Alfredo Lucero Palacios

Nombre real: Lucero Palacios, Alfredo
Cantor, letrista y guitarrero
(26 octubre 1910 - 2 junio 1974)
Lugar de nacimiento:
Rosario (Santa Fe) Argentina
Por
Lito Bayardo
| Néstor Pinsón

u trayectoria fue de mediana extensión y apenas si llegó al disco con algo más de 20 títulos, de ellos sólo dos fueron tangos y tres valses que solían integrar los repertorios tangueros, el resto son canciones y zambas.

De un carácter no muy templado más bien melancólico, lo cual resultó un peso a la hora de imponerse en su trabajo, de allí el porqué de su carrera con altibajos.

Fue un cantor de agradable tonalidad y delicada coloratura de voz, un tenorino típico de los años treinta, muy suave y afinado, hasta un poquito triste. Es una pena que nos haya legado tan pocos registros.

Para algunos cronistas, fue el primer vocalista de la orquesta de Aníbal Troilo, nada más equivocado. Cuando se inauguró dicha agrupación, el primero fue Francisco Fiorentino quien, al ausentarse por un tiempo —alrededor de cuatro meses— y por una razón nunca aclarada, se produjo la circunstancia de su reemplazo por Lucero Palacios. Y el principal motivo que fuera él y no otro, se debió a que en aquellos momentos —año 1940—, él y Troilo coincidían trabajando en LR1 Radio El Mundo. No llegó a grabar, siendo junto a Roberto Achával, los únicos cantores de la orquesta de Troilo que no dejaron registro fonográfico.

En su libro de memorias, Lito Bayardo cuenta que conoció a Lucero Palacios cuando hizo una temporada por Radio Belgrano formando parte de una propuesta titulada Cuadros Argentinos, idea y dirección de Antonio Molina, por entonces empresario y además primer y único esposo de Nelly Omar.

«Fueron dos meses cómodos y luego a patear nuevamente la calle para conseguir trabajo. Así, una noche en la esquina de Corrientes y Libertad me encontré con un amigo recién llegado desde Rosario que también buscaba ubicarse, era el pianista Manuel Sucher. Tenía la promesa de acompañar a la cancionista Fanny Loy, esposa del profesor de baile Domingo Gaeta, muy recordado por la publicidad en muchos diarios ofreciendo cursos por correspondencia. Quedamos en encontrarnos en la confitería Nobel y cuando la cita llegó, en otra mesa estaba Lucero Palacios. Nos juntamos y la charla se encaminó a que posibilidad teníamos para hacer unos pesos, nuestro problema del momento. El suyo aún peor pues alquilaba una pieza y como ya debía cuatro meses no le dejaban sacar ni la valija ni la guitarra. Un conocido que se nos había acercado y escuchaba nuestra charla dijo iluminado: “Ustedes dos cantan, y él toca el piano, con la guitarra se defienden ¿por qué no forman un trío?”. Nos quedamos mudos.

«Claro, Alfredo ya traía experiencia desde Rosario trabajando en varias radios, en una orquesta, como solista también y a dúo con otro muchacho, pero por tener más experiencia en la ciudad dejaron en mis manos recorrer las emisoras a las que podríamos interesarles. Hablé con Gaeta que había alquilado una sala con piano en la entonces calle Cangallo 1171 (hoy Presidente Perón), para que nos permitiera ensayar unas horas. Lo hicimos con cinco temas, buen número para enfrentar cualquier prueba. Los amigos opinaban que el trío ofrecía un color grato en cuanto a la amalgama armónica, especialmente cuando Palacios colocaba la primera voz y Sucher superaba los arreglos musicales. No conseguíamos lugar en ninguna radio, pero aún quedaban dos Prieto y Argentina, que funcionaban juntas en Bolívar e Independencia.

«Radio Prieto estaba dirigida por José Zatzkin, autor de varias letras para canciones. Tuve que mentir, dije que veníamos de gira por toda Sudamérica, que allí esa radio se escuchaba muy bien y que nuestro estilo se emparentaba con el del trío Irusta, Fugazot, Demare. El hombre se interesó y tuvimos una cita para días después, nos quería escuchar. Dimos una prueba, fue bien aceptada y la respuesta fueron dos veces por semana durante dos meses a 25 pesos por programa para cada uno.

«Fue un tiempo feliz. Ya estaba por cumplirse la temporada, era 1936, cuando fuimos a ensayar a la editorial de Julio Korn, en la avenida Entre Ríos al 400 y lo veo a José Razzano al que ya conocía, le presenté a los compañeros y me dijo que nos había escuchado, pasó a nuestro camarín y le cantamos un tema suyo y de Gardel: “La criolla”, lo vi contento y me tiré el lance. La respuesta fue positiva. Era amigo de Pablo Osvaldo Valle a cargo de Radio El Mundo. Cuando nos recibió, días mas tarde, explicó que deseaba a Irusta, Fugazot y Demare, pero recién se habían separado y nosotros, según la recomendación, le veníamos muy bien. Nos ofreció mil pesos a cada uno por mes, dos veces por semana y dos meses de actuación. No lo podíamos creer. Además, nos ofreció a los guitarristas de la empresa, los hermanos Puccio. Actuamos Lucero Palacios y yo, Sucher siguió otro camino. Los acompañantes guitarreros pasaron a ser Alberro, Spina y Zaldívar, además del pianista Juan Larenza. También en ese lapso cantamos en la formación dirigida por Alberto Gambino, también en la orquesta tropical de Efraín Orozco formando un trío con La Mejicanita.

«Lucero no compartía la buena época que yo vivía, un halo de angustia, de desazón no dejaba de rodearlo. Nos separamos amigos. Más tarde, él formó parte del trío Palacios-Riverol-Cabral, con breves intervenciones en la orquesta de Miguel Caló y, brevemente, integró una formación dirigida por Sebastián Piana. Aquí registró en 1942 dos tangos: “Hormiga negra” y “El payador”.»

Previamente, entre 1940 y 1941, el dúo Bayardo–Palacios llegó al disco con cuatro temas, ninguno fue tango: la zamba “Tierra gaucha”, la chacarera “Tan presumida”, el pasillo “La despedida” y el estilo “Paloma”. Con Caló el anteriormente mencionado trío grabó dos valses: “El plebeyo” y “Abandono [b]”. Finalmente, con Juan José Riverol y Ángel Cabral registraron, entre 1951 y 1954, más de 15 temas, de los que podemos destacar, “Que nadie sepa mi sufrir” y que hiciera famoso en el mundo la gran Edith Piaf, pero con otra letra y otro titulo.

Fuentes: Mis 50 años con la canción argentina, de Lito Bayardo y apuntes de Carlos P. Álvarez.