Por
Horacio Loriente

n muchacho lleno de ilusiones debutaba en unos bailes en el Club Defensor Sporting transcurriendo 1954, cantando con la orquesta de Omar Porcíncula, excelente pianista que hiciera paralelamente su carrera militar.

El novel cantor, nacido en Tacuarembó (Uruguay), se llama en los documentos Carlos García, pero de entrada adoptó el nombre artístico Carlos Solari.

Fue cumpliendo etapas de superación que hemos ido evocando acudiendo a su memoria. Su emoción cuando en 1950, antes de su presentación como cantor de orquesta, interpretó “Mi vieja viola” en una reunión de payadores acompañado en la guitarra por su autor, Humberto Correa. Su presencia junto al Quinteto de Oro de Armando Blasco, que también acompañaba al intérprete Ricardo Ibáñez.

En 1960, en el Canal 4 de Montevideo, en un programa llamado Fantasías Ferrosmalt cantó “Malena”, primer tango que se cantó en esa emisora de TV acompañado por la orquesta que desde el bandoneón dirigía Horacio Márquez. Con dicho conjunto se presentaron también en el Club Náutico de Carrasco.

Con el guitarrista Miguel Silva Aguilar como acompañante, actuó en La casa de Gardel, por Canal 10 y también registró su voz en el Canal 12 junto al conjunto típico Puglia-Pedroza.

Llega al disco para el desaparecido sello Edwards, como cantor de la excelente orquesta arreglada y dirigida por el maestro César Zagnoli, en 1963. Graba como solista de canto “Candombe de media noche”, de Alfonso Fogazza y a dúo con Julio Pomar, el tango “Mi malacara y yo”.

Su inquietud artística lo lleva a Buenos Aires, en el año 1964. Allí se radica y trabaja intensamente, debutando en Patio de Tango, además en Tango Club, entonces regenteado por Cholo Hernández, acompañado por un pequeño conjunto de Alfredo Calabró, en el que también actuaba el destacado bandoneonista Oscar Castagniaro. Fueron días de intenso trabajo. Tres años consecutivos actuó en la Cantina El Alba, junto al gran compositor y bandoneonista José Dames.

A esta altura se produce un importante acontecimiento en su trayectoria. El 1 de abril de 1967 debuta en Radio El Mundo de Buenos Aires, junto a la excelente orquesta codirigida por dos grandes del bandoneón: Julio Ahumada y Miguel Bonano. La orquesta graba en Odeon y Carlos Solari registra el tema: “Dondequiera que estés” (de Armando Pontier y Federico Silva), realizando giras por el interior argentino.

En 1968, junto a Pedro Maffia, José Canet y Julián Centeya realiza un trabajo conjunto, plasmado en un disco larga duración para el sello Matus.

Antes de proseguir corresponde señalar que todos los años, puntualmente cuando sus trabajos lo permitían, Carlos Solari llegaba a Montevideo para abrazarse con su familia y con sus amigos. Precisamente en Montevideo se presentó con Julián Centeya en el Teatro El Galpón, en una de esas escapadas a su querida patria.

En la década del 70, Homero Expósito estimula la presencia de Carlos Solari en el Festival de Tango en La Falda (Córdoba) como representante uruguayo, donde logró llegar a las finales. En la temporada siguiente volvió y fue distinguido con la medalla de oro de la Secretaría de Turismo, realizando actuaciones que se prolongaron durante diez años en los hoteles del Valle de Punilla (Córdoba). Obtiene por entonces Guitarra de Oro en el festival de Cosquín de 1974, donde se relaciona con el famoso acordeonista Bertolín.

Viene luego la etapa de su radicación en Bariloche, donde desarrolla intensa labor, en especial en el quincho del Hotel Bella Vista que se prolonga por alrededor de quince años y posteriormente realiza giras, una de las cuales culmina en México donde vuelve a contraer matrimonio y allí se radica. Su espíritu lo impulsa a las giras, con su guitarra que le acompaña y siempre recuerda a Félix Blanco, primera voz de Los Trovadores de Cuyo, quien le enseñó a pulsarla.

Es figura de atracción en Rincón Gaucho, en el Distrito Federal de la ciudad de México y también miembro entusiasta de la Academia del Tango de México. Ha ganado un lugar de privilegio en la consideración de todos, al amparo de su don de gentes, su cordialidad y su optimismo.

Surco fecundo pues, forjado por el cantor. Una voz clara, de perfecta dicción, que permite la comparación con los grandes. Un excelente intérprete que sabe trasmitir lo que siente.

Nos corresponden las generales de la ley si además decimos que Carlitos Solari es un amigo del alma, que mucho queremos, pero al margen de ello, es de estricta justicia que lo destaquemos para la consideración de los buenos tangueros.