Emilio De La Peña

Nombre real: De La Peña, Emilio Julio
Pianista y compositor
(15 noviembre 1929 - 22 junio 2009)
Lugar de nacimiento:
Buenos Aires Argentina
Por
Néstor Pinsón

n 1986, en el cumpleaños del amigo Carlos Palmero, integrante del grupo de profesores de la Escuela de Música Popular de Avellaneda, después de los brindis vino la música. El dueño de casa se sentó en el taburete y tocó en el piano algunos temas suyos, luego, invitó a cantar a la secretaria de la institución. Del grupo de participantes surgió una linda muchacha, algo gordita que cantó varios tangos, en forma excelente y su nombre quedó en mi memoria. Con el tiempo supe que era vecina de Ramos Mejía, que había adelgazado y su nombre: Patricia Barone.

Dejando de lado la digresión, cuando ella cumplió con el homenajeado, Palmero presentó a un colega, dijo algo así como: «A este amigo hay que prestarle mucha atención, es de oficio tornero, tiene su empresita metalúrgica aquí cerca, pero mejor es como toca el piano». Y apareció De La Peña para ejecutar unos tangos, algo de folclore y algún fragmento clásico, al final.

Flaco, callado, como avergonzado —sin exhibir ostentación alguna—, impresionó a los presentes por su sentimiento, por la manera sutil y delicada de deslizar sus dedos por el teclado.

Con el tiempo, cada tanto en los diarios aparecía su nombre y una breve notita anunciando una actuación suya. El 29 de noviembre de 2003, en el Clarín, Jorge Götling escribió:

«La vida artística de Emilio De La Peña, uno de los más notables pianistas de la actualidad, ofrece una serie de claroscuros y de resurrecciones. Se inició a los 14 años en una orquesta típica de barrio y llegó a conocer algunos escenarios legendarios como el del Ebro Bar o el de Marzotto. Pero por razones que sólo él sabe (seguramente trabajo seguro y rentable) abandonó en 1950.

«Debieron pasar treinta años, hasta que en 1980 entabla relación musical con el pianista Manolo Juárez. Con éste estudia composición y orquestación y, además, por su intermedio conoce al poeta Hamlet Lima Quintana, una relación artísticamente fructífera, ya que en esa década comparten la creación de 25 obras, la mayoría tangos. En ese lapso también pone música a tres temas con Héctor Negro. Estos trabajos llaman la atención de sus colegas.

«En 1985, se presenta en La Peluquería, pequeño espacio musical donde comparte su actuación con el mismo Juárez, Cuchi Leguizamón, Horacio Salgán, El Mono Villegas, Eduardo Lagos y Lito Vitale. En esos días llega al país el famoso pianista de jazz Teté Montoliú, que recibe el homenaje de sus colegas en una actuación en Radio El Mundo, donde De La Peña fue uno de los invitados».

El 11 de diciembre de 2008, Día del Tango, en el Teatro Gran Rex volvió a presentarse —por única vez—, El Café de los Maestros. Una idea de Gustavo Santaolalla, inspirada en el Buena Vista Social Club, el film de Ry Cooder sobre los músicos cubanos del 50. Entre las figuras vigentes del tango estaba De La Peña y, luego de más de veinte años, pude volver a admirar la firme delicadeza de su estilo.

A continuación, transcribiremos la nota necrológica del diario Clarín, del miércoles 24 de junio de 2009, firmada por el coautor de esta nota, Eduardo Slusarzuk: «Adiós a un maestro del piano. Murió Emilio De La Peña. Músico exquisito, tenía 79 años».

La crónica empezaba así: «El discurso es la melodía. La armonía es nada más que para formar el clima. Este es un concepto que voy a volcar en un tratado audiovisual de armonía y composición que estoy por hacer, después de grabar un tema que ya tengo compuesto. Mi intención no es enseñar nada. Mi intención es que no seamos tan ignorantes. Eso ya es bastante.

«Un par de meses atrás, detrás de las partituras apiladas sobre el piano, con su rostro que se iluminaba al describir su proyecto didáctico: “El que sabe se apura para enseñar”, decía, sin elevar su perfil, aunque Gustavo Santaolalla ya lo había sumado a su Café de los Maestros.

«Pero un paro cardíaco le consumió el tiempo de golpe, cuando en el Hospital Sirio-Libanés intentaba reponerse de un infarto que había sufrido la semana anterior.

«Porteño hasta la médula, el tango le llegó después de Schubert, Bach y Chopin, de éste las hizo todas, los otros incluido Mozart, vinieron después.

«Y también al propio De La Peña le llegó al tango con varios años encima. “Cuando era joven pensaba que hasta los 40 me iba a romper el lomo laburando en el torno, y que desde entonces me iba a dedicar a la música, pero no fue así, llegué a los 66 y aún no podía dedicarme del todo”.

«Sin embargo, el tiempo le resultó suficiente para grabar cuatro discos, con temas como "La vieja ausencia", "Demos vuelta la historia" y "Avión de papel", entre otros, cultivar un estilo, y cosechar reconocimientos. Institucionales, como su reciente distinción como Personalidad Destacada porteña, y de pares como Lito Vitale, quien reivindica “su técnica particular y buen gusto. Un estilo, —según Vitale—, muy Bill Evans”, a quién De La Peña reconocía como uno de sus modelos, cuando definía su manera de tocar:

«“Es que poner una nota larga es más difícil que tocar una escala a toda velocidad, porque hay que ponerle expresión. Y eso es lo que aprendí de los grandes”».