Por
Hernán Volpe

emperamental. Es el calificativo más ajustado para definir el estilo interpretativo de este bandoneonista tan relevante para las décadas de 1950 y 1960. Su sonido sobresaliente y sus condiciones de fueye cadenero, lo hicieron único en el estilo que supo adoptar como propio: el de Juan D'Arienzo. La técnica sobre el instrumento le fue innata, con una perfecta digitación en ambas manos y una naturalidad expresiva al tocar, a sabiendas que el equívoco o la pifia no le eran frecuentes. Hay que escuchar las versiones grabadas para Los Solistas, donde su bandoneón se luce en “Mi dolor”, “Canaro en París”, “Paciencia” y tantos otros.

Hijo de don Luis Juan Lazzari, comerciante del barrio de Saavedra —hoy Villa Pueyrredón—, y de doña María Josefa Erice, ambos argentinos. La casa familiar estaba ubicada en la calle Franco 3157, con un amplio patio que cobijó sus primeros acordes tangueros. Estudió el bandoneón con el maestro Alejandro Junnissi, en una época en la que el aprendizaje era más por condiciones propias, que por el talento docente de los pocos maestros que se dedicaban a la tarea de transferir conocimientos. (Alguna vez el propio Lazzari me contó que esas lecciones eran muy primitivas y rudimentarias).

Siendo un adolescente y luego de integrar algunas orquestas juveniles de barrio, debuta en forma profesional en la orquesta de Pedro Maffia, junto a Cayetano Cámara (bandoneón), Lalo Scalise (piano), Emilio Puglisi (violín) y al legendario Francisco de Lorenzo (contrabajo); por un muy breve período, ya que Maffia disuelve su orquesta en 1939. Pasa luego a la gran Orquesta de las Estrellas de Miguel Caló, nada menos. La fila de bandoneones tenía en ese momento (1942) a Domingo Federico, Armando Pontier, José Cambareri y Felipe Ricciardi (bandoneones); Enrique Francini, Ángel Bodas, Ariol Gessaghi y Aquiles Aguilar (violines); Osmar Maderna (piano y arreglos); Ariel Pedernera (contrabajo) y los cantores Alberto Podestá, Raúl Iriarte y Raúl Berón, alternadamente. ¡Una verdadera selección de talentos!

Cuando se desarma la Orquesta de las Estrellas, Carlos Lazzari se va con Osmar Maderna, para permanecer poco tiempo junto al gran innovador y fantasista del teclado, malogrado muy joven en un accidente de aviación.

En orden cronológico, llega el turno de formar parte de una de las agrupaciones legendarias de toda la historia del tango: la orquesta típica de Francisco Canaro. Estará vinculado al gran prócer tanguero por varias temporadas y compartirá la orquesta con relevantes músicos como Minotto Di Cicco, Alfredo De Franco y Ramón Torreyra (bandoneones); Antonio D'Alessandro, Octavio Scaglione, Napolitano y De la Rosa (violines); Jonte (contrabajo); Luis Pastor (percusión); Ranieri (pistón); Vicente Merico (clarinete) y los cantores Guillermo Coral y Alberto Arenas.

¡Años de esplendor junto a Canaro!; grabaciones en el sello Odeon, comedias musicales en el Teatro Alvear (El tango en París, La canción de los barrios y Luna de miel para tres), giras por el interior del país y Montevideo, los primeros filmes sonoros a modo de video clips o participaciones en películas (se lo puede ver a Lazzari en la ejecución del tango “Mirlo blanco”); bailes en los clubes de barrio, fiestas de carnaval y audiciones por Radio Belgrano. Sobre el final de la década más dorada del tango, el jovencito Carlos Lazzari triplicaba el sueldo mensual de su padre, pudiendo cumplir el sueño de comprarles la casa propia a los viejos y de poseer él mismo un automóvil. El 28 de mayo de 1947 graban en Odeon “La canción de Buenos Aires” y un día después se retira de la orquesta en perfecta relación con don Pirincho Canaro.

Luego pasa a la orquesta de Domingo Federico —el primero en dejar a Caló en 1943—, cuyo pianista en ese momento era un muy joven Osvaldo Berlingieri. (Las oportunidades de trabajo eran tantas, que los músicos iban pasando de orquesta en orquesta, en búsqueda de mejores condiciones económicas o simplemente artísticas).

Una anécdota muy atractiva que describe la época señorial que vivían por los años 1940 y 1950, cuenta que Lazzari le había dado la palabra a Domingo Federico de ir a su orquesta. En ese lapso que lo lleva de la orquesta de Canaro a Federico, es el mismo Aníbal Troilo quien invita a Lazzari a sumarse a su orquesta; pero la palabra de honor estaba dada y se cumplió, perdiéndose esa oportunidad única de tocar junto al gordo Pichuco.

El 4 de septiembre de 1950, antes de cumplir los 25 años de edad, contrae enlace con Rosa Leonor Pesce, quien sería su esposa hasta su muerte, con 59 años de matrimonio y dos hijos.

Pero el destino artístico le tendría preparada su carta más relevante: su vinculación a Juan D'Arienzo, el rey del compás.

Se produce, en 1950, el alejamiento de Héctor Varela para formar su propia orquesta. Con Varela se va otro bandoneonista, Alberto San Miguel, y esas vacantes posibilitan que lleguen Enrique Alessio y Carlos Lazzari. Completaban la fila de bandoneones Eladio Blanco, Aldo Junnissi y Felipe Ricciardi. En el piano y arreglos musicales Fulvio Salamanca, el primer violín de Cayetano Puglisi, junto a Blas Pensato, Clemente Arnaiz y Jaime Ferrer, y en contrabajo Olindo Sinibaldi. Los cantores eran Armando Laborde y Alberto Echagüe.

Al alejarse de la orquesta primero Salamanca y más tarde Alessio, D'Arienzo deposita en Lazzari la confianza para los arreglos musicales y pasa al primer atril de bandoneón. Allí estará 26 años, hasta el 14 de enero 1976, fecha en la cual fallece D'Arienzo y se disuelve la orquesta. Cuando Lázzari comienza a retocar los arreglos tradicionales del repertorio y sumar los nuevos, entre los que se cuentan no menos de cien obras propias, da inicio a una nueva etapa en la orquesta. No cambia la forma, el estilo se mantiene inalterable, pero la concepción armónica se ve enriquecida enormemente y ello se trasluce en una sonoridad más limpia y ampliamente favorecida. Lazzari le imprimió su sello y eso es indudable, cabe solo sentarse a escuchar las grabaciones de la orquesta desde 1957 en adelante. Claro que tuvo un apoyo total por parte del director —que le permitió hacerlo—, aguantando la embestida de los detractores que no tardaron en hacerse oír. (Lo mismo le ocurrió a Troilo cuando le dio vía libre a Osvaldo Berlingieri, más o menos por la misma época).

Otro hecho muy significativo para Lazzari fue el hallazgo del cantor Jorge Valdez, a quien descubrió en un cine de barrio, cuando acompañado de guitarras cantaba en los intervalos de las películas. Lo esperó a la salida y le dio su tarjeta para que lo fuera a ver a Radio El Mundo, donde le presentó a D'Arienzo y prueba mediante quedó incorporado a la orquesta de inmediato. Ya todos sabemos el éxito alcanzado por el entrañable Jorge Valdez. En 1972, el mismo Juan D'Arienzo le propone a Lazzari que forme un conjunto más reducido, ya que se daban dos hechos al mismo tiempo: Juan se sentía un poco cansado y el trabajo ya no era el mismo.

Así nacieron Los Solistas de D'Arienzo, con Normando Lazzara (piano), Milo Dojman (violín), Enrique Guerra (contrabajo) y Lazzari (bandoneón). Los cantores fueron Osvaldo Ramos y Alberto Echagüe. También obtuvo el permiso de Alberto Lafuente, heredero del director, para formar la Orquesta Símbolo Juan D'Arienzo y viajar a Japón desde los años 1980 hasta la década del 2000, con sostenido éxito. Una de las últimas formaciones del cuarteto tuvo a Héctor Guri (contrabajo), Daniel Margenat y luego Ricardo Buonvicino (violín), Raúl Monti y luego Alfredo Montoya (piano), el cantor Walter Gutiérrez (fallecido en 2005) y Lazzari.

Como compositor, las más relevantes obras son: el vals “De vuelta”, con letra de Carlos Bahr, grabado dos veces por Carlos Di Sarli; y los tangos “Calla bandoneón”, “Este es el rey”, “Más grande que nunca”, “Castigo y pasión” y entre muchos otros, tal vez el más inspirado: “Julie”, grabado también por la orquesta de Osvaldo Pugliese. Sin dudas, Juan D'Arienzo privilegió ampliamente a Lazzari, ya que le grabó oficialmente más de cien títulos, un récord que no debe ostentar otro compositor. Por último, destacar la labor docente de Lazzari, tarea que desarrolló por muchos años y tuvo entre sus discípulos más destacados a Cristian Zárate.

Una vida transitada por los caminos del tango, con la pasión de la música popular en la sangre. Así fue el paso de Carlos Lazzari por esta vida. ¡Gracias maestro!