José Muñiz

Nombre real: Muñiz, José
Cantor
(13 marzo 1894 - 1964)
Lugar de nacimiento:
Montevideo Uruguay
Por
José Gobello

ació en Montevideo, Uruguay y falleció en Lima, Perú. Fue uno de los cantantes, quizás el primero, que llevó el tango a Méjico y a Cuba. Rescatarlo del olvido es un hecho de justicia.

Se sabe que, siendo obrero marmolista se radicó en Buenos Aires, en 1918. Tenía una bella voz de barítono que, sin abandonar su oficio, lucía en kermeses y festivales, entonando páginas de zarzuelas. En esos trajines lo descubrió el actor uruguayo Luis Vittone quien, en 1910, había formado compañía con Segundo Pomar y, en 1919 —después de haber sido el intérprete mimado de Carlos Mauricio Pacheco—, ofreció en el Teatro Ópera espectáculos revisteriles, en la línea de Madame Rasimi.

En ellos, incluyó a Muñiz y cuando formó un elenco para llevar el sainete a algunos países donde la legendaria actriz, Camila Quiroga, había representado con éxito la comedia y el drama, enroló a Muñiz junto a Olinda Bozán, María Esther Podestá (esposa de Pomar y que ya había estrenado “Milonguita (Esthercita)”), Juan Sarcione, el maestro Francisco Payá y otros.

Muñiz se había casado con Marta Poli, hermana de Manolita (que ya había estrenado “Mi noche triste (Lita)”). La troupe debutó en Méjico, en el Teatro Esperanza Iris, el 15 de noviembre de 1923. Fallas en la organización y convulsiones políticas se conjuraron para que la empresa estuviera al borde del colapso.

En la ciudad de Tampico mejoraron las cosas y luego, en varias ciudades de Cuba el éxito comenzó a sonreír. Sin embargo, cundió la desmoralización y, en 1924, estaban todos de vuelta. Muñiz se quedó por esos países difundiendo los tangos que iban apareciendo aquí y que puntualmente le enviaba su cuñada.

Regresó más de una vez a los escenarios porteños y así, estrenó “Tiempos viejos” en la obra Los muchachos de antes no usaban gomina, en el Teatro Ópera, el 21 de octubre de 1926, y también “Dicen que dicen”, en una pieza de Alberto Ballesteros presentada en el Teatro Fémina, en 1929. Antes había cantado “La provincianita” y “Polvorín” en la pieza El Gran Premio Nacional, de Manuel Romero, en el escenario del Politeama Argentino, el 28 de junio de 1922.

Y después, en 1933, se lo vio junto a Tania y Discepolín en el estreno de Wunder Bar, una brillante pieza musical de origen alemán. A Muñiz sin embargo, le tiraba la opereta. Y con una compañía de operetas, donde brillaba la tiple Inés Berutti, partió para Chile y ya no volvió.

Poco se sabe a partir de ese momento. Según parece no dejó registros discográficos. Aunque se rumoreó que filmó una película en Lima. En los últimos años de su vida fue empleado de una mueblería y también en una fábrica de velas, siempre en Lima.

En su caso, puesto que fue una suerte de adelantado tanguero en Méjico y el Caribe, la fiera venganza del tiempo resulta absolutamente irracional. Enamorado como soy de “Polvorín” —una elegía caballar sólo comparable a “El moro” que inmortalizó Carlos Gardel—, le agradezco a Muñiz que lo haya estrenado. Cuando vuelvo a pasar Los muchachos de antes no usaban gomina y lo veo a Hugo Del Carril delgado y pintón cantando “Tiempos viejos”, me pregunto como lo habrá fraseado Muñiz cuando lo estrenó.

Cuando el disco me trae la voz de Julio Sosa cantando “Dicen que dicen”, me acuerdo que esa página impar (en muchos tangos se cuenta como el amante mata a la amada; hagamos uno en que la mata en escena, le dijo Delfino a Ballesteros) la estrenó otro uruguayo a quien la fama también le dio un esquinazo, pero de menos trágico modo.

Extraído de un fascículo de Letras de Tango.