Por
Julián Ortiz

roveniente de una familia de músicos, ya a los cuatro años, su inclinación al instrumento lleva a su familia a brindarle los rudimentos esenciales de la música para luego, ya más grande, se perfeccionara con maestros de su ciudad como José y Humberto Benito.

Su gran vocación lo llevó a estudiar con ahínco y pronto se transformó en gran admirador, entre otros, de Debussy, Ravel, Chopin. Muy joven comenzó su carrera como concertista, actuando en el Hotel Majestic. En esa época, lo escuchó el famoso Alejandro Brailowsky (pianista polaco), quien lo felicitó muy especialmente. Pero estaba el tango y llamó su atención Francisco De Caro y todo el conjunto de Julio De Caro, hasta el punto que con el violinista Antonio Casanova forman una orquesta que debuta en la emisora local LT3, con un estilo netamente decareano.

En 1937, lo descubre Roberto Zerrillo y lo incorpora a su gran orquesta a dos pianos, junto a Juan Carlos Howard. Ya en Buenos Aires pasa a ser un pensionista más de la famosa pensión de la calle Salta 321, poblada por muchachos tangueros con ilusiones de futuro que llegaban a la Capital desde distintas ciudades. Sobre la vivencia en esa pensión, testimonió su esposa Luisa: «Emilio me hablaba tanto de la bohemia pensión La Alegría que la he llegado a vivirla como cosa propia» (1985). Allí comparte una habitación con otro rosarino pianista, Enrique Munné y alquilan, en Casa Lotermoser, dos pianos por veinte pesos. Se dedican a seguir estudiando y de paso formar un dúo de pianos.

Pero Rosario los llama, fue a través del director artístico de la emisora LT8 para dar conciertos. Una temporada y regreso a la gran ciudad. Emilio pasa a integrar la orquesta del arreglador y director Mario Maurano, además musicalizador de películas, de modo especial de casi todas las protagonizadas por Libertad Lamarque. Este trabajo lo alterna integrando la orquesta de Nicolás Vaccaro en el Teatro Dancing Novelty, a dos pianos junto a Carlos Parodi.

Enterado el maestro Osvaldo Fresedo de la capacidad pianística de este privilegiado músico, lo llama para reemplazar a Lalo Scalise, era el año 1942. Para la gente de tango es bien sabido que Fresedo fue siempre un admirador de Barbato, al punto que le permitía —aprobando con una sonrisa—, esas «lluvias de notas perladas» que con gran maestría y depurada técnica injertaba en las partituras de piano.

En 1946, decidido a continuar sus altos estudios de concertista, visitó a la distinguida profesora Esperanza Lothringer, quien después de haberlo escuchado le confesó no haber oído nunca un pianista que interpretara mejor a Debussy.

En 1948, enriqueció programas nocturnos de LR1 Radio El Mundo, con solos de piano de música melódica internacional acompañado, en guitarra americana por José Amatriain, en bajo por José Sciarretta y en percusión por Carlos Gómez, el conocido jazzman Cachito. Estas actuaciones prosiguieron luego por Radio Splendid y también Belgrano. Aunque no se le conocen posteriores actuaciones en público, este talentoso y completo músico nunca abandonó su piano, dedicándose a la música clásica y sus compositores favoritos, sin olvidar el tango.

Nota de dirección:
Esta nota, sin mención del autor, fue publicada en la edición especial de la partitura del tango “Pensión de la calle Salta” (SADAIC, 1988). Tal publicación, además de la partitura del tango homenaje, presentaba una breve reseña de varios de los músicos que vivieron en ella. Pero como los textos no se escriben solos, averiguamos que este fue escrito por Julián Ortiz, al igual que las otras semblanzas que figuran en la referida publicación.

Osvaldo Requena, gran admirador suyo, nos dijo: «Fue un gran pianista que con Fresedo definió el estilo de una orquesta. En Norteamérica había un pianista importante, de éxito, llamado Carmen Cavallaro y creo que ese estilo suyo ya lo había hecho antes Barbato. Todas esas pequeñas ligaduras que hacía fue un invento suyo. Cuando con Fresedo dejaba de tocar, la orquesta, para mi oído, se apagaba y pasaba a apoyarse en los violines».

Como compositor Fresedo grabó varios temas suyos. “Adiós, adiós corazón” (octubre de 1942), con la colaboración de Félix Lipesker y letra de Lito Bayardo, lo cantó Oscar Serpa; “Este viejo corazón” (abril de 1943), también con Lipesker y letra de José María Contursi con la voz de Serpa; “Nana” (junio de 1944), con Félix Lipesker y letra de Cátulo Castillo, cantando por Serpa; “Mi piano” (diciembre de 1944), letra de Lito Bayardo y canto de Serpa; “Libre” (noviembre de 1945), letra de Homero Expósito y la voz de Oscar Serpa; “Ya no volverán [b]” y “Loco torbellino”, con letra de Homero Expósito; “Pobre Fanfán”, con la colaboración de Elvino Vardaro y letra de Cátulo Castillo. También, entre otros tantos, una canción serrana: “Clareando”, tal vez sea la menos conocida, pero sin dudas, es la más bella y sutil página que ha concebido.