Carlos Dante

Nombre real: Testori, Carlos Dante
Cantor y compositor
(12 marzo 1906 - 28 abril 1985)
Lugar de nacimiento:
Buenos Aires Argentina
Por
Luis Adolfo Sierra

e ha dado en llamar generación del cuarenta a una brillante promoción de intérpretes, compositores y poetas que alcanzaban por entonces la culminación de un itinerario artístico prestigioso, junto a una pléyade de auténticos valores juveniles que se iban perfilando respaldados por relevantes aptitudes para proyectarse a la consagración. Unos y otros configuraron aquella falange tanguera que protagonizó el ciclo más importante del tango canción.

Los cabarets y dancings nocturnos, los bailes multitudinarios de los clubes deportivos, la radio, los discos, constituyeron el vehículo de la gran atracción musical de aquellos memorables años cuarenta. Las orquestas y los cantores imponían éxitos, repertorios íntegros, y afianzaban títulos y nombres que quedaron para siempre.

Y entre aquellos triunfadores más representativos, de ese importantísimo momento del auge de nuestro tango para ser bailado, para ser cantado y para ser escuchado, se cuenta el nombre de Carlos Dante Testori, que adoptó como seudónimo artístico que lo conduciría a una merecida notoriedad en una segunda etapa, diríamos, de su labor profesional, simplemente Carlos Dante, los dos nombres de pila suyos, desechando el itálico apellido.

Carlos Dante, personalísimo cantor intimista de nuestro tango, dejó de existir el domingo 28 de abril de 1985, a los ochenta años recién cumplidos, luego de una trayectoria plena de adeptos bien ganados y de ocupar un lugar inamovible entre los más destacados intérpretes de nuestra música de la ciudad.

Había nacido el 18 de abril de 1905 en la muy porteña barriada de Boedo. Se formó en un modesto hogar de gente honrada y trabajadora. Como tantos otros muchachitos de la época, esperaba ansioso el domingo para marcharse a patear una pelota de fútbol en los terrenos baldíos de Villa Dominico. Y los atardeceres de barrio, recostado en la vidriera del almacén de la esquina —como en los versos de Homero Manzi—, silbando y canturreando tangos.

Estudiaba y trabajaba de aprendiz en un taller, cuando un amigo de su padre, advirtiendo las condiciones vocales del muchachito, lo vinculó a un grupo de teatro profesional. Y de allí su gran oportunidad, para debutar profesionalmente como cantor de la orquesta de Francisco Pracánico, inaugurando el 16 de agosto de 1927 el cine Astral, de Corrientes angosta, actualmente teatro Astral.

Adquirió experiencia interpretativa con el ya prestigioso pianista y compositor de “Sombras” y “Madre”. Y poco después de desvincularse de Pracánico, el primer bandoneón de la orquesta, Miguel Caló, al tentar fortuna como director, llevó a Carlos Dante definitivamente incorporado ya a la actividad profesional del tango.

En 1928, conocido el nombre de Carlos Dante en el ambiente musical, integró como estribillista la orquesta de Anselmo Aieta, de la que formaban parte también, como instrumentistas, Juan D'Arienzo y Luis Visca, de resonante actuación en el cine Hindú de la calle Lavalle. Al cumplirse el término del contrato de dicha orquesta con la mencionada sala cinematográfica, la empresa Coll y Di Fiore retuvo al cantor Carlos Dante para incorporarlo a la debutante e inolvidable orquesta de Pedro Maffia —aquel sexteto mitológico con Vardaro, Pugliese, De Franco— y proseguir su exitosa actuación en el palco escénico del cine Hindú.

Debutó en la actividad discográfica como vocalista de la flamante primera orquesta de Juan D'Arienzo —que no había adoptado todavía la modalidad rítmica distorsiva que lo condujo luego a la popularidad—, registrando una serie de versiones para el sello Electra, cuyas placas sobrevivientes constituyen uno de los grandes atractivos de los coleccionistas de discos de la actualidad.

Y de allí a Europa. Viajó con Rafael Canaro a Francia. Cuatro años en París, Madrid, Lisboa, Roma, Atenas. Contaba Carlitos que al término de su actuación, una noche, en El Garrón de Montmartre, con la orquesta de Manuel Pizarro, se aproximó un distinguido caballero, expresándole en correcto castellano: «Lo escuché con mucha atención. Es usted un excelente cantor de tangos. No cambie nunca su manera de cantar. Al tango hay que decirlo, no gritarlo».

Aquel distinguido caballero era el famoso barítono de la lírica italiana de todas las épocas. Se llamaba Titta Ruffo. Y Carlitos Dante adquirió reconocido prestigio cantando siempre así, casi a media voz, siempre, en todo el largo recorrido artístico de su prolongada trayectoria.

Regresó a Buenos Aires. Y prosiguió aquí su actividad. Actuó y grabó discos transitoriamente con Francisco Canaro. Volvió, como en sus comienzos de 1927, con Miguel Caló. Cabarets, radios, discos. Y de pronto, una pausa prolongada que pareció definitiva. Ingresó a la empresa Yacimientos Petrolíferos Fiscales en muy favorables condiciones de contratación, con excelentes perspectivas de una ventajosa carrera administrativa.

Pero el tango pudo más. Y la vuelta de Carlitos Dante a la actividad artística tuvo lugar el 1 de octubre de 1944 en el café Marzotto de la calle Corrientes, con El Colorado De Angelis. Reemplazaba a Floreal Ruiz, quien, a su vez, ocuparía la vacante dejada por Francisco Fiorentino en la orquesta de Aníbal Troilo.

Antes de ese afortunado reintegro al tango, había participado Dante con la orquesta de Elvino Vardaro, en la película nacional Muchacho de la ciudad, interpretando íntegramente el tango “Ciudad”. Por mediación de Agustín Irusta, formó dúo con Pedro Noda, cuando éste se desvinculó de Agustín Magaldi. Y con Alfredo De Angelis, como ya se ha dicho, el salto a la consagración. Y sus grandes éxitos siempre recordados: “La brisa”, “Mocosita”, “Lunes”, “Melenita de oro”, “Ya estamos iguales”, “Soy un arlequín”, “Carnaval”.

Diez años en aquel inolvidable programa cotidiano el Glostora Tango Club, transmitido por Radio El Mundo. Trece años con De Angelis. Los mejores de Dante. En 1957, la desvinculación del cantor, formando dúo con Oscar Larroca. Duró poco la nueva orientación artística. Tal vez cansado ya de tantos años cantando tangos como se deben cantar los tangos.

Comunicación Nº 1086 de la Academia Porteña del Lunfardo.