Rubén Juárez

Nombre real: Juárez, Jorge Rubén
Cantor, bandoneonista y compositor
(5 noviembre 1947 - 31 mayo 2010)
Lugar de nacimiento:
Ballesteros (Córdoba) Argentina
Por
Ricardo García Blaya

uando en 1973 vi por primera vez a Rubén Juárez en televisión, me di cuenta que estaba en presencia de una nueva estrella de la canción popular. No sólo por su aplomo y la belleza de su voz, si no fundamentalmente, por su personalidad. Además tocaba el bandoneón. Y lo que no era poco, lo hacía bien.

Para situarnos en contexto, estamos entrando a una década muy especial en muchos sentidos, pero que además continuaba siendo muy difícil para el tango. Tanto Rubén como yo, teníamos un poco más de 20 años y veníamos de una ecléctica musical que combinaba el folklore de prinicipios del 60, con Julio Sosa, Los Beatles y el rock nacional.

Muerto Julio Sosa, El Varón del Tango, el escenario tanguero estaba sin figuras con la única excepción del Polaco Goyeneche que acaparaba la parada y la todavía promisoria aparición, de una actriz que se iniciaba en el canto: Susana Rinaldi. Después de eso, los restos de los grandes solistas que brillaron en el 40 intentando sobrevivir con más o menos dignidad y más allá, la nada.

Por eso, coincido plenamente con la crónica que hace el poeta Héctor Negro en la revista Los Grandes del Tango: «Cuando se produjo su aparición en el gran escenario del tango, hubo algo así como una celebración. De viejos y nuevos devotos del género, autores de varias generaciones y distintas expectativas, difusores, comentaristas, músicos, gente...

«Fue uno de los raros casos en que un joven y nuevo fue aceptado sin resistencias, casi unánimemente y reconocido como figura de promisorio futuro. Sus condiciones de cantor no dejaban dudas; su fuerza interpretativa, su presencia y personalidad fueron contundentes, tanto como esa simpatía y ese ángel que suelen resultar imprescindibles para ganar.

«Lo cierto es que su nombre entró a sonar gratamente en el ambiente del tango. Era una voz que estaba haciendo falta. Además, tocaba el bandoneón, y bien. Esto le confería a su personalidad un rasgo singular y atrayente. Vino la prueba del disco y la atravesó airosamente. Se jugó con temas nuevos y demostró que se podía lucir también con los clásicos... De movida mostró condiciones de compositor, que más tarde revalidó con creces. Armó y creó espectáculos... Hizo cine, triunfó en el interior del país y fuera de él y cuando se quiso dar cuenta ya se había convertido en una verdadera figura de la canción popular y el espectáculo».

Nace en la provincia de Córdoba y a los dos años su familia se muda a la ciudad de Avellaneda, pegada a la Capital Federal. A los seis años comienza a estudiar bandoneón y guitarra. En 1956 participa como bandoneonista en la Orquesta Típica del Club Atlético Independiente, uno de los más importantes equipos de fútbol de Argentina. De adolescente integra un conjunto de rock, cuando todavía ese género se cantaba en inglés.

Sin pensarlo, comienza su etapa profesional al ganar un concurso de cantantes organizado por una cantina de barrio. Conoce al guitarrista Héctor Arbelo, acompañante del afamado cantor Julio Sosa, fallecido poco tiempo antes y juntos realizan una serie de giras por las provincias. En uno de esos viajes conoce a Horacio Quintana quien fuera cantor de la orquesta de Lucio Demare, quien queda gratamente sorprendido por las cualidades vocales del joven artista.

A partir de ese momento nace una importante relación. La amistad con Quintana le abre las puertas del más importante escenario del la década del sesenta: Caño 14 y la posibilidad de llegar al disco.

Efectivamente, el 2 de junio de 1969 graba para el sello Odeón el tango “Para vos canilla” del propio Horacio Quintana y letra de Julio Martín.

A principios del 70 es convocado por Nicolás Mancera, el conductor del más popular programa de televisión: Sábados circulares. De golpe, en un abrir y cerrar de ojos, aparece el éxito. Su nombre se catapulta a los más altos peldaños de la popularidad. Todo el mundo habla del nuevo fenómeno.

Comienzan sus viajes al exterior. Canta en Venezuela, Colombia y Uruguay y graba un larga duración por año.

En 1978 gana el primer Disco de Oro y se presenta en la televisión española con un singular suceso.

En 1981 actúa en el Trottoirs de Buenos Aires, de Paris y luego en Estados Unidos.

Tuvo el privilegio de ser acompañado por las formaciones dirigidas por los más grandes músicos de ese momento, los maestros Carlos García, Armando Pontier, Raúl Garello, Roberto Grela y Leopoldo Federico.

Otra importante arista del artista es su condición de creador de espectáculos en teatros y cafés concert. Así nacen “Mi bandoneón y yo (Crecimos juntos)” con la actuación del actor Eduardo Rudy; “Cosas de negros” y “Cantame la justa”, con el cantor Raúl Lavié; “Cantata en negro y plata” y “Zorzales de exportación”, con el compositor y cantor Chico Novarro.

Comparte el escenario de Café Homero con el inolvidable Roberto Goyeneche y otros grandes del tango, como el pianista Osvaldo Tarantino y el cantor Angel Díaz, El Paya.

En el plano interpretativo, su versión del tango “Dandy” es una verdadera recreación. Lo mismo, su tema “Mi bandoneón y yo (Crecimos juntos)”, su dramático “Pasional” o la dulce y deiva pintura de González Castillo, “El aguacero (Canción de la Pampa)”, por nombrar algunos temas. También podemos citar “Mañana iré temprano”. Pero su obra cumbre, su éxito impresionante fue con el “Café La Humedad” de su amigo Cacho Castaña.

Su obra como compositor es interesante pero de disímil calidad. Se destacan “Mi bandoneón y yo (Crecimos juntos)” (1969) con letra de Julio Martín y “Qué tango hay que cantar” (1986), con Cacho Castaña. También le pertenecen: “Toco y me voy” con Juanca Tavera; “Se juega” y “Candombe en negro y plata” (1982) con Chico Novarro; “Pedro Esperanza” (1983) con Juanca Tavera; “Después del ensayo”, “Vientos del ochenta”, “El segundo violín”, “Mi tiempo feliz”, “Tiempo de madurez” (1987), “Cuestión de ganar” y “A tres bandas” (1990), todos en colaboración con Tavera.

Fue dueño del Café Homero donde nos deleitó con su bandoneón y su atrayente personalidad. Su voz ya no tenía la potencia ni el brillo de sus comienzos pero su seducción y simpatía seguían vigentes, haciéndonos vibrar de emoción en cada tango.