Por
Salvador Arancio

legó al país desde su Italia natal en 1909 y recaló con su familia en Buenos Aires, en el barrio de Balvanera, vecino del famoso Mercado Spinetto. Con otros chicos cuidaban la famosa tropa de Cairolo, que se distinguía por sus tobianos y percherones todos con muy buenos arreos que tiraban de los carros y chatas, mientras los carreros comían en las fondas cercanas al mercado.

Roberto Maida, se inició artísticamente muy joven, en los fondos del restaurante Damato, de Matheu y Victoria. Allí se reunía con los hijos del dueño y los muchachos de la barra, donde se armaban sesiones de tango y él era el cantor. Un día se presentó a comer un maestro de canto de apellido Ralbis, preguntó quién era ese cantor y quiso conocerlo. Le propuso si quería cantar en un cine, en los entreactos, acompañado de piano, violín y batería. El cantor incipiente dudaba, sus amigos lo animaron. Se puso los largos y debutó en el cine 2º Coliseo, de Bernardo de Irigoyen y Venezuela. Los dueños del cine, José y Antonio Galvano se entusiasmaron y colocaron una foto muy ampliada del pibe Maida en el hall.

El secretario de Clemente Lococo —importante empresario dueño de una cadena de salas de cine—, convenció a los dueños y se lo llevó al cine Astral, donde debutó con un conjunto en el que figuraban Armando Baliotti, Miguel Caló y Raúl Kaplún. Compartían el espectáculo con un joven pianista de quince años: René Cóspito.

En 1925 debuta como cantor profesional en la orquesta de Miguel Caló. Tiempo después vendrá su aventura española con Cátulo Castillo junto a Miguel Caló, Alberto Cima, Ricardo, Carlos y Alfredo Malerba donde permanecen durante un largo período, actuando en numerosas ciudades. También graban varios discos para el sello Odeon. La gira terminó en 1930 y, ya en Buenos Aires, Bayón Herrera y Manuel Romero invitaron al cantor a formar parte en un cuadro de una obra, que iban a presentar en el teatro Sarmiento y le pidieron un tango para estrenar en esa producción.

Eligió el tango “Te odio”, de Celedonio Flores y Francisco Pracánico y lo grabó con las guitarras de Iglesias, Besada y Arrieta. En ese año 1930, ya había grabado algunos temas con guitarras, y otros con Alberto Castellanos para el sello Columbia.

Al término de de la obra en el Sarmiento, les avisaron por pizarra que la compañía viajaba a España. El director musical era Cátulo y su padre José González Castillo, el presentador. Maida se mostraba remiso para ir pero al final aceptó. La empresa no tuvo buena fortuna y se disolvió.

Como Maida ya era conocido en España, lo contrataron para trabajar con la cancionista Celia Gámez, pero simultáneamente recibió una carta de los hermanos Malerba anticipándole que iban a trabajar a Portugal, junto a Bachicha Deambroggio, y contaban con él.

Instalados en Lisboa trabajaron exitosamente durante un mes y medio en el Maxim's, actuaciones que incluyeron los Carnavales de 1931.

Desdichadamente, enfermó gravemente Carlos Malerba y sus hermanos, junto a Maida, lo trasladaron a Bilbao donde falleció. En el entierro ocurrió un hecho curioso, los hermanos Malerba le pidieron a Maida que, como responso, cantara su tango “Aquellas locuras”, el preferido del fallecido. Después de ese episodio se fue a París para actuar con la orquesta de Manuel Pizarro.

Roberto Maida se reencontró ahí con Carlos Gardel, a quien había conocido durante su actuación con Cátulo Castillo en Barcelona. Gardel ya estaba planeando viajar a Estados Unidos, donde iba a filmar y grabar. El Zorzal ocupaba un departamento vecino al de Maida, en la Rue Levi 27.

Gardel de tertulia con otros amigos solía reunirse en el Pigalle, una de las casas de Manuel Pizarro, y un día oyó cantar a Maida su tango “Aquellas cartas”—con música de Juan Ghirlanda—. El Zorzal elogió la obra, preguntó de quién era y se la pidió para estrenarla y grabarla en Barcelona. Así ocurrió, lo grabó con piano y violín y después lo hizo con guitarras en Buenos Aires.

Mientras Maida trabajaba con Pizarro en París, ciudad en la que residió varios años, llegó Eduardo Bianco, de paso para Alemania y le pidió a Pizarro si podía contar con Maida y algunos músicos, para acompañarlo en sus actuaciones en Hamburgo. Concedido el permiso partieron con Bianco los bandoneonistas Héctor Artola y Juan Pecci, el violinista francés Simón y en el contrabajo Mario Melfi.

En Hamburgo inauguraron el UFO Palace y también actuaron en el café-concert Bocaccio y lo anecdótico de ese lugar era que, entre los habitués y bailarines se destacaba un capitán argentino, agregado a nuestra embajada en Berlín. Con los años ese capitán fue tres veces presidente de la Argentina, era el General Juan Perón.

También en esa ciudad, Maida se encontró con Francisco Fiorentino que llegaba de Suecia de paso para la Argentina. Fiore se quedó junto a Maida una veintena de días. De Hamburgo pasaron a actuar a las ciudades de Colonia, Munich y Berlín, siempre con gran suceso. Finalmente Maida volvió a París con Pizarro.

Por ese tiempo consiguen un contrato por siete meses para trabajar en Londres en el Savoy Hotel. Allí Maida volvió a encontrarse con el Príncipe de Gales, a quien había conocido en Biarritz y que era un fanático del tango. Nos refiere Maida que el inglés a veces tomaba un bandoneón de la orquesta y hacía unos acordes de “Buen amigo”, que le gustaba mucho.

El Príncipe de Gales iba todos los jueves a bailar tangos y todos los presentes salían en masa a imitarlo, pero el resto de la semana apenas los dejaban tocar un solo tango y nadie lo bailaba. Maida y Pizarro no soportaron más y al poco tiempo volvieron a París. El resto se quedó en Londres pues la paga era muy buena. Maida y la orquesta de Pizarro hicieron giras por Bélgica, Holanda y España.

La actuación europea de Maida, terminó a mediados de 1933. Al regresar fue convocado por Samuel Yankelevich, quien lo contrató por un año para trabajar en Radio Belgrano, acompañado por las guitarras de Iglesias, Besada y Arrieta.

Cuando terminó el contrato, Yankelevich le sugirió a Maida que se uniera a Canaro, con quien ya había realizado, en 1930, una grabación de prueba del tango “Titiriteros” y el vals “A lo lejos”, que fuera editada con mucho éxito.

La unión con Canaro se realizó en noviembre de 1934 y recién el 20 de marzo de 1935 volvieron a grabar: “Alma de bandoneón”, “No hay que hacerse mala sangre”, “Cambalache” y la ranchera “Viva el casorio”.

El contrato fue acordado de palabra por el término de seis años, pero trabajaron cinco, porque el cantor se retira cuando Canaro contrató a Ernesto Famá y Francisco Amor. Un verdadero problema de celos profesional. Roberto Maida grabó con Canaro aproximadamente 200 temas.

En 1940 organizó su propia orquesta formada por: Héctor Artola, Máximo Mori y Tití Rossi en bandoneones, Antonio Rodio, Cervo y el «pibe» Mario Núñez en violines, Cimarro en piano y Francisco De Lorenzo en contrabajo. Los arreglos y dirección eran de Argentino Galván. Debutó en Radio Belgrano y también actuaron en Radio Sarmiento y en la boite Ocean. Nos cuenta Maida que muchos músicos de ese tiempo iban a escucharlos.

En el año 1942 integra la orquesta de Antonio Sureda para actuar en Radio Belgrano.

Maida, recorrió varios países de América con gran éxito y además de “Aquellas cartas”, fue autor de algunos temas más.

Extraído de Cuadernos de difusión del Tango, Nº 9, dirigido y editado por Salvador Arancio.