Por
Abel Palermo

ra un tipo muy extrovertido, de figura espigada, bastante alto y con una atracción especial. Según palabras del director y pianista Atilio Stampone: «Moreno era un tipo excelente, uno de los grandes cantores de tango que, por esas cosas, no llegó a ser una gran figura. La versión del tango “Anoche”, que Pablo hacía con Francini-Pontier, nadie la cantó como él».

Barítono, afinado y con interesantes matices dramáticos, que sabía utilizar sin estridencias, tenía una voz suave y varonil, con una agradable media voz.

Nació en Cosenza, Italia, hijo de Salvador y Teresa Melomo y hermano de las mellizas Concepción y Carmela. Con su familia viajó a la ciudad de Montevideo, Uruguay, donde se establecieron definitivamente.

Desde niño comenzó a sentir una gran atracción por el tango y el candombe. A los 14 años se empleó en una estación de servicio de la Avenida Italia y la calle Irlanda, para luego pasar a un taller mecánico. Parte de su sueldo lo invertía en el estudio del canto.

A los 16 años ganó un concurso de cantores y, a raíz de eso, es contratado por una radio de Montevideo y para actuar en el lujoso hotel Carrasco.

Pero su carrera propiamente dicha comenzó con su ingreso a la orquesta del violinista Emilio Pellejero.

Debutaron en Radio El Espectador y hacía presentaciones en el Café Ateneo y el Cabaret Tupí Nambá, ya tenía 19 años. Luego pasó a la orquesta del violinista Roberto Luratti haciendo dúo con la que sería, con el tiempo, la gran cantante del Uruguay: Nina Miranda.

En 1942 se casó con Maria Elena Bersoni. De esa unión nacieron mellizos, pero poco después se divorciaron.

En esos años es contratado junto a Emilio Pellejero por el sello Sondor y grabaron un disco 78 rpm que tenía en una cara el tango “Eterna melodía” y en la otra el vals “Nieve”.

Invitado por el bandoneonista Juan Caló, a fines de 1946, llegó a Buenos Aires donde es presentado a Julio De Caro. El maestro lo escucha cantar y lo convocó, en el verano de 1947, a actuar con su orquesta en el hotel Casino de Mar del Plata. Continuaron en Buenos Aires en el local Loraine de la calle Esmeralda y en la Confitería Ruca, de la calle Corrientes, pero su estadía fue fugaz, a fines de 1947 regresó a Montevideo.

En 1948 se incorporó a la agrupación de Juan Baüer —Firpito— y, a fin de año, a la de Hugo Di Carlo, con quien vuelve al disco para el sello Sondor. En 1950 actuó con las orquestas del bandoneonista Edgardo Pedroza y de Francisco Reynares.

En 1951, junto a sus padres, se trasladó a Buenos Aires e instalan una casa de comidas en el popular barrio de la Boca.

Durante sus años juveniles fue muy amigo de Julio Sosa, también lo fueron las familias de ambos. Esa relación continuará en Buenos Aires y, gracias a ello, consiguió una prueba ante Francini y Pontier, quienes estaban buscando una voz para suplir al cantor Héctor Montes. Es aprobado y queda incorporado a la orquesta.

Los dos amigos comparten las voces de la orquesta conformando uno de los grandes binomios que tuvo nuestra música ciudadana. En 1953 Julio Sosa se va de la orquesta para integrarse a la formación de Francisco Rotundo y es reemplazado por Mario Lagos.

El 17 de junio de 1952, Moreno grabó el tango que lo llevaría a la consagración, “Anoche”, de Cátulo Castillo y Armando Pontier.

El éxito del cantor produjo una gran convocatoria de seguidores y era particularmente admirado por sus colegas. Durante su paso por la orquesta de Francini-Pontier dejó grabados doce temas, algunos insuperables, a mi gusto, como lo son: “Anoche”, “Lluvia sobre el mar”, “Prohibido”, “Triste flor de tango”, “Tengo un amigo”, “Cuando talla un bandoneón” y las milongas, “Las cosas que me han quedado” y “Azabache”.

En el mes de agosto de 1954, se produce su desvinculación y comienza a actuar como solista. Fue requerido por locales nocturnos, clubes, bailes y convocó al maestro Lorenzo Barbero para dirigir la orquesta acompañante.

Después ingresó a la orquesta de Atilio Stampone, quien buscaba otra voz para acompañar a Héctor Petray. Debutaron en Radio El Mundo, se presentaron en bailes y en las confiterías Adlon y Richmond de la calle Suipacha.

En 1958, Sydney Frey directivo de Audio Fidelity los contrató para grabar un disco larga duración, Tango Argentino, al cual aportaron los tangos “Reflexionemos”, “Adiós corazón”, “Nostalgias” y “Salimos a bailar”.

A fines de 1959 terminó su ciclo con Stampone y viaja a Montevideo por problemas familiares.

Volvió a Buenos Aires en 1960 y registró para el sello Odeón, con el acompañamiento de la orquesta dirigida por el violinista Aquiles Aguilar, el tango de Carlos Olmedo y Abel AznarDe puro curda”.

Tiempo después se marchó al sur de la Argentina, porque en Buenos Aires comenzaba a escasear el trabajo para los artistas del género. Estaba gestándose la mal llamada «nueva ola», creada por productores extranjeros que, a través del manejo de los medios de comunicación y los sellos grabadores, destruían todo lo relacionado con la música nacional. Mucha gente del tango tuvo que desarrollar su labor en la Patagonia y en otros distantes lugares del país.

Luego de tres años, regresó a Buenos Aires. En 1963, acompañado por el trío del bandoneonista Toto Rodríguez, realizó actuaciones en todo el territorio uruguayo.

En 1965 se vuelve a casar y deja de cantar profesionalmente para dedicarse a la gastronomía en Uruguay. De su matrimonio nace su hijo Damián. Su vida transcurría normalmente hasta que en 1975 se enfermó, víctima de un cáncer de pulmón. Es asistido por los mejores especialistas, junto al cariño de familiares y amigos, hasta que, próximo a cumplir los 57 años, fallece en el Sanatorio Americano de Montevideo.