Por
Néstor Pinsón

ue un poeta que le cantó al amor y al engaño. Careció del fuego sagrado de los grandes autores de su época, pero tuvo la virtud de la regular corrección de su rima y, de haber captado el gusto popular a través de varios éxitos que se tradujeron en importantes logros comerciales.

Nació en Libertad, partido de Merlo (30 km al oeste de la ciudad de Buenos Aires). Su padre, español de Aragón, era empleado ferroviario y tocaba la guitarra y el bandoneón.

Trabaja desde muy joven con su padre, quien lo quería ver graduado de ingeniero químico. Recordaba el propio Aznar: «El viejo deseaba asegurarme el futuro y veía además, que yo tenía un porvenir en el ferrocarril. Y por eso, combatía a muerte mi afición por los versos. A pesar de eso pude estudiar violín entre mis 8 y 13 años. El colegio solo lo hice hasta sexto grado, pero aprendí muy bien el idioma inglés junto a mi madre que era irlandesa. Pero a mi me gustaba la noche, la poesía y escuchar a Pacho (Juan Maglio), que a veces venía por los pueblos con su orquesta».

Después de 1930 se vinculó al ambiente artístico y conoce al actor Federico Mansilla, que era director de Radio El Abuelito. Por su intermedio conoció a los cantantes Antonio Maida y a Nelly Omar.

En esa época compuso su primer tango “Igual te quiero”, al que también le puso la letra, y fue estrenado en la radio por Nelly Omar, el 28 de junio de 1936, cuatro días después de la muerte de su padre.

Reflexiona el autor: «...y no pude demostrarle al viejo que había emprendido algo serio en la vida, por mi propio camino. Y me tuve que hacer cargo de mi familia además.» Y continúa diciendo: «Entonces, aparte de mi trabajo en el ferrocarril, daba lecciones de inglés en mi casa todas las noches. El cantor Eduardo Farrel estaba entre mis discípulos. También ayudé a Eloy Rébora a traducir libros. Pero, por ese motivo, me fui desvinculando del medio que a mi me gustaba. Tuve que empezar de nuevo».

El pianista Armando Cupo le presentó a la cancionista Laurita Esquivel, al cantor Roberto Chanel y, al que más tarde fuera su colega, Reinaldo Yiso.

En esa época, Chanel empezaba con Pugliese, y en una ocasión le llevó un tema que habían hecho juntos. Cuando Pugliese leyó la letra le dijo al poeta: «Escribiendo así usted no va a ninguna parte». Aznar confiesa que le resultó muy duro, pero con el tiempo se lo agradeció. En esos tiempos el letrista escribía versos demasiado poéticas y muy alejados de lo popular.

Tiempo más tarde su amigo Reinaldo Yiso le trajo una música del bandoneonista Luciano Leocata, al que le puso letra. El tema en cuestión se tituló “Y volvemos a querernos”, que entusiasmó al cantor Jorge Casal hasta tal punto que se lo llevó al director Florindo Sassone y lo estrenan en el bar Armonía de la calle Corrientes y luego lo llevan al disco el 25 de enero de 1949.

La orquesta de Sassone también le grabó: “Y mientes todavía”, también con música de Leocata, con la voz de Raúl Lavalle.

Osvaldo Ruggiero, sobrino de Leocata y bandoneonista de Pugliese, se lo lleva al maestro quien lo graba con el cantor Alberto Morán el 31 de mayo de 1949. Y, a partir de ese momento, resulta un verdadero éxito. Ya Pugliese había grabado, con la voz de Roberto Chanel, “La mascota del barrio”, que Aznar hizo en colaboración con Reinaldo Yiso.

La conjunción Aznar-Pugliese, continúa con varios temas más: “Y mientes todavía” con la voz de Alberto Moran el 26/7/1950; “Y todavía te quiero” con la voz de Jorge Maciel, el 21/6/56; “Y no le erré” con el cantor Ricardo Medina, el 24/7/1959; “Sueño malevo”, con la voz de Alfredo Belusi, en el año 1960; “Jamás lo vas a saber”, la voz de Jorge Maciel, en octubre de 1966.

Fue un autor profuso, que contó con la colaboración de músicos importantes, como el caso del ya mencionado Luciano Leocata y muchos otros. Carlos Di Sarli, con el que hizo “De qué podemos hablar”, con Marcelino Hernández (Cholo) “Sonatina”, con Azucena Maizani “Y no somos nada”, con Manuel SucherNuestra última partida” y “Te doy un beso y me voy”.

Otros títulos importantes de su obra son: “El último guapo”, “Qué tenés que hablar de mi”, “Y te parece todavía”, “Vos hacés lo que querés”, “El corsito del barrio”, “Azúcar, pimienta y sal”, “Anoche te soñé”, y muchos más.

En Cuadernos de difusión del tango Nº 33, Tito Giglio nos cuenta que Cholo Hernández vivió con Aznar en su casa de Merlo durante diez años, y hace una descripción del autor en la que le atribuye una personalidad muy sensible y con un ansia enorme de afecto, que al recibirlo retribuía con creces.

Nos dice también que era un hombre flaco, de físico y de bolsillo, que apenas comía, pero consumía con exceso café y cigarrillos. Poseía un accionar nervioso y era de andar rápido, luciendo siempre un peinado engominado.

Con Leocata escribía con las melodías ya compuestas.

En SADAIC (Sociedad Argentina de Autores y Compositores) figuran 233 obras suyas, pero sólo 88 fueron editadas y grabadas. Realizó traducciones para la editorial Julio Korn.

Y finaliza Giglio comentando que tuvo una faceta ignorada, que expresaba su fina sensibilidad: la pintura.