas de tango” junto a Carlos Dante, Alberto Morán, Floreal Ruiz y Ricardo Ruiz y bajo la dirección orquestal de Jorge Dragone, estas giras le permitieron actuar en distintos escenarios de toda América.

Sus discos, desde la época en que actuó junto a D'Arienzo, ganaron al pueblo hermano de Colombia, quien lo convirtió en ídolo y sus actuaciones en teatros, coliseos y plazas de toros, aún hoy son recordadas con cariño y admiración. Raúl Iriarte, ex cantor de Miguel Caló y próspero empresario en Bogotá, también lo convocó para actuar junto a Juan Carlos Godoy, Armando Moreno, Jorge Ortiz, Oscar Larroca y Roberto Mancini. Su último paso por ese país ocurrió en el año 2001. También actuó en Australia, donde las ciudades de Melbourne y Sydney gozaron con su voz y su estilo inconfundible.

Previamente a todo esto, en abril de 1990, Jorge sufrió un serio accidente automovilístico en el tramo habilitado de la nueva autopista Buenos Aires–La Plata, a la altura de Dock Sur. En este incidente sufre diversas heridas y es llevado al hospital Fiorito para su atención. Le cosen la lengua que había sufrido un corte muy profundo y luego de un largo trabajo de rehabilitación supera el mal trance.

En ese entonces Jorge se mostraba muy desanimado y con deseos de abandonar el canto. Son sus amigos quienes lo alientan a seguir y logran que se someta a nuevos y exigentes ejercicios de reeducación y foniatría. Vuelve a actuar en el Rincón de los Artistas, clásico reducto tanguero ubicado en Álvarez Jonte y Boyacá, pero él siente que ya no es el mismo. Tanto es así que un día al bajar del escenario, molesto por no escucharse bien, le dijo a sus compañeros: «Estoy engañando a la gente. Esto no es lo que yo quiero».

No obstante ello, Jorge continuó con los trabajos de reeducación, hasta lograr colocar nuevamente su voz a la altura de su registro normal, lo cual no le resultó sencillo, pues su estilo le exigía muchísimo esfuerzo. El era un cantante de registro alto y no un “diseur” acostumbrado a musitar las letras. Sus innatas condiciones técnicas y su gran fuerza de voluntad lo ayudaron a dejar atrás el mal trance y reinsertarse en el mundo del canto.

Sin embargo, aquel Jorge Valdez que había superado todas las consecuencias de ese ingrato episodio, no pudo años después, recuperarse de la angustia que le causó el fallecimiento de su esposa Laura y no obstante contar una vez más con el apoyo de sus amigos y el entrañable cariño de su hija, en lugar de luchar, se dejó estar y entró en una profunda depresión.

Continuó actuando en reductos tangueros de Buenos Aires, Mar del Plata y Tucumán, pero ya no era el mismo y así, con su corazón destrozado sentimentalmente, falleció en el Sanatorio Colegiales de la Capital Federal como consecuencia de una afección hepática.

Compuso dos temas, “Por favor no vuelvas” en colaboración con Celso Amato y letra de Raúl Hormaza y “Olvidemos todo” con versos de Santiago Adamini. Ambos temas los grabó con la orquesta de Juan D'Arienzo.