Por
Néstor Pinsón

ació en la ciudad de Dolores, Provincia de Buenos Aires. Era niño cuando escuchó por primera vez el rasguido de una guitarra y quedó subyugado. Y fue su madre —una mujer de campo—, quien con esfuerzo no sólo le costeó la compra del instrumento sino que, además, le impartió los primeros conocimientos, escasos pero suficientes. Era la época que en las casas, la música y el canto, la charla sobre los quehaceres cotidianos y muy poco más, constituían el entretenimiento cotidiano durante las horas del descanso.

A partir de allí, no dejó de molestar a todo aquel vecino o visitante que supiera algo más para que le enseñara. Lo demás, se lo dio su talento innato y la presencia ocasional, de uno u otro músico con conocimientos para hacerlo ducho en armonía, primero y en todo lo necesario, después. Pasada la adolescencia, partió hacia el sur bonaerense tocando donde se presentara y, a medida que tomaba confianza, dio conciertos y tomó alumnos, que como él años atrás, querían aprender.

Pasaron varios años para atreverse con la gran ciudad, Buenos Aires, fue recién en los 30 años que se animó a ir. Traía una carta de recomendación del recitador criollo Lauro Vianna, que le entregó para su colega, el famoso y popular, Fernando Ochoa, actor, poeta, hombre de presencia continua en la radio, en el teatro y en el cine además, archiconocido por sus permanentes giras por el interior del país.

El joven le cayó bien a Ochoa quien inmediatamente, le propuso que hiciera el fondo musical durante sus actuaciones. Así transcurrió ese inicio afortunado, recorriendo ciudades del interior, actuando en programas radiales y en algunas obras de teatro. Sin demasiado tiempo para el descanso logró entre otras cosas, tomar clases para perfeccionarse con el maestro Alfredo Prat y actuar como solista. Como si fuera poco, ser padre de tres hijos, componer estilizada música folklórica y dirigir conjuntos con numerosas guitarras, por lo general de 12 a 15 instrumentos y que Claudio Martínez Payva —un hombre de teatro—, llamó «escuadrones de guitarras».

Todo lo último mencionado ocurrió en el año 1952 y, debemos destacar, que por sus formaciones pasaron intérpretes de la talla de Roberto Grela y Ubaldo De Lío. Años antes ya había tenido la ocurrencia de formar el Cuarteto Popular Argentino, donde se rodeó de figuras como Sebastián Piana, Pedro Maffia y el contrabajista Ángel Corleto, con quien actuó reiteradamente en varios ciclos radiales y que, lamentablemente, tuviera una temprana muerte.

Como solista ya consolidado, recorrió gran parte de Latinoamérica y varios países de Europa: Francia, Bélgica, España y Portugal, donde hizo conocer la música creada por los más importantes nombres de América del Sur, así ejecutó obras de Juan de Dios Filiberto, de Félix Pérez Cardozo (de Paraguay), de Heitor Villa-Lobos (del Brasil) y de muchos otros, uruguayos, bolivianos y, por supuesto, su propia música.

En sus giras por el interior, sus presentaciones constaban de tres partes. La primera, dedicada a obras de los guitarristas clásicos. La segunda, bien podía ser un recital poético o una obra teatral, como ocurrió con Mateo, de Armando Discépolo. Y para el final, sus propias composiciones en solos o bien a dúo, en tríos y hasta en cuartetos formados para la ocasión.

Entre 1934 y 1954, fue requerido numerosas veces por los sellos grabadores y es digno de destacar, su arreglo para “Clavel del aire”, que realizara en esos años.

Su muerte fue imprevista. Retornó de una gira con algunas molestias, el cuadro empeoró rápidamente e, inesperadamente, partió de la vida. Alguien comentó acertadamente: «Fue un artista de formación clásica que dio trascendencia universal a la música propia de su lugar de origen», agregamos nosotros, a la música surera de la Provincia de Buenos Aires.

Dos colegas, le brindaron su homenaje. Uno fue Lorenzo Girola quien le dedicó “Adiós a Fleury” y el otro, Argentino Luna, con su tema, “El patrón del clavijero”.

En SADAIC figuran registradas 37 obras suyas. Citaremos aquellas que integraron repertorios tangueros y llegaron al disco: “Brindis de sangre” (tango), registrado por Azucena Maizani, el 7 de junio de 1935, también por Julio Sosa con la orquesta de Armando Pontier, el 9 de agosto de 1957; “Milonguero del ayer” (milonga instrumental), grabada por El Cuarteto de la Ochava, en 1983, por la Orquesta El Arranque, en 2000 y por el cuarteto de Juanjo Domínguez, entre otros; “Te vas milonga” (milonga), con letra de Fernando Ochoa, registrada por el dúo Roberto Grela y Edmundo Porteño Zaldívar, en 1964, por el Conjunto Treinta y cuatro Puñaladas, en 2002, por el dúo Salgán-De Lío en dos oportunidades, en 1976 y en 1988, por la orquesta de Carlos García con la guitarra de Roberto Grela, en 1975 y, en una versión cantada, por Rubén Juárez con las guitarras de Roberto Grela; “De clavel en la oreja” (milonga), tema que interesó a varios concertistas y de manera singular, al guitarrista Alberto Chaín, que llevó al disco no sólo esta milonga sino 34 temas más, lo que significó casi la obra completa de Fleury que ha sido registrada.

Por último, “Alma en pena [b]” (estilo), homónimo al famoso tango, registrado por Nelly Omar con las guitarras de José Canet y también por Edmundo Rivero, con letra de Claudio Martínez Payva; y “Desvelo” (canción), con letra de Lauro Vianna, que llevó al disco Mercedes Simone.