llá por 1912 solía pasar por la esquina de Blandengues y Echeverría, acaso para escuchar los tangos que emanaban tras las puertas de un salón. Entonces disfrutaba la juventud. Era vareador en un stud del Bajo Belgrano, cuando ese barrio todavía contaba con hipódromo. Alentado por la curiosidad, un día entró al salón —a la postre una academia de tango dirigida por El Cachafaz— y comenzó su práctica.

Luego siguió a su maestro cuando al año siguiente éste mudó a la academia Olimpo, en Centroamérica 1461 (actual Pueyrredón). De a poco demostró condiciones y frecuentó lugares de baile. Después, en 1926, dio clases y fundó el salón Dancing Blue en Sucre y Artilleros, que más tarde trasladó a un local de la calle Cabildo, entre Olazábal y Mendoza.

A menudo bailaba con La Peti y, alguna vez, a la muerte de El Cachafaz, con Carmencita Calderón. Para cuando se dio cuenta, Luis María Cantero ya se había ganado el apodo de El Negro Pavura por el miedo que infundía al exhibir su arte.

Su cara es desconocida; pero formó parte de esos grandes bailarines como El Gallego Méndez o El Tarila, esa camada de virtuosos que desarrollaron la coreografía del tango cuando el tango no conocía letra, la música irradiaba alegría y bailar solo significaba divertirse.

El autor es profesor, bailarín e investigador del tango danza. Es autor de Nuevo glosario de tango danza, La pista del abrazo y Tango FAQs. www.tangosalon.com.ar / info@tangosalon.com.ar