Por
José María Otero

udo ser un excelente violinista y director de orquesta de tango pero lo tentaron otros ritmos y formó una orquesta que haría roncha en aquella Buenos Aires del cuarenta. Era la época de la dupla típica-jazz para llenar las milongas de los clubes. En realidad, estas últimas, con las cuales bailamos tantas veces en aquellas noches inolvidables, tocaban de todo: jazz, rumbas, porros, marchinhas, música brasileña y demás géneros.

Además de los bailes tenían sitios importantes de actuación como las boites, cabarés, confiterías y salones céntricos o en lugares como Olivos, el Tigre y demás. La formación de Nobile se llamó Orquesta Panamericana y tuvo mucho auge y vendió cantidades de discos en lugares como Colombia, Cuba y otros países.

Había nacido en Reggio Calabria, en la punta de la bota itálica, rozándose casi con Sicilia, y sus padres emigraron a la Argentina en 1904, estableciéndose en la capital, siguiendo los pasos de otro familiar. Tenía un año a su llegada y estando en la escuela primaria, ya mostraba aptitudes musicales, por lo cual su progenitor lo mandó a estudiar y escogió el violín como instrumento.

Destacó de pantalones cortos y lo inscribieron en la rondalla del español Daniel Cauvilla Prim, donde coincidiría con otro chico prometedor, de raíces itálicas: Juan D'Arienzo, ambos empuñando el violín.

Augusto Berto lo llevará a su orquesta y comienza a caminar por la senda del tango, aunque a su madre no le seducía mucho la idea, por la fama que tenía entonces esta música. Su violín se hace notar y aplaudir en el recordado Bar Domínguez, de la calle Corrientes y el Café Central de la Avenida de Mayo.

Su técnica va adquiriendo renombre, y saltará nada menos que a la orquesta triunfadora de Juan Maglio (Pacho), en el Teatro de la Comedia que estaba frente al Mercado del Plata. Por entonces, Eugenio Nobile se lucía también con el violín corneta, que usaba Pepino Bonano y popularizaría Julio De Caro, buscando mayor sonoridad.

El salto inmediato y confirmatorio de su calidad lo da al reemplazar a Elvino Vardaro en el conjunto de Pedro Maffia. Y lo hace por recomendación del propio Vardaro, convencido de su valía. Había, incluso, comenzado a escribir y cuando apenas tenía 20 compuso “Cholita [b]”, que le grabaría Juan Carlos Cobián. O “Quimeras”, que Julio De Caro con su Sexteto lo llevaría al disco en 1928.

Pero nunca le dio demasiada importancia a esta faceta suya y me lo recordaba mi compañero y amigazo, Pepe Barcia, que fue amigo suyo. Me contaba incluso que era un tipo muy alegre, dicharachero, y chistoso. Pero también dijo que alguna que otra vez se le «subía la tanada», cuando entendía que le estaban haciendo algo malo y reaccionaba fuerte. En uno de esos entreveros ligó un piñazo en el medio de la nariz que le quedó algo abollada como si fuese boxeador. Pero incluso se reía del cambio, masajeándose el naso.

Terminó de aquilatar su capacidad en la orquesta de Agesilao Ferrazzano como segundo violín de éste (eran muy amigos), salta con Juan Polito a grabar en Discos Brunswick, del cual el pianista había sido designado director artístico, en 1930. Allí estrenaría su tango “Se finí” y la orquesta estaba integrada por: Juan Polito al piano; Fernando y Ángel Martín, Armando Blasco y Félix Verdi en bandoneones; Eugenio Nobile, Salvador Polito y Néstor Salvador en violines y Francisco De Lorenzo al contrabajo.

Al fin, decidirá formar su propia orquesta y lo cierto es que en los papeles pintaba muy interesante por los músicos que la integraban.

Estaba el distinguido José Pascual (al piano), Eduardo Del Piano, Héctor Varela y hasta alternó el Mono Villegas —que sería un astro del jazz más tarde al piano—. Son muy aplaudidos en el Café Germinal de la calle Corrientes, en el Guarany, el cine Paramount y el cabaret Imperio. En 1935, saldría en la película de Luis Saslavsky: Crimen a las tres.

Con su orquesta estrenaría otros temas suyos como “Cocoliche”, “Cuando hace falta un amigo” (ambos con letra de Dante A. Linyera) y “El Lido”, dedicado a un cabaret con piscina en Palermo chico, donde actuó con su orquesta. Curiosamente, en éste último sitio aprendí a nadar durante mis estudios secundarios, pues se había convertido en el Gimnasio número uno, sito en la Avenida Figueroa Alcorta y era propiedad de la Municipalidad. Hermoso, por cierto.

Tocaría incluso en la boite Fragata de la calle Tucumán, entre Florida y San Martín y allí estrenó sus tangos de estilo europeo: “Violino tzigano” y “Vivere”. Su cantor era Carlos Varela que había estado con Roberto Firpo, una orquesta que admiraba, según sus comentarios. También formó un cuarteto con el pianista Domingo Greco de vida efímera.

Era requerido su conjunto para animar fiestas en palacetes de la alta sociedad por su estilo, pero un día sintió que le tiraban mucho las melodías románticas que le escuchaba a algunos conjuntos y a orquestas extranjeras que pasaban por Buenos Aires, y sin pensarlo demasiado fue cambiando de rumbo, dado el auge que estaba cobrando esta música a través de películas e interpretaciones radiales.

Así conformó su Orquesta Panamericana, que tenía una característica distinta a las de sus competidores. Era menos cumbanchera y más melódica. Yo bailé en un par de milongas y en el Hotel Crillón con su formación. Nos dejaba menos despintado que otras orquestas y sin la urgencia de ir al tocador a reponer la figura para el momento de la típica y cambiar el chip. Ángel Riera era su vocalista y Nobile tanto dirigía como tocaba el violín.

En 1946 llegó el director colombiano Lucho Bermúdez a grabar en la RCA-Victor local. Sólo había tres colombianos en la orquesta: Bermúdez, la cantante Matilde y el cantor Bob Toledo que estaba en Buenos Aires. El resto eran los integrantes de las orquestas de Armani y Nobile.

Lucho estuvo 8 meses en Buenos Aires, grabaría unos 60 temas y se casaría incluso en la capital argentina con su vocalista Matilde. Entre los muchos que registró estaba el porro “Santa Marta” (de esa ciudad que «tiene tren pero no tiene tranvía»), que lleva música de Nobile y letra del colombiano Francisco Chico Bolaños. Fue todo un impacto en Colombia y Buenos Aires y Enrique Rodríguez lo grabó con la voz de Armando Moreno. Por eso muchos de los temas tropicales de Nobile le rindieron económicamente, aunque no se preocupó demasiado del tema, por lo que me contaron de él.

Con Francisco García Jiménez compuso “Rojo y negro”. Con el acordeonista y arreglador de Carlos Di Sarli, Emilio Brameri, hizo varios temas, entre ellos “Independiente campeón”, dedicado al éxito del Club de Avellaneda. Con Lucho Bermúdez compuso “Buenos Aires [c]”, un recuerdo imborrable del músico colombiano. Con Héctor Varela y Rodrigo Martínez: “Soy el astro del colmao”. Con el mismo Varela y Carlos Bahr: “Zumba zumba” y, en total, unos 60 temas más los que dejó por ahí olvidados o se registraron en Colombia.