Por
Julio Nudler

scar fue un letrista prototípico de la década del '40, con sus letras tristes, de amores cargados de romanticismo y por lo mismo elementales, sin contradicciones ni complejidades psicológicas. Siempre apeló al toque poético, pero sin trascender al letrista: sus versos, oídos de labios del cantor, llegan eficazmente amalgamados con la música, pero no es aconsejable leerlos buscando el poema.

Entre su obra se destacan “Dejame así”, con música de Víctor Braña y Domingo Triguero, de única y antológica grabación por Alfredo De Angelis con Floreal Ruiz en 1943; el exquisito “Gime el viento”, con el pianista Atilio Bruni, grabado ese mismo año por Aníbal Troilo con Fiorentino y por Miguel Caló con Raúl Iriarte, entre otros registros; “Lloran las campanas”, con Alberto Suárez Villanueva, registrado en 1944 tanto por Carlos Di Sarli con Alberto Podestá como por José García con Alfredo Rojas; “Tu melodía”, también con Suárez Villanueva, objeto de una de aquellas algo exóticas versiones de Domingo Federico con Carlos Vidal en 1944, quienes en 1947 registraron igualmente “Mar”, del mismo binomio, el que también produjo “Lejos de Buenos Aires”, muy popularizado por Caló-Berón y Troilo-Fiorentino y en el que Rubens se vuelca a la exaltación evocativa de la ciudad, lo que es todo un desvío en su temática.

Por último, “Extraña”, con música de Miguel Caló, grabado por éste con Iriarte en 1947, un tango muy olvidado pero de gran belleza, en el que se percibe la influencia de “La viajera perdida”, de Héctor Blomberg.

Por el camino el nombre de Rubens había quedado asociado a éxitos como “Al compás de un tango”, con Suárez Villanueva, “Cuatro compases”, con Bruni, “Rebeldía”, con Roberto Nievas Blanco, y “Triste comedia”, con Héctor Stamponi.

En 1957, Elías y Oscar dieron a conocer “¿Por qué seguir?”, grabado por Miguel Caló con Roberto Mancini, en el que una pareja estéril se plantea la separación.

La familia provenía de Ekaterinoslav, en Ucrania. Los padres, el zapatero Motl y María Kaplán, maestra de escuela hebrea, decidieron emigrar ante el azote del antisemitismo, recrudecido en tiempos de la guerra ruso-japonesa, y llegaron a Buenos Aires a comienzos de 1906 con tres hijas, Luisa, Aída y Eugenia. En la Argentina tendrían siete hijos más, el segundo de los cuales fue Luis, venido al mundo en 1908 y con quien se inició la dinastía tanguera junto a Mauri, Elías, que usó el seudónimo Elías Randal y Oscar.

Los Rubinstein o Rubistein (en los documentos de algunos desapareció la n) formaban parte de una masiva emigración judía.

Varios de los Rubistein porteños nacieron en la humilde casa familiar de la calle Catamarca 945, donde el padre ejercía su oficio de remendón y la familia se hacinaba en dos cuartos. Mauricio y Elías solían salir de chicos a vender betún y cordones por la Avenida de Mayo o por Boedo. En cafés como el Dante, de Independencia y Boedo, luego de que Elías cantara unos tangos, los parroquianos le compraban todo, o incluso le daban el dinero sin aceptar la mercancía. En casa la madre esperaba por la noche ávidamente el regreso de los dos niños porque por épocas la familia dependía de esos pesos para comer al día siguiente.

Otros títulos de su vasta obra son: “Mientras duerme la ciudad” y “Es en vano llorar”, con Alberto Suárez Villanueva, “Los muñequitos”, con Francisco Pracánico, “Calla bandoneón”, con Carlos Lazzari, “Dejame en paz”, con Américo Actis, “Corazón qué has hecho”, con Antonio Ríos y “Domingo a la noche”, con Juan José Guichandut.

Extraído del libro Tango Judío. Del ghetto a la Milonga, Editorial Sudamericana, Buenos Aires 1998.