Por
Horacio Loriente

na vida al conjuro del tango. Transitada con sacrificio, dignidad y superación.

Nacido en San José (Uruguay), reside desde niño en Buenos Aires con su familia, afrontando momentos amargos cuando la epidemia de viruela los alcanzó y perdió a una de sus hermanas.

Fue canillita junto a sus hermanos Francisco y Rafael Canaro cuando eran vecinos de los Greco, en la barriada de San Cristóbal. Hacia 1903, Francisco Canaro interpretaba el mandolín, Vicente Greco el bandoneón, a los que se sumaba un vecino de pieza apodado Papanova con su guitarra. Juan, espectador de las tertulias, les cebaba mate.

En 1905, Francisco Canaro había adoptado el violín, en tanto Rafael, el otro hermano, se desempeñaba como guitarrista acompañante de payadores.

Un día llegó a la casa de la calle Sarandí un amigo de los Greco, el bandoneonista Ricardo González, conocido por el sobrenombre de Mochila, autor del tango “La rosarina”, ofreciendo unas rifas de un bandoneón de 65 notas, a diez centavos el número. Juan Canaro no tenía dinero y consiguió que le prestaran para comprar un número. A los pocos días, Mochila le informó que había ganado el bandoneón. En principio no logró sacar un sonido. Se desalentó y el instrumento estuvo guardado dos años debajo de su cama.

Alrededor de 1907, su vecino y gran amigo Vicente Fiorentino, que ya tocaba el violín en pequeños conjuntos, lo instó a Juan para que se dedicara a estudiar el bandoneón, enseñándole algunas tonalidades simples por cifras. Después de mucho esforzarse consiguió aprender dos temas. Seguía estudiando pero sin atreverse a debutar en público. Lo hizo en unas romerías junto a Vicente Fiorentino (violín) y Luis Martínez (Papanova) en guitarra. Superado el trance tocaron luego en Junín y Pergamino.

A partir de entonces siguió trabajando, con los más populares músicos de la época. En 1913, unido a su hermano Rafael realizó una larga gira por el interior argentino. Al retornar a la capital, los hermanos tomaron distintos caminos.

Un año más tarde, convocado por Samuel Castriota, realiza los bailes de carnaval de Santos Lugares.

Tiempo más tarde, su presencia en Montevideo, reemplazando a Genaro Nerón Domínguez en el trío del pianista Pascual Cardarópoli. El violín era Federico Lafemina y actuaban en el Cabaret Pigall.

Cardarópoli, el autor del tango “La sonámbula”, fue su verdadearo maestro, quien le enseñó solfeo, teoría y lectura de música que le permitieron desempeñarse muy bien en la profesión, quedando habilitado además para componer y arreglar partituras.

En su etapa montevideana, al desvincularse de Cardarópoli, sustituyó a José Quevedo en el trío de Carlos Warren que se complementaba con el violinista José Bondino. Luego pasa al quinteto de Enrique Delfino, con los violinistas Eduardo Monelos y Miguel La Salvia y el bandoneonista Alberto Rodríguez a quien posteriormente sustituyó Ernesto Di Cicco.

De vuelta a Buenos Aires, en 1916, trabaja en pequeños conjuntos hasta llegar el carnaval de 1917, cuando se incorporó al conjunto de Manuel Pizarro.

Al regresar Francisco Canaro de Rosario, luego de los bailes del Teatro Colón, reaparece en el cabaret Royal Pigall. Allí fue la primera vez que actuaron juntos Francisco y Juan Canaro. La orquesta se complementaba con Julio Doutry, José Martínez, Osvaldo Fresedo y Leopoldo Thompson.

Las actuaciones de Juan Canaro en la orquesta de su hermano se prolongan hasta el carnaval de 1922, en que se aleja para formar su primer conjunto. Dicho elenco lo formaban: Humberto Canaro (piano); Juan Canaro y Roque Biafore (bandoneones); Rafael Tuegols y Antonio Buglione (violines); Rodolfo Duclós (contrabajo). Cumplido su compromiso Juan Canaro viajó al Brasil, solo, para agregarse a una orquesta de repertorio internacional, retornando a Buenos Aires a fines de 1922, formando otro conjunto para actuar en el Casino Pigall.

En 1924, revista nuevamente en la orquesta de su hermano Francisco al inaugurarse el Tabarís y graban en el sello Nacional Odeón. En el Tabarís se estrena su tango “Ahí va el dulce”.

Al año siguiente viajan a Europa donde actúan con gran éxito y, tras un breve regreso a Buenos Aires para contraer matrimonio en agosto de 1926, retorna a París. Luego viaja con varios músicos para presentarse en Nueva York, volviendo a Francia para tomar la dirección de la orquesta junto con su hermano Rafael, ante el retorno de Francisco Canaro a Buenos Aires.

En 1928, retorna a Buenos Aires y nuevamente se presenta en el Tabarís con el pianista José Tinelli, los violinistas Adolfo Muzzi y Ateo Dapiaggi y el contrabajista Hugo Baralis. Lo acompaña en el bandoneón Alberto Cima.

Dos años más tarde, después de actuar una temporada con Francisco se aleja definitivamente de su hermano. Desde entonces dirige diversas orquestas, con excelentes músicos.

En 1931, inaugura el cabaret Casanova y luego el Maipú Pigall, llegando al disco por primera vez como director en el sello Victor. En 1932 realiza una temporada en el Tabarís, pasando al Armenonville en vísperas de su cierre definitivo. Allí deja de actuar como bandoneonista, para ejercer solamente tareas de dirección.

La orquesta de Juan Canaro realiza una gira por Brasil y Uruguay en 1935. En Montevideo se presenta en el Concurso Carlos Gardel, en el Estudio Auditorio del SODRE (ex Urquiza), con el cantor Aldo Campoamor. Luego es contratado por la flamante Radio El Mundo y posteriormente, forma rubro artístico con el cantor Fernando Díaz.

Hasta 1939 sigue su actividad artística que va espaciando paulatinamente. En febrero de 1940 emprende una larga gira por América que se prolonga hasta octubre de 1942 y estrena dos perdurables tangos: “Copa de ajenjo” y “Cantando se van las penas”.

Abriendo un camino artístico que mucho bien le hizo al tango, realiza una gira por Japón en 1954. Vale la pena la mención de aquella calificada embajada: Osvaldo Tarantino (piano); Alfredo Marcucci, Arturo Penón y Ramón Torreira (bandoneones); Hugo Baralis, Emilio González y Enri Balestro (violines); Rufino Arriola (contrabajo); María de la Fuente y Héctor Insúa (cantores) y los bailarines Julia y Lalo Bello.

Cuatro años más tarde Juan Canaro repite el viaje que resulta el broche final a su vida artística. A partir de entonces se radica en Mar del Plata.

Finalmente, corresponde destacar su obra autoral que comenzara con el arreglo en tango de “El pangaré “ (1917) y su popular “Mano brava” dedicado a Minotto. Fue “Ahí va el dulce” su obra más representativa y entre las olvidadas “Delirio” de gran belleza melódica y “Los Treinta y Tres”, con letra de Jesús Fernández Blanco. De sus exitosos y hermosos valses la sola mención de uno, representándolos a todos: “La noche que me esperes”, de 1937, cuya dedicatoria dice: «A mi querida madre, con el cariño que se merece. Juan».

Juan Canaro acumuló los méritos suficientes para ubicarlo entre las figuras trascendentes del tango. Su deceso se produjo en Mar del Plata y su sonrisa y su bonhomía nos siguen acompañando.

Extractado de: Horacio Loriente, Ochenta notas de tango. Perfiles biográficos, Ediciones de La Plaza, Montevideo 1998. Auspiciado por la Academia de Tango del Uruguay.