Por
Hernán Volpe

u enorme talento de bandoneonista conductor y refinado arreglador, quedó plasmado con relevancia en los 24 años de trabajo que compartió en la orquesta de don Osvaldo Pugliese.

Su fuerza interpretativa y el sonido que logró sacarle a su instrumento, le dieron un sello y un color muy personal, ese que pudimos descubrir después de 1968, cuando asume el primer atril en la orquesta de Pugliese —al alejarse Osvaldo Ruggiero— y pasar a comandar la fila de bandoneones, que integraba como cuarto elemento desde el año 1960.

Como dijo el mismo Penón en su libro El bandoneón desde el tango, quiso la suerte que siempre se rodeara de los mejores músicos; desde los inicios de estudiante hasta más tarde en los trabajos profesionales. A sus ocho años y en su Bernal natal, tenía como vecino a don Robertino Acosta, un legendario fueyero bolichero, que lo cautivaba con su sonido. De ahí seguramente viene su pasión por el bandoneón. Tomó las primeras lecciones con un maestro de barrio, Domingo Giacoppini, para más tarde perfeccionarse con Carlos Marcucci y Francisco Paco Requena, dos nombres fundamentales para todas las camadas de bandoneonistas de aquellas épocas. La formación teórica y académica la obtuvo estudiando con los maestros Juan Laceiras, Pedro Rubbione, Pedro Aguilar y Jacobo Fischer.

En 1944, comenzó a foguearse profesionalmente en diferentes orquestas, algunas de ellas fueron: el rubro Di Adamo-Flores (Felipe Di Adamo-Aníbal Flores), Manuel Buzón y Edgardo Donato. Integró los célebres cuartetos de los dos Roberto Firpo, padre e hijo; y en 1951, pasó a la orquesta de uno de los patriarcas del tango, don Julio De Caro. En ella pudo actuar como elemento de fila en Radio El Mundo y grabar algunos tangos en discos Pathé (Odeon). Con seguridad participó en los registros de “Todo corazón”, “Ja Ja Ja”, “Esta noche de luna” y “Loca bohemia”, grabados entre junio y julio de 1951. Bien vale destacar quienes eran los músicos de esa orquesta: Francisco De Caro (piano y arreglos); Carlos Marcucci, Ángel Genta, Pedro Belauti, Penón y Alfredo Marcucci (bandoneones); Bernardo Weber, José Nieso, Manlio Francia (eterno colaborador de De Caro), Pedro Sapochnik y Luis Álvarez Cuervo (violines) —más tarde ingresaría Hugo Baralis— y Alfredo Sciarretta (contrabajo), otro nombre histórico en la escuela decareana.

En 1954, Penón junto a los mencionados Marcucci y Baralis, dejaron la orquesta y pasaron a integrar la de Juan Canaro para realizar la primera embajada tanguera a Japón, con un elenco que integraban entre otros: Osvaldo Tarantino (piano), el cantor Héctor Insúa, la cancionista María de la Fuente y la pareja de bailarines Julia y Lalo Bello.

Otras orquestas que integró fueron las de Carlos Parodi, Joaquín Do Reyes, Juan Polito y tres más que acompañaron a Alberto Marino, Andrés Falgás y Enrique Campos, respectivamente.



Su militancia política en el Partido Comunista, como a muchos otros músicos, le valió persecuciones de todo tipo y prohibición. Alejado de la actividad musical profesional, se dedicó algunos años a vender libros y enciclopedias, por los distintos barrios de Buenos Aires y de casa en casa, hasta que una tarde de 1960 el teléfono de su casa de Bernal, al sur del gran Buenos Aires, le devuelve la voz de don Osvaldo Pugliese, quien lo invita a sumarse a su orquesta, para reemplazar nada menos que a Ismael Spitalnik, quien curiosamente decidía abandonar la música para dedicarse de lleno a su profesión de químico.

La figura experimentada de Spitalnik le sumaba a Pugliese tres condiciones importantes para la orquesta: sólido ejecutante, inspirado compositor y arreglador de notable repercusión en el medio. Indudablemente Arturo Penón era el músico capaz de salir airoso de semejante desafío; y Pugliese no se equivocó.

Ahí comenzaría a desarrollar un trabajo artístico estable, de constante reciprocidad entre aporte y recepción de ideas musicales. Se ubica en la silla del cuarto bandoneón y, a su lado, Osvaldo Ruggiero, Víctor Lavallén y Julián Plaza. En los violines: Oscar Herrero, Emilio Balcarce y Julio Carrasco; en viola Norberto Bernasconi, en contrabajo Alcides Rossi. Cantaban Jorge Maciel y Alfredo Belusi.

Al poco tiempo, comenzaría con los arreglos musicales, siendo el tango “Inspiración”, el primero de una larga lista de colaboraciones. De ese arreglo inicial, quedó poco del modelo original, ya que en la orquesta de Pugliese, todos opinaban y podían modificar en beneficio del resultado final. Al principio esto podía molestar, pero después los músicos se acostumbraban a esa metodología de trabajo en equipo. Una sola anécdota de muchas, pinta como se hacían las cosas: Julián Plaza hizo el arreglo de “La mariposa”, y el mismo Osvaldo Pugliese le modificó siete veces la introducción, hasta lograr lo que estéticamente se pretendía. (Esto me lo confió el mismo maestro Julián Plaza).

En marzo de 1968 dejan la orquesta Ruggiero, Plaza, Lavallén, Rossi, Herrero, Balcarce y Maciel, para formar el Sexteto Tango. Un breve paréntesis de algunos meses, y entre Penón y Pugliese rearman otra vez el conjunto convocando a jóvenes músicos: Daniel Binelli, Rodolfo Mederos y Juan José Mosalini (bandoneones) y Mauricio Marcelli (violín). Penón pasa a primer bandoneón. También sus arreglos orquestales serán mayores en el repertorio, dejando versiones muy logradas de “Mi noche triste”, “Sur”, “A un artista del pueblo”, “Bien de abajo”, “Adiós pampa mía”, “Tangueando te quiero”, “Malena”, “Quejas de bandoneón”, entre otros. Y en colaboración con Osvaldo Pugliese hacen “Desde el alma” y “Tinta roja” en versión instrumental. Su último arreglo para la orquesta será el tango “Después”, que quedaría en el repertorio hasta el final de la existencia de la orquesta. De aquella época es “Abrazo Fraternal”, la primera composición de Penón que le graba Pugliese, cantando a dúo Jorge Maciel y Abel Córdoba.

En 1984 —a causa de algunas diferencias con Lidia Elman de Pugliese—, Penón decide dejar la orquesta y comenzar una nueva etapa. Se retira en París, al culminar una serie de presentaciones que hacían en Francia y viaja a Montreal (Canadá), para integrar allí los conjuntos Tango X 3 y Tango X 4 del pianista y etnomusicólogo argentino Ramón Pelinski, quien me contó lo siguiente: «Tuve la suerte de contar con la colaboración de dos músicos muy importantes como Héctor Stamponi y José Libertella; pero mi verdadero aprendizaje sobre el tango porteño lo hice con Arturo Penón. Diariamente trabajábamos juntos en hacer los arreglos para los conjuntos y fue mi «escuela». Verdaderamente el impacto en los conciertos lo producía Arturo, cuando tocaba con su intensidad, pasión, extrema libertad y finura de sus rubatti, dejando al público embelesado. Tuvo en Montreal los aplausos y ovaciones más importantes de su carrera. ¡Ponía la vida en cada nota que tocaba!»

De regreso en Buenos Aires, participa del homenaje a Pugliese en el Teatro Colón. Dos músicos —además de Pugliese, claro— se alzaron con una ovación esa noche: Osvaldo Ruggiero y Arturo Penón. Fue sin dudas el reconocimiento del público seguidor de la orquesta, a la labor de estos maestros que aportaron tanto a la estilística del grupo.

Como compositor nos dejó tangos de fuerte estructura y de complejidad armónica, notablemente influenciados por la honda raíz decareana y puglesiana, como “Gente de teatro” y “A un artista del pueblo” (dedicado a Pugliese), “Bien de abajo”, “Ni tristes ni solos”, y “Preguntas para mi viejo”.

En 1986, siendo aún un hombre joven, Penón comienza a sentir los primeros síntomas de lo que sería una enfermedad cruel: el mal de Alzheimer. Progresiva e implacable, lamentablemente nos fue privando de su talento, de su presencia en la música, hasta que falleció en su casa de Bernal, recién comenzado el año 2000. Sin embargo, nada podrá impedir que su obra de músico y compositor permanezca en total vigencia y al alcance de todos aquellos que decidan darle vida, con solo disponerse a escuchar sus grabaciones.