Gregor Kalikian

Nombre real: Kallekian, Krikor Bedros
Compositor, director y bailarín
(28 febrero 1897 - 1971)
Lugar de nacimiento:
Estambul (Estambul) Turquía
Por
Orlando del Greco

irector de orquesta y bailarín de origen armenio. Alrededor del año 1930 se convirtió en un verdadero ídolo del público francés actuando con su jazz o bailando al compás del ritmo sincopado en las principales ciudades de Francia y muy en especial París, su gran capital.

Allí en la ciudad luz conoció a Carlos Gardel con quien intimó fuertemente. Esa amistad posibilitó la invitación del cantor a conocer Buenos Aires donde actuara en algunas salas y acompañara al gran Carlitos en las grabaciones de las canciones francesas “Folie”, “Madame, c'est vous?”, “Déja” y “Je te dirai” (ésta le pertenece), con su formación en el año 1931.

También le grabó Gardel el tango “Embrujo”, que en esos días compusiera con Osvaldo Sosa Cordero y Francisco Orefice, pero sin lograr salir al mercado esta impresión.

Para un reportaje que le hiciera Osvaldo Sosa Cordero en septiembre de 1931 para La Canción Moderna, dijo de Carlos Gardel: «No desearía, que por ser amigo de Gardel, se crea en la parcialidad de mis opiniones ¡Nada de eso! Digan ustedes que voy a hablar «en espectador», como quien, previo pago de su butaca o su disco, se apresta a escucharlo en el Broadway o en la victrola...

«Decir que Carlos Gardel es el intérprete máximo del tango, sería cometer una imperdonable redundancia. Eso es tan elemental aquí, como en París, Londres o Madrid. Gardel, en eso, es sencillamente inimitable, como lo es igualmente en la modalidad de la cual voy a ocuparme: la de cantante internacional y embajador del folklore argentino en el extranjero. Mucho me ha extrañado, a este respecto, la campaña tendenciosa con que lo recibiera parte de la prensa porteña, a la vuelta de su triunfal gira por Europa. Se ha criticado su intromisión a predios ajenos, censurándosele, sobre todo, su breve repertorio de canciones francesas.

«No participo de esta opinión, por estimarla antojadiza. Cabría, sí, censurársele, en el caso de que cantara versiones francesas de tangos criollos. Pero Gardel ha sabido escoger hermosas y acreditadas romanzas parísinas, aspirando con ello, según me consta, dar a su arte la expansión necesaria para lograr categoría de cancionista internacional. Aspiración bien justa por cierto, ya que Gardel comprende que nada le resta por hacer en el reducido campo del tango, y haciendo gala de una plausible inquietud, busca complementar sus aptitudes imprimiéndole nuevos rumbos. Los argentinos deben mostrarse orgullosos de ello ya que Carlitos se convierte de tal manera en el más eficaz embajador de esta tierra en el extranjero.

«Creo ser, modestia a un lado, de los pocos que pueden hablar, con verdadero conocimiento de causa, sobre la actuación de Carlitos, allende el Atlántico. He seguido paso a paso el desarrollo de su gira por las principales ciudades de Francia. Ello me autoriza a decir, que Gardel ha dejado de ser allá el simple y adocenado cantor de tangos, para convertirse en el mimado de un público que lo distingue y aprecia con esa simpatías inconfundible que sólo reserva a sus favoritos. París lo recibe cada vez con mayor afecto y cuando lo deja, extraña la ausencia de su nomore en las carteleras. Y es que Carlitos ha sabido llegar al alma de la gran ciudad, por medio de la más hermosa de las conquistas: los ojos de sus mujeres. A ellas debe en gran parte la envidiable popularidad de que actualmente goza.

«¡Niza! ¡Oh, Niza!... Niza es para mí el paraíso bíblico. Creo que debe serlo también para Carlitos... porque allí realizó la más olímpica de sus hazañas: conquistar, por asalto, el ambiente más hermético y sui generis de toda Francia. Aquella sociedad selecta y cosmopolita de la Coté d'Azur, accesible sólo a contadísimas excepciones, tuvo para Gardel una acogida cordial e inolvidable.

«Actuar en un casino de la categoría del Palais de la Mediterranse creo que debe colmar la aspiración de cualquier artista que se estime. Allí se consagran y se derrumban ídolos.

«Dos meses consecutivos hemos actuado en él, Carlitos Gardel y yo. Dos meses cuyo encanto no podré olvidar nunca.

«Nos llamaban los reyes del jazz y el tango. ¡Oh... ¡Niza!... Perdón, amigos. No debí haber dicho esto. Estábamos hablando de Gardel. Lo mío es asunto aparte.

«En Niza, Carlitos recibió las más grandes ovaciones, entonando canciones francesas. Este gesto, que era en él una caballeresca manera de retribuir distinciones, no pasó desapercibido para aquellas gentes. Y, a partir de entonces, Francia ha ganado un nuevo y calificado cultor de sus canciones y la Argentina un exponente digno que va sembrando por la vieja Europa, el espíritu de la patria lejana.

«Buenos Aires llora su milonga por boca de cientos de cantores. Casi me atrevería afirmar que cada porteño lleva en sí un Gardel. Hasta yo, tan europeo, tan dinámico, he caído bajo la fascinación del tango... ¡Y como no, si estoy en Buenos Aires y a un paso de Corrientes, esa calle tan porteña, que parece que estuviera edificada y pavimentada con letras de tango!

«Pero, por sobre todos los cultores de la canción típica: ¡Gardel! Todo lo que en los demás cantores resulta afectado o poco grato, cobra en sus labios, un valor personalísimo. Estoy con aquel que dijo que oír a Carlos Gardel es amar a la Argentina.

«Carlitos y Chevalier.
«He aquí un interesante ejemplo de evolución artística: Maurice Chevalier, el otrora mimado chansonnier parisien y astro, hoy, de la canción internacional, quien, gracias a la ductilidad que imprimiera a su arte, ha logrado imponerse definitivamente a todos los públicos. Carlitos tiene de su parte, amplias condiciones para emularlo, ya que como intérprete de canciones francesas me parece superior a Chevalier cantando en inglés.

«“Déjá”, “Madame, c'est vous?”, “Folie” y “Je te dirai”, sus últimos discos en francés, se encargarán de ratificar ampliamente mis opiniones.

«Y, para finalizar, expresen ustedes la alegría que siento al poder reanudar mi vieja amistad con Carlitos, aquí, en el bello país que tan amable acogida me dispensa en estos difíciles momentos de mi carrera artística».

Kalikián nació en Estambul (Turquía) el 28 de febrero de 1897.