Por
Julio Nudler

ijo y nieto de violinistas, Mauricio Miserizky nació el 14 de agosto de 1912 en el barrio porteño de Once. Su proletaria iniciación musical tuvo lugar en los cines mudos. El primero donde actuó con continuidad fue el Richmond, de Cabildo y Federico Lacroze, para pasar luego al American Palace, de Córdoba y Callao.

Con Roberto Firpo trabajó en el cine Astral, junto a los violinistas Octavio Scaglione, conocido como Piscoto, y José Nieso. A los quince años ya formaba parte del sexteto con que el también violinista Cayetano Puglisi acompañaba las funciones del Paramount, mientras comenzaba sus grabaciones para la Victor, con Federico Scorticati y Domingo Triguero (luego Pascual Storti) en bandoneón, Alberto Cosenza o Armando Federico en el piano —«de pesada marcación y recargados acordes, conforme a mi manera de sentir y admirar el tango», como apunta Luis Adolfo Sierra— y José Puglisi, a cargo del ropero, como los tanguistas llamaban al contrabajo.

A veces colaboraba, junto a algunos compañeros, con Francisco Canaro, bajo cuya dirección acompañó cuatro grabaciones de Carlos Gardel el 5 de diciembre de 1930 e intervino, en 1932, en la comedia musical La muchachada del centro. Volvió después a actuar con una nueva orquesta de Puglisi, cuyo pianista era Orlando Goñi y contaba con Raúl Romero como vocalista.

Mise, formado con los maestros Sadowsky y Ramos Mejía, tomó parte también en la orquesta del pianista José María Rizzuti, refinado compositor de “Cenizas” y “Bésame en la boca”.

A fines de 1936 ingresó al conjunto de Pedro Laurenz, que anticipó el renovado apogeo tanguístico de la década siguiente. Mise integraba la orquesta aquel 24 de septiembre de 1937 en que grabaron en la Victor la primera y antológica placa: en una faz, “Arrabal”, del pianista José Pascual; en la otra. “Abandono”, de Pedro Maffia y Homero Manzi, con Héctor Farrell en el estribillo.

Mauricio, que entró en reemplazo de Alfredo Gobbi cuando Laurenz actuaba en la Richmond de la calle Suipacha, permaneció once años junto al compositor de “Esquinero”, uno de los mayores talentos que dio el tango. Aunque el primer atril era ocupado por Samy Friedenthal, en muchas ocasiones éste le cedía el protagonismo a Mise, quien hubiera renunciado de todo corazón a ese privilegio. Los dos sufrían de esa afección del alma que se llama aprensión. En la orquesta de Laurenz conoció a Leopoldo Federico, con quien viviría otra etapa importante de su trayectoria.

En 1947, cuando el temperamental pianista José Basso abandonó la orquesta de Aníbal Troilo para formar la propia, Mauricio fue puesto al frente de la hilera de violines que integraban Rodolfo Fernández, Osvaldo Rodríguez y Francisco Orefice, además de Marcos González en cello y Rafael del Bagno en contrabajo. Aquella sobresaliente orquesta, contratada por Radio Belgrano y atracción del Café Marzotto y del Dancing Ocean, alineaba al comienzo como bandoneones a Julio Ahumada, Eduardo Rovira y Andrés Natale. Cantaban en un comienzo Ricardo Ruiz y Ortega Del Cerro.

Aunque Mise tenía sobradas virtudes como solista, no servía para cadenero: le faltaba ese temperamento conductor que distinguía a un Enrique Camerano (Pugliese) o a un Roberto Guisado (Di Sarli) para liderar la cuerda, más aún en una orquesta de tanta bravura como la de Basso. Éste llamó finalmente a Hugo Baralis para esa función. De todas formas, el alejamiento de Mise sobrevino recién en 1955, cuando fue despedido por cuestiones gremiales, junto con Armando Calderaro (Pajarito), Fernández y Orefice. Mauricio, aunque introvertido y melancólico, era célebre por sus salidas filosas, que el compositor de “Rosicler” no siempre podía festejar.

Mise hizo luego toda la campaña con Leopoldo Federico, incluyendo los cinco años en que acompañaron a Julio Sosa. Anteriormente había estado con él en una orquesta cuya formación le encargó Alejandro Romay a Federico a través de Leo Lipesker. Romay tenía entonces sus programas Grandes valores del tango y Lluvia de estrellas, por las radios Libertad y El Mundo. Aquel conjunto se integró para acompañar a Roberto Rufino, Elsa Rivas y Hugo Marcelino (luego Marcel), pero no duró mucho tiempo. Federico se apartó —y con él Mise— cuando Radio Belgrano, por intercesión de Héctor Artola, le ofreció la ocasión de actuar con orquesta propia. Aquel conjunto pasaría luego a secundar a Sosa hasta el trágico final del cantor en noviembre de 1964.

Artola, quien conducía una orquesta para acompañar a Oscar Alonso, Carmen Duval y María de la Fuente, tenía como bandoneonista a Julio Ahumada, pero éste no fue autorizado por El Mundo para actuar por Belgrano, con lo que pensaron en Federico como bandoneón de la Estable, y además como director, ya que no tenían ninguno. De paso Artola se aseguraba el concurso de Federico cuando debía acompañar a los cantantes.

Mise tenía una manera muy personal de decir el tango, y un buen sonido. Pero era muy temeroso cuando debía ejecutar un solo. En la época en que actuaba con la orquesta de Federico en radio Belgrano, antes de la etapa con Julio Sosa, al terminar cada audición Federico debía confeccionar la planilla de la siguiente, detallando los tangos que iba a tocar, para que preparasen unas glosas. «Mauricio, ¿podemos poner tal tango?», le preguntaba lleno de dudas, sabiendo que había un solo de violín. «Eh..., sí, sí, ponelo», respondía Mise. Pero luego lo llamaba por teléfono para pedirle que eliminara ese tango porque la idea del solo lo perseguía. A veces, instantes antes de la audición, descompuesto por el miedo, mientras iba y venía del baño, no lograba decidirse. Finalmente, llegado el momento, tocaba su parte estupendamente y de memoria, sin que los oyentes pudiesen tener idea de lo que él, Federico, y los demás músicos habían sufrido poco antes. Sin embargo, los nervios le aceleraban el tempo. Mise tocaba demasiado rápido, como queriendo terminar cuanto antes.

En el Sexteto Mayor, al que ingresó en 1973, nueve años después de la muerte de Sosa y de su desvinculación de Federico, nada había quedado de aquel pánico, aunque las cadencias fuesen más complicadas que aquellas que tanto lo habían cohibido. Mise, que actuó y grabó tres LP con Atilio Stampone (Danzarín, El sonido de Buenos Aires e Imágenes), y formó parte igualmente de la orquesta de Juan D'Arienzo, nunca sintió la inquietud de internarse en la música clásica. La crisis del tango lo sorprendió cuando era ya demasiado grande para intentar otro camino. Como compositor dejó “Si no me engaña el corazón”, con letra de Carlos Bahr, que grabó Sosa con Federico.