Por
Néstor Pinsón
| Ricardo García Blaya

ibó fue para nosotros, ante todo, un gran amigo del grupo de coleccionistas. Un artista que trabajo su voz, la educó y que nos deleitó con su fraseo delicado y su cálido timbre. Pertenece a una generación de cantores que disfrutó el final de los 40, pero que luego tuvo que luchar por mantener vivo el tango del 60 en adelante.

Nació en Victoria, provincia de Entre Ríos. Su vocación por la música y el canto despertó tempranamente.

«De pibe, en mi pueblo, no sabíamos de tango, ni de milonga, ni de ningún otro ritmo. Hasta que, de pronto, me conmovió la letra de un tango escrita en el diario. Ocupaba la página central, era “Giuseppe el zapatero”. Yo tenía, apenas, siete años.»

Muy pronto se trasladó a la ciudad de Rosario (provincia de Santa Fe) donde cursó los estudios primarios. Un día se puso a cantar en la cocina del colegio, la directora lo escuchó y le preguntó por qué se había mudado, y el chico respondió: «Porque quería cantar». Esta respuesta la sorprendió y como era una amante de la música, ejecutante de piano y violín, cuyo mayor orgullo era el coro del colegio, decidió probar al muchacho. Así fue como Ribó se transformó en el solista del coro que estaba integrado por 60 niños.

Al poco tiempo debuta en la radio acompañado por guitarras, siendo aún adolescente, e ingresa en una orquesta de cabaret donde tocaba el violinista Nito Farace y cuyo director Lincoln Garrot imitaba el estilo de Osvaldo Fresedo.

«Llegué a Buenos Aires en 1943 a los 16 años. Vivía con un tío quien me anotó en un concurso: Voces nuevas surgidas del deporte, que finalmente gané. Mi tío me ayudó mucho, pero era muy estricto. Un día llegué tarde por culpa de una mujer y me mandó de vuelta a mi pueblo.»

«En ese concurso participaron muchachos mayores que yo, que luego serían artistas reconocidos: Roberto Carlés, Oscar Larroca y Carlos Vidal, entre otros.»

No obstante el problema con su tío, Osvaldo se va a vivir a una pensión, destacándose día a día con su canto. Así conoció entre otros a Nelly Omar y a Homero Manzi.

Hacia 1944 actúa con la orquesta de Alfredo Gobbi utilizando el seudónimo Julio Lucero en el cabaret Sans Souci.

Por aquel tiempo actuó también en otros cabarets con el acompañamiento del conjunto de Antonio Arcieri. Luego se presentó en un local llamado Hurlingham, enfrente a la confitería Novel de la calle Lavalle. Lo acompañaba el sexteto Dalepi, apócope del apellido del director, quien era un muchacho bandoneonista de apellido griego, Armando Dalepidote. En ese local debutó también la famosa orquesta de jazz Varela Varelita.

Cuando el cantor Enrique Campos se va de la orquesta de Ricardo Tanturi, el director comienza a probar una importante cantidad de postulantes. Tanturi buscaba voces con personalidad y por ese motivo elige la de Andrés Osuna. A raíz de un concurso propuesto por el auspiciante del programa radial donde actuaba Tanturi, los oyentes proponen el nombre artístico del cantante recién incorporado. Así surge su seudónimo Osvaldo Ribó.

Su primera grabación fue a dúo con Roberto Videla, el 16 de agosto de 1946, el vals “Amores de estudiante”, dejando registrados 14 temas con Tanturi. Su gran éxito fue y, sigue siendo, el tango “Papel picado”, de Cátulo Castillo y José González Castillo.

En 1954 ingresa a la orquesta de Lorenzo Barbero y graba dos tangos: “Noche de locura” (23/7/1954) y “No quiero verte llorar” (20/5/1955).

En 1960 se vincula al bandoneonista Ángel Domínguez y graba “Aquel nocturno” con la orquesta de Héctor Gondre, el bandoneonista de Ricardo Tanturi.

Después pasó a la orquesta de Mariano Mores, con quien tuvo una mala experiencia, según sus propias palabras, y actuó en televisión.

Siguió actuando, siempre como solista, en innumerables locales, registrando algunas grabaciones hasta la actualidad. En 1978, acompañado por Roberto Grela y sus guitarristas deja cuatro temas registrados. Luego, una serie de grabaciones de las que reniega, sólo editadas en cassette, ocho temas con la orquesta dirigida por Ricardo Martínez en 1987.

En su último trabajo, grabado en 1999 y editado por Héctor Lucci, registra doce temas con el acompañamiento de guitarras de Hugo Rivas y se reeditan los cuatro temas grabados con Roberto Grela en 1978.

Su opinión sobre Gardel es categórica: «Para alcanzarlo no hubieran bastado la voz de Jorge Casal, el gusto de Floreal Ruiz, la simpatía de Raúl Berón, ni el coraje de Alberto Castillo. Hay cantores que cantan lindo, incluso aficionados, pero cantar bien es otra cosa. Son muchos detalles. Cada palabra, frase tras frase, apoyar una nota tras otra. Cuando uno estudia un buen maestro de canto te dice que todas las notas tienen que estar en un mismo lugar, no le vayas a errar a una sola.» Y nos acota como reflexión final: «En lo popular hay que respetar lo que viene de atrás, lo que se fue formando poco a poco, lo que se va enseñando de unos a otros. En definitiva, se aprende escuchando a los otros.»

Como dato curioso se puede señalar que Ribó tuvo dos hijos, un varón y una mujer, esta última, la actriz Olivia Hussey, la Julieta de la película Romeo y Julieta del director italiano Franco Zefirelli.

Osvaldo Ribó fue un hombre de largas e interesantes reflexiones, de una simpatía natural y una personalidad delicada, amante de relatar historias graciosas hilvanadas una tras otra. En resumen, una persona simple y sencilla con una voz educada y diáfana que le permitió seguir trabajando permanentemente.